Resumen
Arabia Saudita e Irán, han alimentado los conflictos de sus vecinos con la finalidad de conseguir la hegemonía regional, logrando así posicionar gobiernos que estén a su favor. Estados como Yemen, Líbano, Siria e Irak, se han visto afectados por estas dinámicas típicas de la guerra fría, en las que el conflicto escala cada día más debido al apoyo de países como los Estados Unidos y Rusia. Este paper expone de una forma sencilla los factores principales de ésta guerra fría, y como estos se relacionan con el fortalecimiento de grupos terroristas como Hezbolá, Daesh, Al Qaeda y otros.
Palabras Clave: Guerra fría, hegemonía, interés nacional, estrategia, grupos terroristas, Medio Oriente.
Introducción
El conflicto entre Arabia Saudita e Irán, ha llegado a ser denominado como una “Guerra Fría en Medio Oriente” (Schmitt, 2017); ya que si bien estos grandes poderes árabe y persa no se han enfrentado directamente, si han alimentado conflictos regionales importantes en Yemen, Líbano, Siria, Irak y en diferentes partes de África.
Lo anterior, ha fortalecido la inestabilidad de la región llegando a ser el escenario ideal para el nacimiento de diversos grupos terroristas: Talibán, Al Qaeda, ISIS, Hezbolá y hutíes, quiénes utilizan el terror y estrategias de guerra asimétrica para establecer lo que cada uno de ellos denomina como el modelo del Islam indicado.
Este tema recobra importancia pues si bien, en el imaginario colectivo pareciera un conflicto lejano y complejo, como indica Wright (2016), estos grupos terroristas cuentan con objetivos a nivel regional pero también a nivel mundial. Ya que buscan no solo establecerse en la región como hegemones, en un juego de suma cero, sino que también tienen como objetivo dominar el mundo de los infieles bajo la Sharía.
Sin embargo, Rusia y EE. UU. han trabajado esta región con torpeza creando para sí mismos nuevas amenazas, que no solo cuentan con una rapidez y capacidad de adaptación impresionante, sino que además son altamente inestables y difíciles de controlar por su cultura estratégica.
Contexto del conflicto

Arabia Saudita es la cuna del mundo musulmán, allí se encuentra la Meca, lugar al que todo musulmán debe viajar por lo menos una vez en la vida. De la misma forma, es un Estado de mayoría sunita, con una alta producción de petróleo, cuya auto percepción es ser protector del Islam (BBC, 2019). Sus aliados en la región son los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin, Egipto y apoya al gobierno oficial de Yemen.
Irán, por su parte, es de mayoría chiíta y desde su revolución en 1979, ha buscado la forma de dominar e influenciar con su propia versión del islam (BBC, 2017), representando un contrapeso importante para Arabia Saudita. Asimismo, es uno de los productores más importantes de petróleo en el mundo y comparte con Arabia Saudita, gran parte del Golfo Pérsico.
Por otro lado, se encuentra Siria, Líbano y Yemen, que tras la primavera árabe ha sufrido una larga guerra civil, la cual ha sido el escenario perfecto para el crecimiento de las organizaciones terrorista ISIS, Hezbolá y Hutíes respectivamente. Irak, Estado que tras la invasión estadounidense significó un gran vacío geopolítico, aprovechado por Al Qaeda e ISIS. Y países más estables como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Omán, cuyas alianzas son indispensables para el aprovechamiento estratégico del Golfo.
Los hutíes, no son el único grupo terrorista de naturaleza chiíta en la región, sino que también les acompaña Hezbolá. Estos, también representan una amenaza importante para Israel, y sus fronteras; y al igual que los grupos de origen sunita, son apoyados económica y militarmente (de forma no oficial) por Estados de la región.
Finalmente, para entrar en contexto, es importante relacionar a Rusia como aliado importante de Irán y el gobierno sirio; y a EE. UU. como socio de Arabia Saudita e Israel. Esto, refleja de manera única la guerra fría de Medio Oriente que sirve como laboratorio, cuyos químicos pueden transformarse en sustancias muy peligrosas para todos aquellos involucrados directa o indirectamente en los conflictos de la región.
Actores hegemónicos
Debido a la importancia geográfica de la zona del Medio Oriente, la región siempre ha sufrido de las constantes intervenciones de las potencias hegemónicas del momento. Sin embargo, es después de la Primer Guerra Mundial con la desintegración del Imperio Otomano que Siria queda bajo “dominio” o influencia Francesa, e Irak, bajo el inglés.
EE. UU. por su parte, entró a ser un actor predominante después de la Segunda Guerra Mundial y para finales del siglo XX, apoyó a Irak en su lucha contra Irán. Sin embargo estas acciones probaron ser desastrosas con el tiempo, pues como indica Navalón “Fue Estados Unidos, mucho más que la URSS, el que armó hasta los dientes a Hussein en su despiadada guerra con Irán, creando un ejército eficaz y poderoso” (2009, p. 100).
Por otro lado, al observar el mapa, es evidente la necesidad de Rusia de tener algún tipo de influencia en el Medio Oriente. Sin esta, quedaría encerrado en el mar Negro por el lado occidental. Es apenas lógico que Rusia requiera de esta zona pues como Mahan sostenía:
Cuando la mar no solo bordea o rodea a un país sino que lo divide en dos o más partes, entonces el dominio del mar no solo es importante, sino vitalmente necesario. Un país que tenga esta configuración, necesita disponer de un fuerte poderío naval, si no quiere verse reducido a la impotencia (Mahan, 2013, p. 317).
Es con todo lo anterior en mente, que tanto Rusia como EE. UU. han luchado por tener una influencia importante en la región y de esa manera asegurar las rutas del Canal de Suez y el Golfo Pérsico; además de contar con los recursos energéticos que abundan en la zona.
EE. UU. en el momento se encuentra como aliado estratégico de Arabia Saudita y de Israel, con lo cual pretende establecer un freno importante a la extensión de poder de Irán. Este último está aliado con el gobierno de Bashar Al Assad en Siria, y con Rusia, quien como bien indica Laboire, “utilizando una política de hechos consumados (…) ha logrado modificar el equilibrio de poder en Oriente Próximo y en el Mar Negro, incluso en un momento en que se enfrenta a posibles recortes en el presupuesto de defensa” (Laboire,2016).
Ahora bien, lo interesante es que Rusia y sobre todo EE. UU., pareciera estar lanzando un boomerang una y otra vez a Medio Oriente buscando aplacar amenazas percibidas, que solamente logra fortalecer y multiplicar, para que se le devuelvan con más capacidades que nunca. Las imágenes de las invasiones inglesas y rusas en Afganistán (sea como Rusia o como URSS); más las de los EE. UU., torturando civiles y cometiendo atrocidades en Irak (Blumi, 2019) han provocado el odio, repudio y radicalización de grupos musulmanes. Simultáneamente, el vacío de Irak que dejo la invasión norteamericana tras la ejecución de Sadam Hussein, fortaleció a ISIS e incluso ellos también recibieron entrenamiento de parte de EE. UU. (Blumi, 2019). Asimismo, Blumi indica que serían las terribles técnicas utilizadas por EE. UU. y las torturas sistemáticas, las que luego ISIS replicaría sin ningún remordimiento.
Este odio se expresa en los constantes ataques terroristas en Europa y en los pocos que se han dado en EE. UU. También las amenazas incrementan, como fue el caso del mundial de Rusia; haciendo parecer que no hay manera de acabar con el grupo debido a su alta descentralización y su forma de actuar “desinteresada”, en el sentido, que para sus militantes ni su propia vida es importante con tal de establecer la Sharia o la ley musulmana en todo el mundo.
La historia parece repetirse actualmente, pues no es un secreto que Arabia Saudita ha sido acusada repetidamente de apoyar a ISIS, e Irán de hacerlo con Hezbola y los hutíes. Todos, grupos terroristas con grandes capacidades de desestabilizar el orden del Medio Oriente, como lo prueba Irak, Yemen y Líbano. Además, son grupos con los que se dificulta negociar, pues sus integrantes están dispuestos a inmolarse a sí mismos por la causa que entienden les ha sido encomendada por Allah.
Esto parece ser un desconocimiento o una clasificación inadecuada de las amenazas por lo menos de parte de EE. UU. Es evidente que como dice Pedro Baños,” (…) a Rusia se le deben permitir áreas de influencia y que las claves de poder en el mundo se basan en el entendimiento de las otras culturas y en la experticia histórica que permite entender mejor que implicaciones tiene cada acción. (Baños, 2017).
La lucha hegemónica tanto de Irán y Arabia, como de EE. UU. y Rusia, ha alimentado una carrera armamentista de todos los actores regionales tanto de gobiernos oficiales, como de insurgencias y grupos terroristas. De esta forma las dinámicas de Guerra Fría siguen vigentes, EE. UU. cumple con las reglas del Sistema Internacional cuando le conviene, y Rusia, ignora vehementemente las acciones de sus aliados como ha sido su costumbre (Ulianova, 2002).
Por otro lado, es indispensable comprender que tal y como señala Montero:
El escenario actual es diferente a los anteriores por cuanto no se trata de una disputa imperial (periodo británico), una disputa estratégico-ideológica (Guerra Fría) o un posicionamiento unipolar (pos Guerra Fría), sino que, por el contrario, se trata de una disputa netamente estratégica entre dos poderes (Rusia y Estados Unidos), que sin ataduras ideológicas compiten decididamente por el control de recursos de altísimo valor estratégico (Montero, 2006)
En este sentido, si bien si es evidente que existe un componente religioso (chiitas vs. sunitas) en la lucha de Arabia Saudita contra Irán, hay unos intereses básicos que EE. UU. y Rusia tienen en la región, y un cambio de estrategia de parte de los EE. UU. se hace necesario para aplacar de forma efectiva los diversos grupos terroristas que tienen como blanco al mundo Occidental.
Se debe tener en cuenta, que si bien Rusia y EE. UU. han sido rivales por mucho tiempo, desde la crisis de los misiles, se demostró que ninguno de los dos es tan insensato de producir una guerra nuclear. Sin embargo, siguen peleando por áreas que consideran estratégicas y al hacerlo, solo crean monstruos que luego irán tras ellos. Un ejemplo de esto, es la consideración de EE. UU. de trabajar con Irán que reporta Fernández (2014) y las declaraciones de Patrick Ellis, coronel y cabeza del Segundo Regimiento de Caballería, al decir “Cuando nos despertamos cada mañana (…) estamos concentrados en la amenaza rusa”.
Al apoyar a Arabia Saudita y a Irán, se está alimentando indirectamente a otros grupos fundamentalistas religiosos, que son fervorosos, extremistas y desconocedores abiertamente de los derechos humanos. Esto, con el tiempo, puede avanzar de ISIS a algo máss, así como de Al Qaeda se avanzó a ISIS, mientras se trataba de “luchar contra el terrorismo a nivel global”.
Protagonistas regionales
Arabia Saudita e Irán son los protagonistas del Medio Oriente y representan dos pueblos muy importantes: Los árabes y la cultura milenaria de los persas. Al estar ubicados en el Golfo Pérsico, y ser ambos exportadores de petróleo, es apenas natural que exista entre ellos una competencia por la hegemonía de la región. Ambos eran monarquías hasta que en 1979 la revolución iraní llevo al exilio al Shah y su familia, y se estableció la república de Irán.
Además de sus diferencias culturales y étnicas, ambos albergan diferentes religiones, Arabia con mayoría sunita e Irán, chiíta, como se observa en los siguientes mapas:


La religión es un factor muy importante a la hora de analizar el pensamiento de la zona y la forma en la que conducirán sus estrategias. Principalmente porque como nombrábamos anteriormente, por lo menos desde el aspecto religioso, el juego es de suma cero. Esto significa que a nivel regional e incluso mundial, aquellos grupos que buscan un poderío religioso, querrán someter si o si a aquellos que tienen una religión diferente o incluso una corriente diferente de la misma religión. Por esto, los ejercicios de cooperación enmarcados en la religión son prácticamente imposibles.
Lo anterior es importante no necesariamente por Arabia Saudita e Irán, sino por los Estados que les rodean. Los grandes de Medio Oriente si tienen perspectivas muy diferentes del islam y disputan por el liderazgo del “verdadero islam” pero son Estados cuyos objetivos no son puramente religiosos sino que como cualquier Estado, buscan su supervivencia y expansión. Como indica Bassets:
Arabia Saudí e Irán rivalizan en todo, desde el precio del petróleo hasta el liderazgo del mundo islámico pasando por la guerra de Siria. Es una pugna por la hegemonía regional como no hay otra en el mapamundi actual, pero busca sus raíces legendarias en las guerras dinásticas por la sucesión de Mahoma de las que surgieron las ramas divididas del islam (…) No obstante … su origen más inmediato es el vacío geopolítico generado por la errónea estrategia de Estados Unidos en la región, con la destrucción de Irak y sobre todo de sus fuerzas armadas tras la guerra de 2003, de un lado, y la ausencia de una estrategia adecuada ante las revueltas árabes de 2011, del otro. (Bassets, 2016)
En este sentido, el conflicto no lo genera sino que es alimentado y justificado por las profundas diferencias religiosas. Más bien, el conflicto es generado porque ambos Estados buscan ocupar los vacíos que se fueron dando en la región por los sucesos ya nombrados: Las revueltas árabes enmarcadas en la primavera árabe y la equivocada invasión a Irak realizada por EE. UU. Es decir, es el interés nacional de estos Estados y sus estrategias para alcanzarlo, lo que hace que estén en pugna por el poder. Como señala Castro “El interés nacional (…) no es por tanto un concepto fijo, inamovible y determinado sino que puede variar de acuerdo con los cambios de las variables sociales y de las identidades nacionales” (Castro, 2010, p.29)
Ya con la claridad del nivel de importancia de la religión para Arabia Saudita y para los persas, ahora es menester aclarar por qué la religión en la región produce juegos de suma cero: Grupos terroristas.
Yihad significa esfuerzo y puede ser interpretado teológicamente como el esfuerzo que se requiere para servir a Allah al negarse a uno mismo, y sus propios deseos y propósitos, o como ese esfuerzo que se realiza al dar a conocer a Allah a los infieles. Sin embargo la corriente terrorista yihadista, de origen sunita, entiende este esfuerzo aun como la entrega de la vida propia con tal de someter a los infieles a la fuerza, si es necesario, a la verdadera religión, el islam de corriente sunita.

De corriente yihadista son los talibán, Al Qaeda e ISIS. Este último, que es más reciente, viene de una facción de Al Qaeda, conocida como EII o Estado Islámico en Irak; y como ya lo habíamos expresado, usan la tortura sin remordimiento con un profundo odio a los occidentales y sobre todo a los estadounidenses.
Los talibanes, de origen afgano, se hicieron con el control de Kabul en 1996 (Nestares, 2015, p.3) y hasta el día de hoy siguen en guerra en este Estado. Al Qaeda por su parte, pareciera eclipsado por ISIS pero como establece Wright “It has played the long game, and it may prove to be a more enduring model than the Islamic State” (Wright, 2016, p. 5). Estos fueron los perpetradores de los ataques en EE. UU., en los que cayeron las torres gemelas, fue destruida parte del Pentágono, y cuyo propósito (no logrado gracias a los pasajeros en el vuelo) era atentar contra la Casa Blanca.
Como indica Moreno, Al Qaeda supuso una verdadera transformación en el terrorismo. El nuevo terrorismo supuso una verdadera transformación en lo que a naturaleza, fines, medios u organización se refiere (…) Pero (…) cuando nos habíamos acostumbrado a combatir a Al Qaeda emergió un nuevo grupo –El EstadoIslámico– que golpeaba en Europa, usando a europeos, pero con más desorganización que Al Qaeda (Moreno, 2019, pp. 46 y 47).
Al Qaeda logró con los ataques a EE. UU. generar una conciencia mayor a nivel mundial en la lucha contra el terrorismo y evidenciar a gran escala las consecuencias de las constantes intervenciones en la región de las potencias occidentales. A la vez, logró establecer una estrategia dual, dirigida tanto contra el denominado enemigo cercano como contra el llamado enemigo lejano (Nestares, 2015, p. 2).
ISIS “Estado Islámico de Irak y el Levante” o Daesh, por su parte busca también el establecimiento de un califato, se provee del contrabando de petróleo y puede ser aún más cruel que Al Qaeda. Nos apoyamos en las palabras de Wright “(…) ISIS’s message is zero-sum; you are either with ISIS, or you are an infidel. It has been prepared to act ruthlessly against those who do not share its hard-line worldview. Its tactics are coercive” (Wright, 2016). Es decir, Daesh no considera tonos grises, sino que está preparado ideológicamente para someter a la fuerza o eliminar a todos aquellos que no se alineen con él.
Por otro lado, también existen grupos terroristas de origen chiíta. Para este paper son de especial interés Hezbolá, de origen libanés, y los hutíes que si bien son un grupo insurgente, hacen uso también de acciones terroristas y están localizadas en Yemen. Estos grupos en general buscan el éxito que tuvieron los insurgentes en la revolución iraní de 1979. A su vez, son apoyados por Irán, razón por la cual EE. UU., en su Estrategia de Defensa Nacional, señala que “(…) Iran continues to sow violence and remains the most significant challenge to Middle East stability”, responsabilizándoles de las constantes turbulencias de la nación.
Finalmente, es importante recalcar que tanto Irán como Arabia Saudita apoyan grupos y acciones terroristas en la región. Las Naciones Unidas “(…) had verified the deaths of at least 7,700 civilians by March 2020, with most caused by Saudi-led coalition air strikes” (BBC, 2020) en Yemen; y los nexos de Irán con el gobierno totalitario y desconocedor de los Derechos Humanos, en cabeza de Al Assad no son un secreto.
Intereses en juego
Bienes energéticos
Según las Naciones Unidas, Arabia Saudita se encuentra en el puesto número 20 e Irán en el 29, en términos de producto interno bruto (Mena, 2018). Esto hace de los dos Estados, economías grandes a nivel mundial lo que muestra sus capacidades para perseguir sus intereses en la región, en lo cual abundaremos más adelante.
Ambas economías, como se mostró anteriormente, están basadas en el petróleo representando el 80% de los ingresos de Arabia, el 45% de su PIB y el 90% de sus ganancias en exportación; en Irán, el petróleo corresponde al 80% de sus exportaciones. (Mena, 2018).
Por otro lado: Las reservas probadas de petróleo ubican a Arabia Saudí en el puesto número dos a nivel mundial, y a Irán en el cuarto con 268.300.000.000 y 157.800.000.000 barriles respectivamente (World Atlas, 2017). En cuanto a reservas de gas natural, Irán se ubica en el segundo puesto con 34.020.000.000.000 metros cúbicos, y Arabia Saudí en el quinto con 8.489.000.000.000 (CIA World Fact Book, 2017). (Mena, 2018).
Lo anterior muestra que la gran capacidad económica de estos dos Estados es directamente proporcional a su dependencia del petróleo y del gas, lo cual hace que su supervivencia esté vinculada estrechamente con la extracción y exportación del petróleo.
Es por esto, que los países son miembros importantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo -OPEP-, en la cual establecen los precios que requieren para el logro de sus objetivos como Estados.
Por otro lado, los únicos interesados en estos bienes no son Arabia Saudita o Irán, sino los países de Europa Occidental, China y aun Rusia y China. Esta ha sido la razón detrás de las constantes intervenciones de las potencias del Sistema Internacional en la región, y aun de la invasión a Irak (quien también cuenta con grandes reservas de petróleo) por parte de EE. UU.
Control del Suez y el Golfo Pérsico
Como Mahan (2013) determinó, siempre se ha buscado el uso de las rutas marítimas porque a pesar del desconocimiento de ellas hace miles de años, han demostrado recortar caminos, ser más económicas y aún más seguras, al hablar del transporte de bienes de un lugar a otro.
Solo observando el mapa de Irán y Arabia Saudita es evidente porque buscan expandir su influencia a Siria, Yemen e Irak, y porque Arabia Saudita fortalece sus alianzas con los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Kuwait. Como lo llamaría Mackinder (2010), la región de los cinco mares (Caspio, Negro, Mediterráneo, Rojo y Pérsico), tiene una importancia única al ser la región que conecta a Europa, Asia y África. El mismo expresaría que:
El istmo de Suez dividió el poder marítimo en oriental y occidental, y los áridos desiertos de Persia, que avanzaban desde el Asia Central hasta el golfo Pérsico ofrecían constantemente al poder nómada la oportunidad de llegar a la orilla del océano que separaba a la India y China por un lado, y al mundo mediterráneo por el otro. (Mackinder, 2010).
En consecuencia, no es ninguna sorpresa que los países que buscan una comercialización importante en el Sistema Internacional, como EE. UU., o aquellos que no cuentan con los recursos que requieren para su propia población, como Reino Unido, busquen asegurar que estas rutas sean navegables para sus barcos al menor costo posible.
Como establece Mahan,
La fortaleza de las grandes potencias se debe a tres factores: la existencia de canales de comunicación naval que comunique a la metrópoli con sus posesiones de ultramar desde donde acumula y comercia materias primas; la existencia de una potente flota de guerra que complementa o apoya la flota mercante, y, por último, puntos fuertes en tierra que ofrecen protección, apoyo logístico y apoyo de fuego a las rutas navales y las embarcaciones mercantes y militares. (Montero, Mora & IEGAP, 2016).
Así, es natural que cualquier Estado con la capacidad de hacerlo, busque ejercer su poder en esta región de cinco mares.
Lugares sagrados
La Meca, el lugar más sagrado para el mundo musulmán, se encuentra en Arabia Saudita. De hecho, antes de 1986 su rey recibió el título de Protector en respuesta a la amenaza iraní (Mena, 2018). En este sentido, ha sido importante tanto para árabes como para persas, no solo la protección sino el acceso a los lugares sagrados que se encuentran en Arabia Saudita.
El asegurar ese acceso tiene una relación estrecha con la protección de la mayoría de la población de los Estados a los que nos hemos referido, la cual es musulmana. Como diría Haushofer “El deber de una política, que tiene como objetivo el mantenimiento de su poder en el mundo, es el de preservar al interior de su “ámbito cultural” (Kulturkreis) ― o al menos de su “país cultural (Kulturland) ― su libertad frente a las arbitrariedades extranjeras” (Haushofer, 2012).
De igual manera es importante considerar que los grupos terroristas de los que hemos hablado, tienen como intención establecer un Califato el cual no tiene la misma percepción del respeto a las fronteras de otros Estados. Estos grupos, desean aumentar el tamaño de su “estado ideal”, como ellos mismos lo denominan, usando el terror sin ningún tipo de consideración moral, más que la de expandir el reino de Allah.
Al respecto, se pueden aplicar las palabras de Ratzel al decir que “El tamaño del Estado aumenta con su nivel de cultura. La expansión de los horizontes geográficos, producto de los esfuerzos físicos e intelectuales de incontables generaciones, ofrece continuamente nuevas áreas para la expansión espacial de las poblaciones” (Ratzel, 2011, p.138); es decir que al imponer la religión, grupos como Hezbolá o Daesh, necesariamente tendrán una expansión de control territorial que puede llegar a modificar las fronteras como las conocemos hasta ahora.
También Ratzel sostiene que,
Para dominar estas áreas políticamente, fusionarlas y mantenerlas unidas, se requieren nuevas fuerzas que sólo pueden ser generadas de forma paulatina por y a través de la cultura. La cultura aumenta las bases y medios para la cohesión de los miembros de una población y extiende continuamente el círculo de aquellos que se vinculan a través del reconocimiento de su homogeneidad (Ratzel, 2011, p.138).
Por lo anterior, no queda duda una vez más, que el entendimiento cultural es esencial como clave de poder en el mundo, tal y como lo argumenta Pedro Baños (2017).
Mantener la influencia
Es claro hasta este punto que cuando nos referimos a una Guerra Fría en el Medio Oriente, no solamente estamos hablando de la pugna entre Arabia Saudita e Irán, sino de una renovación de la guerra fría entre EE. UU. y Rusia. Rusia ha venido renovándose bajo el mandato de Putin, y no se encuentra más en el realismo a la defensiva, sino que ha pasado a la ofensiva.
De lo anteriores prueba Crimea, pero en esta región Rusia ha logrado consolidar el poder de Irán y mantener el régimen de Al Assad, tras un poco menos de 10 años de conflicto sirio.
De la misma manera, ISISI y otros grupos, desarrollan sus tareas en todo el Oriente Medio, Norte de África, el Cuerno de África y Asia central con una intención clara de establecer su versión de islam que consideren adecuada. EE. UU., Europa y Rusia, por su parte, no dudan en derrotar y derrocar a cualquier gobierno de la zona, con el fin de instalar regímenes que se alineen con facilidad a sus propios intereses.
Como bien lo establece Dallanegra: Lo mismo se puede decir, en el siglo XX, de la presencia de Estados Unidos en Medio Oriente y de sus intervenciones y/o presiones sobre países como Afganistán, Iraq, Irán, etc., o el interés en controlar gobiernos en América Latina bajo el lema de defensa de la democracia. En este caso, el intervencionismo fue legitimado por Estados Unidos a través de una moral, que en la Guerra Fría fue la cruzada anticomunista de Harry Truman y George Kennan. Para Truman, la política de contención al comunismo –esbozada por Kennan–16 fue la forma de satisfacer la seguridad y encontrar una vía, o bien de acrecentar su poder o, al menos, de mantener un equilibrio de poderes. Para George W. Bush, lo fue la lucha contra el terrorismo. Así, la “moral” de la política exterior de Estados Unidos ha sido “nosotros” y “ellos”, los “buenos” y los “malos”, los “libres” y los “opresores”, y Estados Unidos como el único que puede salvar al mundo. (Dallanegra, 2009, p,20).
Estrategia de las partes y medios involucrados
Sánchez (2013) propuso la siguiente formula de estrategia que usaremos:
E = F + Me + Mo + R + EA + En
Estrategia = Fines + Medios + Modos + Riesgos + Estrategia del Adversario + Entorno
Los fines los hemos indicados en la parte de arriba al señalar los intereses de cada una de las partes. Ahora, de una forma corta mostraremos los medios y modos utilizados; y como los riesgos, el entorno y la estrategia del adversario, deben ser tenidos en cuenta para lograr la estabilidad de la región.
Añorve señala que:
En el CPE de 2013, por primera vez desde la desaparición de la URSS, existen menciones geográficas allende el cercano extranjero; se habla de la preocupación rusa por la inestabilidad en África del Norte y Medio Oriente, si bien la postura rusa ante Libia fue mucho más pasiva que ante Siria, país en donde es una de las potencias con un involucramiento más activo (Añorve, 2019, p.57).
Esto demuestra que Rusia se ha venido renovando y que esto implica una estrategia en el Medio Oriente. Para esto, busca “(…) apoyar la permanencia del régimen de Bashar al-Assad como el único poder “legítimo” en Siria e impedir que el desorden regional influya en la radicalización de sus respectivas poblaciones musulmanas, de las del Norte del Cáucaso” (Milosevich, 2019, p. 6). Sin embargo, Rusia no es un Estado fuerte económicamente y esto le limita en sus capacidades de influencia.
Por su parte, EE. UU. sigue siendo el país con mayor capacidad económica y militar del momento, pero aun así sus estrategias no han demostrado ser muy eficaces en la región; sino que al contrario se le han devuelto una y otra vez, como lo demostró el 9/11, consecuencia del apoyo prestado en las guerras iraní-iraquí, contando la guerra del Golfo.
En este sentido, apoyamos a Anderson et. Cuando expresan que “The U.S. must shift from a mostly cooperative approach towards Russia to one that recognizes the competitive nature of Moscow” (Anderson, 2015); pues esto le permitirá controlar de mejor manera estos grupos que son altamente difíciles de controlar, y cuyas acciones, intereses y propósitos no le benefician ni a Rusia, ni a EE. UU.
Desde otro ángulo, vale la pena revisar las capacidades saudíes e iraníes:
Irán cuenta con una envejecida flota de aviones MIG-29, Sukhoi Su-24, F-14 Tomcast; en contraste, la fuerza aérea de Arabia Saudí es una de las más poderosas de Medio Oriente, con un arsenal de cazas F-15, Euro Typhoons y Tornados (Liebl, 2012, p. 8). En el campo naval Irán tiene una superioridad numérica y la flotilla de botes pequeños de los CGRII ha desarrollado habilidades de guerra asimétrica notables (Cordesman, 2004, p. 266). (Mena, 2018).
Estas capacidades son usadas con una estrategia similar a la de EE. UU., de condenar todo lo que hace el adversario, y de justificar las acciones propias en nombre de lo bueno, de lo justo y de lo correcto. De esta manera, según Arabia Saudí, todo lo que hagan los iraníes serán para desestabilizar la región, para apoyar terroristas y en contra del orden del Sistema Internacional; así será también, todo lo que hagan los árabes bajo la perspectiva de los herederos del reino persa.
Finalmente, vale recordar las estrategias utilizadas por los grupos terroristas, que aparte de obviamente el terror, tienen que ver con la propaganda que utilizan en los diferentes territorios a los que llegan.
Actualmente, Hezbolá se encuentra en el Líbano e Israel siente su amenaza. En este sentido, EE. UU. e Israel han cooperado con el gobierno iraquí para responder ante este grupo terrorista e Irán por su parte, ha sido acusado de patrocinar tanto a este grupo, como a los hutíes que lideran la revolución en Yemen, pero que también han perpetrado acciones terroristas tal y como lo mostramos previamente.
Por otro lado, el Estado Islámico, ISIS, ISIL o Daesh, siguen expandiéndose en el Norte de África, en el Medio Oriente y en Asia Central. Incluso se ha encontrado su presencia en algunos lugares de Europa, y dentro del área geográfica que reclaman se encuentra Andalucía (Nestares, 2015, p.2). De la misma forma, Al Qaeda y los Talibán apoyan en ciertas tareas a Daesh, y de esta forma amplían el daño que pueden lograr.
Al Qaeda, según Wright (2016), tiene más esperanza de sobrevivir que ISIS, pues este último en medio de su acción rápida no necesariamente cuenta con una línea de tiempo estratégica a largo plazo.
También es necesario apuntar que a pesar del Esfuerzo de EE. UU. su acción se ve deteriorada y empieza a tener un déficit muy bajo y grave como: “(…) no tener aliados confiables en la región, con la exclusión de los kurdos que no tienen un poder tal de poder proyectarse sobre Siria” (Burweila, 2014, p. 3). Incluso ellos enviaron ayudas económicas a la oposición de Bashar Al Assad, con la convicción de que estos vencerían.
Conclusiones y análisis prospectivo
Los grupos terroristas han demostrado gran capacidad de adaptación y de aprendizaje de diversas técnicas para hacer la guerra. Es por eso que hoy cuentan con la capacidad de hacer temblar Estados, haciendo la guerra de una forma híbrida, es decir con capacidades de guerra tanto simétrica como asimétrica.
Por lo tanto, es seguro que estos grupos seguirán mutando y quizá en diez años ya existan nuevos ISIS, nuevos hezbolás o nuevos Al Qaedas con una capacidad que aún estamos por ver. Al parecer, tienen la facilidad de aprender de sus enemigos, y eso es algo que las potencias regionales y mundiales deben tener en cuenta.
Desde esta perspectiva, es que más que nunca se hace menester la cooperación entre Rusia y EE. UU. Ambos han demostrado sus deseos de hegemonía y sus capacidades para lograr tener zonas importantes de influencia. Sin embargo, el desestimar en lo que se pueden llegar a convertir las amenazas actuales, podría traer sorpresas menores a las del 11 de septiembre de 2001.
Por su parte, Arabia Saudita e Irán seguirán luchando por consolidar su poderío hasta donde puedan hacerlo. Su historia estratégica demuestra que esto no está cerca de cambiar y que la cooperación no es una opción que consideren realmente. Por eso, está en manos de quienes serán más afectados por el terrorismo (no solo en el sentido de cantidad de muertos sino en la desmoralización del Estado), encontrar estrategias que sean eficientes y efectivas.
Referencias
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[1] Artículo de reflexión resultado del Proyecto de investigación “Desafíos y nuevos escenarios a la seguridad multidimensional en Colombia en el contexto nacional, regional y hemisférico del 2015-2025” de la Maestría en Seguridad y Defensa Nacionales; vinculado al grupo de investigación “Centro de gravedad” reconocido y categorizado por Minciencias en A1, adscrito a la de la Escuela Superior de Guerra “General Rafael Reyes Prieto”, Colombia.
[2] Oficial grado Mayor del Ejército Nacional de Colombia. Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes “General José María Córdova”. Magister en Estrategia y Geopolítica y Especialista en Seguridad y Defensa Nacionales de la Escuela Superior de Guerra “Rafael Reyes Prieto”, Colombia. Contacto: gaitand@esdegue.edu.co
[3] Profesional en relaciones internacionales y estudios políticos de la Universidad Militar Nueva Granada. Estudiante de Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra “Rafael Reyes Prieto”, Colombia. Contacto: luisa.villalba@esdegue.edu.co
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