El terrorismo transnacional, considerado como una de las principales amenazas a la seguridad internacional, es tema de gran relevancia sobre el cual es preciso reflexionar y buscar las respuestas adecuadas además de sensibilizar a la opinión pública, que es elemento fundamental en la legitimación del proceso de decisión en regímenes democráticos. En ese escenario, el papel de los medios de comunicación es factor decisivo en el éxito o el fracaso en la lucha contra la yihad cibernética.
Como se sabe, el terrorismo no es fenómeno reciente. Se han presentado cambios en los objetivos, métodos, medios utilizados y, en ese sentido, en el impacto estratégico. El terrorismo transnacional, que se materializó recientemente con los atentados en Estambul, Paris, Bruselas y Niza, caracteriza esa evolución. Su objetivo es provocar un cambio en el estilo de vida y en los valores de las sociedades democráticas, fomentar el terror mediante el uso de violencia en gran escala y mostrar su potencial y capacidad de actuación a nivel global. Los métodos pasan por el uso de las redes de contactos transnacionales, muchas veces vinculados al crimen organizado y al reclutamiento de los “foreign figthers” (combatientes extranjeros), que generalmente son jóvenes radicalizados en un contexto de desintegración social en las sociedades occidentales.
Al observarse este contexto, también se constata que el uso de los medios de comunicación muestra cambios. Después de usar aeronaves civiles para los atentados del 11 de septiembre de 2001, aprovechando medios del propio país objetivo, ahora se destaca el uso de los recursos de las redes delictivas. Este contexto agrega una dimensión mucho más relevante: el aprovechamiento de nuevas tecnologías de información y comunicación que se manifiestan de varias formas, tales como la propaganda inmediata de las acciones realizadas actuando en el componente psicológico de la difusión del terror y del miedo, y el uso de las redes sociales como medio de comunicación entre las redes operacionales e instrumentos de prospección, reclutamiento y radicalización.
A la luz de este escenario queda claro que no hay nación que esté inmune a esta amenaza global, y que la prevención y combate exigen una cooperación internacional entre los Estados, los servicios de información eficaces (esenciales para prevenir atentados terroristas) y el empleo de estrategias de respuesta integradas, ya sea por los países, o por los órganos de cooperación internacionales.
El combate al terrorismo no termina con solo aislar y desarticular redes terroristas o destruir su capacidad delictiva; también requiere una política de cooperación internacional multifacética, que pueda combatir eficazmente el subdesarrollo, la pobreza y la ausencia del estado de derecho, que son los contextos favorables para la creación de muchas lógicas terroristas.
Eso exige estrategias integradas que combinen acciones diplomáticas, militares y policiales, cubriendo también las acciones de información pública, de naturaleza económica, financiera y social.
En cuanto a las estrategias de comunicación como forma de prevención y respuesta al terrorismo transnacional, será necesario reflexionar sobre las líneas de acción necesarias para hacer frente a este problema. Desde luego, merece destacar las acciones de propaganda que buscan desarrollar los procesos de radicalización y reclutamiento y la contención del impacto de la violencia que busca provocar terror y miedo. En esa materia, los medios de comunicación social pasan a desempeñar un papel fundamental.
El terrorismo yihadista, que en si es una forma de comunicación, personifica la violencia con la cual está asociada en un mensaje dirigido al poder político, a la población y a los simpatizantes de la yihad. Ese mensaje tiene objetivos diversos como condicionar el Estado a sus políticas, obtener financiamiento, aterrorizar a la población, promover el odio entre las comunidades, establecer condiciones respecto a incidir sobre el ejercicio del derecho al voto, reclutar combatientes y llevar al reconocimiento del liderazgo en la yihad global.
La era de la información con los televisores por satélite, el acceso a todos los medios de comunicación por medio de la Internet y las redes sociales le dio una capacidad y una eficacia aterradora a esa estrategia. Por esa razón, Abu Musab al-Zarqawi, uno de los más prominentes teóricos del yihadismo global, a principios de los años 1980 ya señalaba la necesidad de reclutar ingenieros, químicos, técnicos en informática y otros especialistas, como una fuerte necesidad de invertir en la capacidad de comunicación. Más de 20 años después, en julio de 2005, Ayman Al Zawahiri –el actual líder de al-Qaida y el actual o antiguo miembro y una de las máximas autoridades de las organizaciones islamistas, que ha maquinado y llevado a cabo atentados en Norteamérica, Asia, África, y el Medio Oriente– decía que al Qaida estaba en guerra, y que más de la mitad del combate se llevaba a cabo en los medios de comunicación.
Desde entonces la capacidad en el área de comunicación aumentó exponencialmente, y los especialistas de la al Qaida son aprendices comparados con sus rivales del Estado Islámico. Al mismo tiempo, la comunicación masiva generó profundos cambios en la manera en que se comunicaban los terroristas, alargando nuevamente el palco en el que actúan, los destinatarios de su violenta acción, ampliando el mensaje de los autores y simplificando la logística necesaria para distintas acciones.
Antes de la llamada era de la información, un acto terrorista solo causaba impacto internacional cuando iba dirigido contra el poder político y el poder económico y tenía mucho más fuerza cuanto más llegaba a los núcleos del poder.
Las víctimas eran por lo general, elementos con responsabilidad en el gobierno, en las fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad, los servicios de informaciones, altos funcionarios del Estado o destacados personajes del mundo empresarial. Con la comunicación masiva, las organizaciones terroristas llegan a sus blancos donde quiera que estén, siempre y cuando causen un gran número de víctimas y recurran al uso de la violencia.
Este tema nos transporta a otro plano, que es el de la relación entre el terrorismo y los medios de comunicación. Es una vieja discusión que trata de temas complejos relacionados con derechos fundamentales tales como el derecho a la información, derecho a la libertad de prensa, prohibiciones legales (principalmente a la propaganda, apología, o incluso, la complicidad con el terrorismo), más esencialmente, una cuestión de ética y de ideología de los profesionales de la información y de la inteligencia en el filtro de las informaciones a ser diseminada respecto a los hechos, especialmente las imágenes.
Los terroristas tienden a darle a los medios de comunicación justamente lo que ellos desean: sensacionalismo y audiencia. Entonces, sin la posición de la prensa respecto a los actos de difusión de imágenes violentas, particularmente en las redes sociales, la capacidad de proyección de las redes terroristas se verá disminuida significativamente.
Lo esencial es que se entienda que el atentado terrorista por sí solo no tiene otro efecto fuera del que se produjo sobre las víctimas, considerando que la violencia terrorista es apenas el primer canal de comunicación. Lo que los terroristas buscan es aprovecharse política, económica y socialmente del atentado y será mucho más efectiva cuando la cobertura de los medios sea más detallada y mayor.
En este contexto, los países democráticos se encuentran con el desafío de fomentar una consciencia ética en los diversos órganos de comunicación y en la gigantesca masa que utiliza las redes sociales en el intento de impedir que se disminuya la propagación del mensaje terrorista. Esta es una acción altamente estratégica y delicada, una vez que al ejercer control sobre los medios de comunicación, incluso de la Internet, es algo incompatible con los principios de las sociedades occidentales.
Al observarse el mapa de Latinoamérica se destaca la región de la triple frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina. Además de la numerosa comunidad islámica, cuyo tejido humano sirve como escondite para los terroristas yihadistas que son buscados por todo el mundo, y el potencial universo de reclutamiento de simpatizantes, la simbiosis entre el crimen organizado y los terroristas es una realidad.
En 2014, la Policía Federal de Brasil y la Agencia Brasileña de Inteligencia anunciaron un vínculo entre el Primer Comando de la Capital (facción del crimen organizado brasileño) y Hezbollah (Líbano). Anteriormente, ya se había identificado la presencia de al Qaida (Medio Oriente, África y Asia), Hamas (Palestina), Yakuza (Japón), Tríada (China), Comando Rojo (Brasil), entre otras facciones de terroristas y de crimen organizado.
De esa forma, aumenta la importancia de la sinergia entre las fuerzas de seguridad internas de los países, los acuerdos de cooperación internacional viabilizando la interoperabilidad entre diferentes fuerzas y las operaciones interagencias de Inteligencia como la primera línea de frente en la defensa de las democracias del continente americano en la prevención y combate a la yihad cibernética.
*Fuerzas Especiales del Ejército Brasileño, ex-oficial de Inteligencia del Destacamento de Contraterror, Auditor de Defensa en Portugal, Profesor de la Universidad Autónoma de Lisboa.