Irán amplió su influencia en Latinoamérica con una doble amenaza: ideología extremista y alianza con grupos criminales. Según los analistas Teherán mantiene negocios ilícitos con Venezuela, apoya la penetración del grupo terrorista Hezbollah en la región, y se beneficia con la minería ilegal.
“El crimen organizado es una pieza fundamental en la exportación del yihadismo, especialmente cuando la propia República Islámica está bajo fuertes sanciones”, dijo a Diálogo Luis Fleischman, profesor de sociología en Palm Beach State College, Florida, y especialista en Relaciones Internacionales.
Fleischman explica que las actividades de Irán tienen tres componentes principales: delictivo, estratégico y propagandístico. “Los propios barcos, aviones y empresas de transporte iraníes se utilizan para traficar drogas y alcohol, contrabandear petróleo, blanquear dinero y realizar tráfico de armas”.
De la misma forma que Irán recibe dinero de la producción de opio en Afganistán, proporcionando a cambio armas a los talibanes, en Latinoamérica el país ha enviado armas y efectivo a Venezuela, señaló Fleischman. “Venezuela es un mega narcoestado que se ha asociado con Irán para impulsar sus propias actividades criminales”.
Teherán también se benefició de la venta ilícita de oro del régimen de Nicolás Maduro. Según el experto en seguridad Douglas Farah, Irán recibió USD 500 millones en lingotes de oro de Maduro a cambio de más de 1,5 millones de barriles de petróleo y reparaciones en las instalaciones de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). “Dado el endurecimiento de las sanciones internacionales [a Caracas y Teherán], Irán se ha convertido ahora en el socio preferido de Maduro en la venta de oro ilícito”, dijo Farah en un informe publicado el 13 de agosto de 2020 por el Consejo del Atlántico.

Apoyo a Hezbollah
El componente criminal de las actividades de Irán en la región incluye el apoyo al grupo terrorista Hezbollah. “En las últimas décadas, Hezbollah ha construido una máquina de lavado de dinero y narcotráfico multimillonaria y bien engrasada en América Latina”, dijo Emanuele Ottolenghi, investigador sénior de la Fundación para la Defensa de las Democracias, en un informe publicado el 14 de julio de 2021 por la institución.
Según Ottolenghi, una de las figuras clave de esa red criminal es el ciudadano libanés Nasser Abbas Bahmad, que en 2016 fundó en Paraguay una organización que traficaba cocaína desde Ciudad del Este. La droga se camuflaba en contenedores con carbón exportados a países como Argentina, España y Malasia.
Bahmad abandonó Paraguay en diciembre de 2017 sin dejar vestigios, y su organización fue desmantelada en enero de 2021 por organismos de seguridad en Brasil, Paraguay y los EE. UU.
“La historia de Bahmad ilustra cómo Hezbollah estableció su lavandería financiera más grande en América Latina”, dijo Ottolenghi, que estima que Hezbollah genera por lo menos USD 300 millones anuales a través de su amplia red de negocios ilegales en Latinoamérica. El grupo terrorista recibe otros USD 700 millones por año de Irán, según un informe de 2018 del Departamento del Tesoro de los EE. UU. “Es probable que la cifra real sea varias veces mayor”, añadió.
Hezbollah también recauda fondos en Latinoamérica utilizando una red informal de familias libanesas. “La toma de control por parte de Hezbollah de la comunidad chiita local no es única. Con la ayuda de Irán, lo que sucedió en la Triple Frontera [Argentina, Brasil y Paraguay] ocurrió en toda la diáspora libanesa chiita”, señaló Ottolenghi. “Pero la Triple Frontera, con su economía ilícita multimillonaria, ofrece una oportunidad única para el lavado de dinero”.
Estrategia y propaganda
El componente estratégico de las actividades de Irán en la región significa una amenaza directa para la seguridad de los EE. UU., advierte Fleischman.
La República Islámica también utiliza propaganda para convencer y cooptar comunidades locales. “Irán ha tratado de ganar influencia en la región entre las masas, transmitiendo el mensaje de que la lucha del islam y la lucha de los movimientos sociales y políticos por la justicia social en América Latina son idénticas”, dijo Fleischman.
El analista explica que Irán usa clérigos y mezquitas que esparcen el concepto llamado ‘islam nacional y popular’, para construir un puente entre el islam y los movimientos populistas revolucionarios en Latinoamérica. El objetivo es crear una versión latinoamericana del islam, adaptada a las circunstancias de cada país.
El islam podría ser “rojo” o comunista en Venezuela y Cuba y sería “plurinacional” (pro-indígena) en Bolivia y Ecuador, explicó el experto. “Algunos grupos indígenas se han identificado con Hezbollah e incluso adoptaron su nombre. Un ejemplo de ello son los indios Wayuu Guajira, que crearon una rama de Hezbollah”, señaló Fleischman.