A finales de 2019, Nicolás Maduro juramentó a miles de civiles como miembros nuevos de la denominada Milicia Nacional Bolivariana. Vestidos con uniformes beige, hombres y mujeres ingresaron el cuerpo especial que complementa la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
“Hemos llegado a 3,3 millones milicianos organizados, entrenados, armados y dispuestos a defender la unión de Venezuela”, dijo Maduro durante el acto realizado el 8 de diciembre.
Un mes antes, Maduro ordenó la entrega de más de 330 000 fusiles a “nuestros milicianos” para facilitar el desplego de tropas y apoyar un plan de seguridad con el objetivo de garantizar la paz durante las fiestas de fin de año. Algunos de los fusiles también fueron destinados a milicianos del estado de Guayana, zona rica en oro y diamantes, para defender las empresas básicas.
La entrega de armas preocupó a la Asamblea Nacional, que durante una sesión a finales de noviembre, consideró el hecho “ilegal”. En abril de 2017 Maduro prometió otorgar “un fusil para cada miliciano”.
El politólogo venezolano Nicmer Evans, líder del Movimiento Democracia e Inclusión, rechaza las cifras del gobierno de Maduro. Sin embargo reconoce que el fenómeno de las milicias ha expandido en todo el territorio venezolano.
“El número de sus miembros es muy difícil tenerlo a la mano”, dijo Evans a Diálogo. “Según mis cálculos deben de haber 300 a 350 organizaciones paramilitares a nivel nacional, cada una de ella puede agrupar a decenas de milicianos. Pero el régimen exagera al decir que tiene a 3 millones de milicianos armados”.
Los orígenes de los milicianos
Según el Vicealmirante de la Armada de Venezuela Mario Iván Carratú Molina, ex jefe de la Casa Militar del Gobierno del ex presidente Carlos Andrés Pérez, la historia de los grupos paramilitares en Venezuela empieza con el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, un grupo de izquierda creado por Hugo Chávez en la década de 1980. El grupo intentó dos golpes de Estado en 1992 en contra Pérez, antes de que Chávez asumiera la presidencia tras ganar las elecciones de diciembre de 1998.
“Desde la instalación militar Fuerte Tiuna […] comenzaron a repartir armamento a civiles en algunas urbanizaciones de Caracas con el objetivo de poder enfrentar una reacción social a los cambios del ordenamiento jurídico y político que ha venido haciendo la dictadura desde 1999”, dijo el Valmte. Carratú a Diálogo.
Según el reporte de 2016 de la ONG venezolana Control Ciudadano, Milicia Nacional Bolivariana, un cuerpo armado al margen de la Constitución, desde un principio el Gobierno de Chávez enfatizó la participación popular en la defensa nacional, y en el 2008 se creó oficialmente la Milicia Nacional Bolivariana a través de una reforma a la Ley Orgánica de la FANB.
La incorporación de la Milicia Bolivariana como componente de la FANB no se encuentra en la Constitución, ya que en 2007 la población rechazó la propuesta a través de un referéndum. En abril de 2019, Maduro manifestó el deseo de dar rango constitucional a la Milicia Bolivariana en 2020.
Cuerpos armados
Las armas entregadas a los milicianos, según varios reportajes de medios venezolanos, provienen de excedentes de la FANB. En 2010 Chávez anunció que dotaría la Milicia Bolivariana de lanzacohetes RPG-7 y fusiles de asalto Kalashnikov AK-103, sin embargo, la ONG indica que no sucedió y que los milicianos utilizan como arma personal el fusil FN FAL del Ejército, así como el fusil Mosin-Nagant de origen ruso (la ONG precisa que la FANB no disponía de Mosin-Nagant en su inventario).
El entrenamiento, dice Control Ciudadano, se hace en gran parte en las instalaciones de Forte Tiuna, donde por un par de días los milicianos aprenden a utilizar sus armas y ensayan algunas maniobras de ataque. Los milicianos también participan de ejercicios de capacitación, como los de la Operación Soberanía y Paz de 2019, que consistieron en proteger las fronteras.
En la década de 2010 se crearon cursos en varias escuelas de las fuerzas de seguridad del país para los milicianos. En la misma época, los milicianos empezaron a asumir la seguridad de instalaciones públicas en todo el país, como en hospitales y escuelas. Hoy están involucrados en la distribución del programa de alimentos conocido como el CLAP.
“El enemigo que ve el gobierno es al mismo venezolano dentro de Venezuela”, dijo el Valmte. Carratú. “Ante la crisis humanitaria provocada por el gobierno, busca comprar lealtades. Además de entregarles armas para defender al gobierno, se les ha asignado un sueldo, convirtiéndolos en unos mercenarios”.