El presidente de Nicaragua Daniel Ortega ignora las recomendaciones de expertos nacionales y extranjeros para hacerle frente al COVID-19, lo que convierte al país en uno de los más débiles de la región para enfrentar la pandemia. En lugar de promover el distanciamiento social, las autoridades organizan conciertos, marchas y torneos de boxeo, contrario a las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud y del Comité Científico Multidisciplinario, una ONG nicaragüense que vigila e informa acerca del virus.
“Con el COVID-19 hay dos caras de una moneda. Por un lado, el Estado plantea que no es problema; por otro existe un grupo de profesionales que planteamos que el virus es un gran problema, que estamos alertando a la población de que esto va a golpear al país”, comentó a Diálogo Leonel Argüello, epidemiólogo nicaragüense integrante del Comité. “Desde el punto de vista epidemiológico no hay razón para que no esté circulando el virus; no hubo restricción, no hubo cuarentena, no se tomaron las medidas recomendadas”.
“La situación es incierta. Hay reportes de mucha gente que estuvo en los hospitales y no fue incluida en los reportes oficiales; ese tipo de juego no permite percibir cuál es la situación real de la curva de contagio”, dijo a Diálogo Álvaro Ramírez, epidemiólogo nicaragüense radicado en Irlanda. “Es desconcertante, crean una falsa sensación de seguridad; realizan movilizaciones masivas y eventos políticos y sociales sin ningún control”.
Sistema de salud en decadencia
Una de las mayores preocupaciones de los especialistas es que la falta de acción de Ortega genere un brote del virus, que colapsará rápidamente al sistema de salud nicaragüense.
“El sistema de salud cuenta con muy pocos especialistas, esto está manejado por médicos generales”, dijo Ramírez. “En Nicaragua hay confianza extrema en un sistema de visita [domiciliaria] que debería ser para prevención, pero que en este caso se vuelve un riesgo”.
Según una proyección elaborada por el salubrista Carlos Hernández, también miembro del Comité, una vez que el brote de COVID-19 germine en Nicaragua, las capacidades de su sistema de salud serían rebasadas en 23 días.
El estudio El impacto global de COVID-19 y estrategias para la mitigación y supresión, publicado el 26 de marzo por la Facultad de Medicina del Imperial College London, estima que si en Nicaragua no se aplican medidas de mitigación ni distanciamiento social, en un año el 91 por ciento de la población sería afectada por el coronavirus, lo que representa unos seis millones de infectados y unas 24 000 muertes.
Según la base de datos de la Organización Mundial de la Salud, en Nicaragua existen solo 0,9 camas de hospital por cada 1000 habitantes. Otro dato que preocupa es que el número oficial de ventiladores médicos con los que cuenta el sistema de salud no es público, pero diarios locales como El Confidencial aseguran que la cifra total rondaría los 160 ventiladores, y que 130 de estos dispositivos ya están empleados para atender otras enfermedades.
Tanto Ramírez como Argüello consideran que la combinación de esas condiciones en Nicaragua permitirá que los casos de COVID-19 se multipliquen en las próximas semanas.
“Nosotros creemos que la curva va empezar a subir y no la vamos a poder parar”, dijo Argüello. “Es un manejo temerario. Se puede esperar una curva ascendente exponencial muy rápida, tenemos un sistema de salud debilitado que no tiene las capacidades necesarias”, agregó Ramírez.