Figuera, de 55 años, dijo en una entrevista con el diario The Washington Post que no se arrepiente de dar la espalda a su exjefe Nicolás Maduro.
“Estoy orgulloso de lo que hice”, dijo la semana pasada desde su cuarto de hotel en el centro de Bogotá. “Por ahora el régimen nos sacó una morena. Pero eso puede cambiar rápido”.
Figuera fue testigo privilegiado de lo que sucede en el Palacio de Miraflores. Él llegó a los Estados Unidos con información clave acerca de los negocios ilegales de oro, las supuestas operaciones de Hezbollah en Venezuela y la influencia de Cuba en la política venezolana, entre otros temas.
El exjefe contó al Washington Post cómo se pasó al otro lado de la mesa después de reunirse el 28 de marzo con César Omaña, un venezolano médico y empresario de 39 años, que llegó a las oficinas del SEBIN con la misión de reclutar al jefe.
Hezbollah, ELN y el lavado de dinero
Figuera dijo que después de su reunión con Omaña vio un rayo de esperanza. Había trabajado por años en inteligencia militar. Pero su nuevo trabajo como jefe del SEBIN, expresó, abrió sus ojos ante la podredumbre dentro del gobierno de Maduro.
El exjefe del SEBIN dijo que comprobó casos de lavado de dinero que involucraban al entonces vicepresidente Tareck El Aissami, ministro de Industria de Maduro, que ha sido sancionado y culpado en los Estados Unidos por narcotráfico. El Aissami negó en público las acusaciones, y el Washington Post dijo que no pudo confirmar en forma independiente estas acusaciones.
Figuera dijo que obtuvo inteligencia que indicaba que grupos irregulares operan en Venezuela bajo la protección del Gobierno. Algunos de ellos son miembros del grupo guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN), que prometió garantizar la primera línea de defensa en caso de una invasión a Venezuela, pues está activo en áreas mineras en el estado sur de Bolívar.
Dijo que obtuvo inteligencia de las operaciones de Hezbollah en Maracay, Nueva Esparta y Caracas, al parecer ligado a negocios ilícitos para financiar operaciones en el Medio Oriente.
“Descubrí que los casos de narcotráfico y de guerrillas no debían ser tocados”, dijo Figueroa.
La interferencia cubana
Figuera dijo que Maduro confiaba su seguridad personal a 15 o 20 cubanos y tenía tres cubanos que nombró “los psicólogos”, asesores especiales que analizaban sus discursos y el impacto en el público.
Explicó que solía reunirse con Maduro varias veces por semana, pero cuando solicitó este año una reunión privada le dijeron que tenía que pasar por Aldo, un cubano. “Y yo dije: ¿Qué? ¿Yo soy su jefe de inteligencia y tengo que pasar por un cubano para poder hablar con él?”, recordó.
Agregó que en los días cuando el país quedó a obscuras por fallas del servicio eléctrico, fue interrumpida una reunión por una llamada telefónica del expresidente cubano Raúl Castro. Cuando terminó la llamada, Maduro pareció aliviado porque Castro había prometido enviar un equipo de técnicos cubanos para ayudar a resolver el problema: “Raúl era como un asesor para Maduro”, dijo Figuera. “Si estaba en cualquier reunión, podía ser interrumpida si Castro llamaba”.