Al norte de Bogotá, Colombia, en el separador central de una calle, junto a un árbol, Fiorella, una niña de 8 años espera con algún juguete a que pase el día. En la esquina, junto a un semáforo, está su abuela Lisbeth, una mujer mayor que se acerca a los carros para pedir dinero. En otra esquina, los dos tíos, la mamá y el padrastro de Fiorella explican a través de un cartel que son venezolanos y que no tienen trabajo. La familia llega tres veces por semana desde un barrio periférico de Bogotá a reunir monedas.
Fiorella, que llegó a Colombia a finales de 2018, es una de los de más de 327 000 niños venezolanos que según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), viven en Colombia y requieren un mayor apoyo para su salud, educación, protección y bienestar. La crisis en Venezuela provocó un éxodo de más de 3 millones de personas y más de 1,2 millones estarían en Colombia, indica el reporte de abril del Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM), agencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados.
En Colombia, los menores de edad se benefician de atención médica y pueden ingresar al colegio, sin importar su país de origen. El Gobierno colombiano indica que unos 130 000 niños venezolanos están matriculados en escuelas en todo el país. Sin embargo, el gran número de inmigrantes presiona los sistemas públicos y frena su acceso. Fiorella debería estar en cuarto grado pero su familia dice desconocer cómo acceder a esos servicios.
Organismos humanitarios tales como UNICEF, organizaciones no gubernamentales (ONG) y autoridades colombianas intensificaron su colaboración para brindar apoyo a los niños venezolanos en Colombia y educar a las familias sobre sus derechos.
“La prioridad es el acceso a los servicios básicos. Los niños y niñas que están cruzando la frontera con Venezuela presentan graves estados de desnutrición”, dijo a Diálogo María Paula Martínez Villa, directora ejecutiva de la ONG Save the Children Colombia. “Además, sufren riesgos de desprotección porque al llegar con sus familias tienen que dormir en las calles y exponerse a la violencia sexual, a la posibilidad de ser vinculados con algún tipo de trabajo infantil y al reclutamiento por parte de los grupos armados presentes en algunos de los territorios de frontera”.
Una vida trastornada
Fiorella vivía en Maracay, Venezuela, con su mamá, padrastro y abuela. Su vida transcurría entre el colegio y la casa. Sin embargo en octubre de 2018, su mamá se quedó sin empleo; la fábrica de bolsos en la que trabajaba, tuvo que cerrar.
Por su parte, Lisbeth, quien depende económicamente de su hija, tenía que madrugar a las 2 de la mañana para hacer fila en un supermercado que abría a las 11. Los primeros compradores lograban acceder a una escasa cantidad de alimentos. Arroz, pasta y harina de arepas, era lo que alcanzaba a comprar Lisbeth.
“Estar allá significa aguantar hambre”, comentó Lisbeth a Diálogo. “Ahorita un sueldo [mensual] puede estar en 40 000 soberanos [USD 6,81]; un cartón de huevos está en 25 000 soberanos [USD 4,2]”.
Con la falta de ingresos y alimentos, la mamá decidió irse a Colombia. Poco tiempo después, la abuela y la nieta emprendieron el viaje hacia Bogotá.
De Maracay a Bogotá, fueron tres días. El viaje incluyó pasos por senderos y el cruce de la frontera en lancha por el río Saravena. Entraron a Colombia por Arauca, y de ahí tomaron el ómnibus a Bogotá para reunirse con los demás miembros de la familia.
Los seis son parte de los más de 480 000 venezolanos que según el GIFMM, se encuentran en Colombia de forma irregular. Para estos inmigrantes, el GIFMM pone énfasis en tres áreas de intervención: ayuda directa en emergencias, protección e integración socio-económica y cultural.
En abril, más de 243 000 adultos y niños recibieron apoyo básico de alimentos, servicios médicos (incluyendo para la salud mental, atención prenatal y vacunas) y viviendas en 19 departamentos de Colombia. En el mismo mes, unos 5000 niños pudieron acceder a algún centro de aprendizaje y unos 3000 se beneficiaron de espacios educacionales renovados con acceso a agua potable.
Por otra parte, UNICEF tiene como objetivo para el 2019 ayudar a vacunar a más de 30 000 niños, proporcionar servicios de agua y saneamiento en las escuelas para 13 000 niños, brindar oportunidades de aprendizaje a 40 000 niños y llegar a 90 000 niños y adolescentes con medidas para prevenir la violencia, el abuso y la explotación.
El apoyo por parte de las ONGs y del Gobierno colombiano ante la crisis venezolana es a grand escala, sin embargo, los migrantes siguen entrando mientras la situación de su país se agrava. El 14 de abril, el presidente de Colombia Iván Duque anunció nuevas medidas para atender a los migrantes venezolanos en los departamentos fronterizos con Venezuela –La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Vichada y Guainía. El plan contará con USD 228 millones para servicios de salud y necesidades humanitarias, agua, saneamiento e higiene, así como escuelas, entre otros servicios. El plan será realizado con el apoyo técnico del GIFMM en coordinación con las autoridades locales.
“En un momento en que el sentimiento contra el inmigrante está aumentando en todo el mundo, Colombia ha mantenido generosamente las puertas abiertas a sus vecinos de Venezuela”, dijo Paloma Escudero, directora de Comunicaciones de UNICEF. “A medida que es mayor el número de familias que toman todos los días la dolorosa decisión de dejar sus hogares en Venezuela, es hora de que la comunidad internacional aumente su apoyo y ayude a satisfacer sus necesidades básicas”.
Por su parte, Fiorella extraña sus amigos de su escuela. “Me gusta jugar y aprender. Me gustaría jugar con plastinlina, con todas mis cosas, con todo lo que dejé allá”. También dice que quiere tener amigas, mientras recuerda que su mejor amiga era su prima contemporánea y compañera de juegos; la misma que lloró mucho, cuando supo que Fiorella no regresará pronto a Maracay.