El Gobierno de los Estados Unidos celebra la renuncia del presidente boliviano Evo Morales y rechaza las declaraciones de varios países, incluyendo México, de que se vio obligado a dimitir a causa de un golpe de Estado.
El presidente de los EE. UU. Donald Trump calificó la salida de Morales como “un momento significativo para la democracia del hemisferio occidental. Después de casi 14 años y sus reiterados intentos de anular la constitución boliviana y la voluntad del pueblo, la partida de Morales preserva la democracia y allana el camino para que el pueblo boliviano haga escuchar su voz”.
Según las declaraciones de la Casa Blanca, los hechos ocurridos en Bolivia “envían una contundente señal a los regímenes ilegítimos en Venezuela y Nicaragua, de que la democracia y la voluntad del pueblo siempre prevalecerán. Ahora estamos un paso más cerca de un hemisferio occidental completamente democrático, próspero y libre”.
En una conferencia de prensa que tuvo lugar el 11 de noviembre, un funcionario del Departamento de Estado manifestó que Washington no consideraba que la renuncia de Morales haya sido producto de un golpe de Estado, sino que fue producto del hartazgo del pueblo boliviano que sintió ignorada su voluntad.
“Había manifestantes de todos los estratos” expresó un alto funcionario, quien negó que la clase media boliviana haya sido la principal fuerza que exigía en las calles la renuncia de Morales. “Probablemente es un poco simplista reducir estos hechos a cuestiones de clase o étnicas, dadas las complejas circunstancias”.

Un alto funcionario de los EE. UU. agregó que “hay demasiada violencia de ambos lados”.
No obstante, México calificó la destitución de Morales como un golpe de Estado, y el 11 de noviembre le concedió asilo político. Ese mismo día, Morales dijo en Twitter que se dirigiría a México, “agradecido por la apertura de ese pueblo hermano que nos ofreció asilo para cuidar nuestra vida. Me duele abandonar el país por razones políticas, pero siempre estaré pendiente. Pronto volveré con más fuerza y energía”.
Algunos de los ministros y funcionarios de alto rango que renunciaron también buscan asilo en la residencia del embajador de México.
A pedido de los EE. UU. y otros países como Brasil, Canadá, Colombia y Perú, la Organización de Estados Americanos (OEA) convocará a una sesión especial, para tratar la situación de Bolivia.
La presidencia de Evo Morales llegó a su fin abruptamente el 10 de noviembre, horas después de haber aceptado el pedido de un equipo de la OEA de convocar a nuevas elecciones, dado el “cúmulo de irregularidades observadas” durante las elecciones del 20 de octubre.
Los demorados resultados de las elecciones que alimentaron las sospechas de fraude electoral, indicaron que Morales había conseguido suficientes votos para evitar una segunda elección, contra una oposición unida que trataba de evitar que ejerciera un cuarto mandato.
Según la constitución boliviana, el vicepresidente es el próximo en la sucesión de poder en caso de que renuncie el presidente. El tercero en la línea de sucesión es el presidente del Senado boliviano, pero ambos, al igual que varios ministros, renunciaron poco después de Morales, con lo cual quedó un vacío de poder.
La líder opositora Jeanine Anez dijo el 10 de noviembre que asumiría la presidencia interina de Bolivia, aunque el Congreso primero deberá reunirse para votar si asume o no el poder.
El Gobierno de los EE. UU. pide que la asamblea legislativa de Bolivia se reúna rápidamente para aceptar la renuncia de Morales y obedezca la constitución para llenar el vacío político.
“Lo importante es reconstituir el gobierno civil”, manifestó un alto funcionario del Departamento de Estado.
Morales, el primer indígena boliviano en llegar a la presidencia, anunció su renuncia por televisión, poco después de que el General Williams Kaliman, jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia, le pidiera su renuncia para restaurar la paz y la estabilidad.
El líder opositor Carlos Mesa adjudica la dimisión de Morales a un levantamiento popular, no militar.
Los militares tomaron la decisión de no desplegarse en las calles porque “no querían poner vidas en riesgo”, dijo Mesa.