“La Guerra Fría ha terminado, pero su doctrina sigue viva”
En 1955, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ideó, en plena Guerra Fría, un concepto de proyecto de armamento nuclear que constaba de un misil supersónico de propulsión nuclear de vuelo bajo, que llevaba una ojiva termonuclear. El Misil Supersónico de Baja Altitud (SLAM en inglés) se adelantaba varias décadas a cualquier aparato de su clase. El misil empleaba un radar integrado de mapeo de contorno del terreno, que lo guiaba hacia el blanco previsto a velocidades supersónicas. El diseño del sistema de propulsión succionaba aire a través de un sistema de ventilación dorsal, calentaba y comprimía el aire con un reactor nuclear y lo impulsaba a través de su escape para propulsar el misil. Para compensar el intenso calor y el peso que demandaba el SLAM se fabricó un tipo de cerámica experimental, lo que permitió que el arma tuviera un alcance de aproximadamente 182 000 kilómetros, unas cuatro veces y media la circunferencia de la Tierra.
Este concepto innovador fue descartado en 1964, una vez completado el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales. Además, los EE. UU. no podían garantizar la seguridad en las pruebas de un reactor que dispersaría cantidades sustanciales de emisiones radiactivas.
En 2018, Rusia presentó un prototipo de motor nuclear basado en la misma tecnología del proyecto SLAM. Este modelo actualizado, que la OTAN denominó 9M730 Burevestnik o Skyfall, pretende obtener la máxima ventaja nuclear posible. El misil Skyfall está diseñado para volar a una velocidad sorprendente, empleando un reactor nuclear que propulsa aire comprimido. En teoría, el misil sería hipersónico dentro de un rango virtual ilimitado. A diferencia de un misil balístico intercontinental tradicional, que se lanza en una trayectoria de vuelo generalmente transparente hacia la estratosfera y hacia su objetivo, el Skyfall volará a baja altitud, ocultando el seguimiento del radar. Más aún, esta arma de terror podrá atacar de forma sorpresiva, una vez completado su desarrollo y despliegue. Pero hasta el momento, Rusia no ha tenido mucho éxito en sus esfuerzos de desarrollo.
En los últimos 10 años, Rusia invirtió USD 150 000 millones en investigación y desarrollo de armas nucleares. Si bien lograron ciertos avances, también hubo consecuencias desastrosas. El peor ensayo fallido fue en agosto de 2019, cuando el misil explotó durante una prueba en Nenoska, Rusia, en donde murieron cinco científicos y dos militares. La explosión y la pérdida de vidas no solo fueron terribles, sino que las consecuencias de la explosión elevó los niveles de radiación en el área circundante a casi 200 veces el nivel normal. Esta información se ocultó a la población local durante días, a pesar de que la radiación podía causar enfermedades o secuelas a largo plazo.
Cuando finalmente se dio a conocer la información al público, la noticia duró publicada 36 segundos; una clara muestra de lo que vale la vida humana para las autoridades rusas, en comparación con los ensayos militares. Durante la ceremonia en honor a los hombres que murieron en la explosión, el presidente ruso Vladimir Putin dijo que “el arma debe perfeccionarse, independientemente de las consecuencias”. Claramente, Putin estaría dispuesto a sacrificar más vidas si con esta arma puede amenazar al mundo.
Si este proyecto ruso continúa en desarrollo, corren el riesgo de perder más vidas entre los científicos y desarrolladores que trabajan en el misil. También apuestan a que, en su detonación, el arma no emane cantidades masivas de radiación sobre ciudades cercanas, o incluso a naciones vecinas. Si el misil logra despegar, emitirá radiaciones durante su trayectoria de vuelo, lo que podría afectar a personas inocentes, animales y ecosistemas enteros. Incluso una prueba “exitosa” sería algo negativo para el mundo. Un misil que vuela indefinidamente es un riesgo omnipresente para los viajes aéreos internacionales, cuyo impacto por fallas de vuelo, escape de gases nucleares y otros resultados imprevistos no puede subestimarse.
El mundo ya padeció suficientes accidentes nucleares y el desarrollo y despliegue del sistema armamentístico Skyfall solo demuestra la falta de voluntad de aprender. Las malas ideas no mejoran con el tiempo y la comunidad internacional debe condenar este irresponsable emprendimiento antes de que sea demasiado tarde.