El presidente colombiano Iván Duque mostró su preocupación en agosto de 2020, al afirmar que el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela buscaba comprar misiles de mediano y largo alcance a la República Islámica de Irán. El reclamo se produjo en el contexto de una mayor cooperación comercial entre Teherán y Caracas en 2020, con el envío de más de 2,35 millones de barriles de gasolina al régimen de Maduro, a cambio de al menos 9 toneladas de oro -equivalentes a USD 500 millones- a Irán.
En una primera impresión, este intercambio comercial parece transaccional y oportunista, basado en las necesidades de ambos regímenes. Sin embargo, si analizamos más detenidamente, esta cooperación comercial tiene dimensiones militares y se basa en una red de compañías ficticias pertenecientes al ejército clerical de Irán, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI). Más allá del carácter oportunista de ambos, Irán y Venezuela han conformado una asociación estratégica mutuamente beneficiosa, que sirve para fortalecer el régimen de Maduro y disminuir la desventaja geográfica natural de Irán con los Estados Unidos.
La era Chávez
A principios de siglo, mucho antes del surgimiento de Hugo Chávez, Irán ya tenía presencia en Venezuela. Si, su presencia se limitaba principalmente a actividades culturales, diplomáticas y, posiblemente de inteligencia. Durante el régimen de Chávez cobró más importancia el rol de Irán en Venezuela, iniciándose una relación militar que distaba de ser transparente.
De 2004 a 2013, Irán firmó con Venezuela varios acuerdos de cooperación energética y militar. La mayoría de estos acuerdos presentaban sobreprecios, entregas incompletas y jamás llegaron a materializarse desde una perspectiva comercial. No obstante, sí cumplieron un propósito estratégico al ayudar a Irán a eludir las sanciones internacionales y el embargo de armas de la ONU en 2007. Según un ex subsecretario del Tesoro de los EE. UU., “Irán intenta proteger sus actividades de adquisiciones detrás de una maraña de entidades, esencialmente engañando a quienes aún hacen negocios con Irán, para facilitar transacciones ilícitas de transporte de artículos de uso dual, relacionados con misiles”.
Irán intenta proteger sus actividades de adquisiciones detrás de una maraña de entidades, esencialmente engañando a quienes aún hacen negocios con Irán, para facilitar transacciones ilícitas de transporte de artículos de uso dual, relacionados con misiles”, ex subsecretario del Tesoro de los EE. UU.
Parte de la red mundial de adquisiciones ilícitas de Irán se encuentra en Venezuela. Para darle a la República Islámica mayor impulso financiero en Latinoamérica, Irán y Venezuela establecieron un fondo, un banco y una línea de crédito binacional. Según estimaciones conservadoras, en base a valores declarados de empresas conjuntas, capitalizaciones, préstamos e inversiones de las que se tienen registro, durante este período el régimen iraní accedió a más de USD 16 000 millones, a través del sistema financiero venezolano. Esto se hizo a través de unos 270 acuerdos bilaterales derivados de más de 60 proyectos y más de 80 empresas iraníes en Venezuela. Una fracción se utilizó en proyectos militares conjuntos que, en ese momento, los EE. UU. y Europa sancionaron severamente, debido a su potencial uso dual en los programas de armas estratégicos de Irán.
Bajo la administración del Ministerio de Defensa y Logística de las Fuerzas Armadas de Irán y la compañía militar de Venezuela CAVIM, estos proyectos militares conjuntos ocultaron, a través de la industria petrolera de Venezuela, las transacciones financieras de las entidades iraníes sancionadas. En Venezuela comenzaron a operar una gran cantidad de compañías ficticias relacionadas con el CGRI, como por ejemplo Parchin Chemical Industries, una de las principales entidades involucradas en los programas de misiles y armas de destrucción masiva iraníes, según la Resolución 1747 del Consejo de Seguridad de la ONU. Por su parte, Qods Aviation, otra empresa ficticia del CGRI que recibió sanciones, se instaló al lado de la base aérea El Libertador, en Maracay, en el estado venezolano de Aragua, para entrenar a los militares venezolanos para fabricar vehículos aéreos no tripulados (UAV en inglés). El siguiente diagrama ilustra solo una pequeña parte del complejo industrial militar venezolano-iraní que llevó a cabo proyectos conjuntos de UAV, motores de reacción, fabricación de municiones y partes de helicópteros, estableciendo un esquema de evasión de sanciones durante la era chavista, que sentó precedentes para las actividades “comerciales” actuales de Irán en Venezuela.
La era Maduro

La muerte de Chávez en 2013 generó especulaciones sobre el deterioro de los lazos estratégicos entre Teherán y Caracas. Esto no fue así. Luego de un período de transición de dos años, en 2015 se reinició la cooperación conjunta iraní-venezolana, cuando Maduro visitó Teherán en dos ocasiones, y en 2016, cuando Hassan Rouhani realizó su primero y único viaje a Venezuela, para participar en Isla Margarita en una cumbre anual del Movimiento de Países No Alineados. Ambos países firmaron una serie de acuerdos bilaterales en materia de ciencia, nanotecnología, petróleo y agricultura.
En 2017, el CGRI utilizaba a Venezuela como centro de transbordo de productos estratégicos como minerales, metales, materiales y tecnología, comprados en toda Latinoamérica para apoyar sus prósperos programas de armas convencionales y de destrucción masiva (WMD en inglés) en Irán. Más importante aún, desde el 2015 Irán había marcado el 2020 en su calendario, luego de firmar el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC). Irán comprendió que solo tenía unos pocos años para legitimar su impacto “comercial” en Venezuela, si quería aprovechar el fin del embargo de armas de la ONU el 18 de octubre de 2020.
Mientras Irán cosechaba los beneficios financieros del acuerdo nuclear del PAIC, la economía venezolana se hundía inexorablemente. A pesar de asentarse sobre una de las reservas de petróleo más grandes del mundo, Venezuela tuvo que enfrentar una colosal escasez de combustible. Esto le abrió las puertas a Irán para enviar combustible, alimentos, técnicos e incluso abrir su primer supermercado en Caracas en 2020, con lo cual legitimaba su actividad comercial aparentemente inocua, para fortalecer su presencia militar en el futuro. En 2020, Irán formó un puente aéreo y marítimo a través del Atlántico, basado en una red del CGRI en terceros países, lo que generó múltiples rutas entre Irán y Venezuela. Por ejemplo, Argelia y Serbia son puntos de reabastecimiento de combustible para rutas aéreas, mientras que Sudáfrica es un punto de circunnavegación alternativo a la ruta marítima entre Irán y Venezuela.
El puente marítimo permite al CGRI utilizar diversas tácticas de evasión marítima como cambiar banderas, el nombre y el color de las embarcaciones iraníes, y apagar sus transpondedores a la mitad del viaje, para que los barcos iraníes lleguen a Venezuela sin ser detectados. No obstante, en 2020 se incautó el cargamento de algunos petroleros iraníes, gracias a esfuerzos de decomiso civil estadounidenses. Aun así, Irán sigue luchando por legitimar su presencia en Venezuela.
Para Irán y el régimen de Maduro la clave es pasar de un esquema de evasión de sanciones, implementado durante los años de Chávez, a una estrategia de resistencia a las sanciones, basada en una narrativa de victimización conjunta, que deslegitima el uso y la efectividad de las sanciones estadounidenses e internacionales. Si tienen éxito, es probable que Irán refuerce su presencia militar en Venezuela, ya que el régimen de Maduro busca enfrentar a sus vecinos de Guyana, Brasil y Colombia.
La fuerza multipolar
La estrategia expansionista del régimen de Maduro en Latinoamérica y el Caribe cuenta con el apoyo de agentes estatales externos. El 6 de noviembre de 2020, Maduro anunció la creación de una nueva Comisión Científico-Militar dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas, que buscará modernizar los sistemas de armas de Venezuela. Si bien Maduro no especificó qué sistemas actualizará, mencionó que este nuevo consejo contará con asesores de China, Irán y Rusia. Posiblemente, con el flamante acuerdo estratégico de 25 años entre Beijing y Teherán, y la extensión a 20 años de un acuerdo de armas con Moscú, se beneficie la nueva comisión de defensa venezolana, estableciendo una fuerza militar multipolar en Venezuela, que fortalezca al régimen de Maduro.
En enero de 2019, el ministro de Defensa de Irán, Amir Hatami, llegó a Caracas para asistir a la ascenso de Maduro a su segundo mandato para fortalecer la cooperación entre Irán y Venezuela en materia de defensa. Más tarde ese año, en plena crisis humanitaria en Venezuela, las Fuerzas Armadas venezolanas participaron en los Juegos Militares Internacionales de Rusia 2019, junto con China y Rusia. A finales de año, por primera vez en la historia, China, Irán y Rusia llevaron a cabo simulacros navales conjuntos en el golfo de Omán y en el océano Índico. Más recientemente, a mediados de febrero de 2021, el trío realizó simulacros navales similares en el norte del océano Índico.
Por ahora, esta cooperación militar conjunta se sitúa en el otro lado del mundo. Por otra parte, Rusia sigue incrementando su presencia como contratista militar en Venezuela, mientras que China ofrece apoyo desde las sombras. Irán, no obstante, parece ser el eje de esta nueva fuerza multipolar a medida que construye su puente aéreo y marítimo hacia Venezuela, lo que posiblemente convierta a su asociación estratégica con el régimen de Maduro en su inversión más exitosa fuera del Medio Oriente.
Joseph M. Humire es experto en amenazas transnacionales en el continente americano, y director ejecutivo del Centro para una Sociedad Libre y Segura, un centro de estudios de seguridad nacional con sede en Washington D.C. También es coautor del libro La penetración estratégica de Irán en Latinoamérica (Iran’s Strategic Penetration of Latin America, Lexington Books, 2014).