La visita del Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a la República Popular de China (RPC) a principios de 2023, fue recibida por el máximo dirigente de este país con unas amistosas palabras. “Usted es nuestro viejo amigo y un buen amigo. Fue con su atención y apoyo que las relaciones entre China y Brasil lograron un gran salto”, le dijo Xi Jinping al recién posesionado presidente de Brasil.
Lula, quien gobierna por tercera vez a Brasil, (fue presidente también entre 2003 y 2010), logró que China se convirtiera en el 2009 en el principal socio comercial de Brasil, posición que aún mantiene. De igual manera, Pekín convirtió a Brasil en el mayor destino de su inversión extranjera en la región –un 42 por ciento de la inversión de la RPC en Latinoamérica aterriza en Brasil– dejando en evidencia el interés de Pekín por el gigante sudamericano.
Pero desde entonces, las cosas han cambiado a nivel global; China tiene hoy prioridades muy distintas a las de hace 20 años y Brasil, según expertos y analistas, se enfrenta a una relación que podría calificarse de coercitiva y asimétrica frente a la RPC.
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“Los chinos fueron muy buenos haciendo lo que decía Xi Jinping: “esconderse y esperar”, en otras palabras, oculta tu fuerza y gana tiempo. El paso de los años demuestra que su verdadera naturaleza es forzar a los países a la dependencia económica y comercial; un ejemplo de ello, es la relación que hoy tiene con Brasil”, le dijo a Diálogo Ryan Berg, director del programa de las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con sede en Washington D.C.
Dependencia
A principios de siglo, muchos países en vía de desarrollo creyeron que la RPC podía ser una alternativa para su financiación, así como un estímulo para sus economías a través del comercio de materias primas. Veían la oportunidad de construir una relación de gana-gana con una potencia emergente. Brasil, era uno de los más interesados en este tipo de relaciones dado su poder en la exportación de productos como petróleo, hierro y soja principalmente.
“El mundo se dejó convencer por la idea de la modernización, creyendo que el desarrollo económico de China estaba conduciendo a una liberalización del mismo y dando paso a nuevas oportunidades de desarrollo a países emergentes”, dijo Berg.
Con el paso del tiempo, las promesas de China no se cumplieron y el país asiático ha dejado ver su otra cara, que según expertos es más represiva y autoritaria. “Muchos de los países han caído en una relación de dependencia más que de equidad con el país que lidera Xi Jinping”, añadió Berg.
En el caso de Brasil se trata de sujeción y dependencia comercial dicen los expertos, como resultado de las exportaciones de Brasil a Pekín. “Ejemplo de ello es el mercado de granos, especialmente la soja,” le dijo a Diálogo Thiago de Aragão, director estratégico de la consultora de riesgos políticos Arko Advice con sede en Brasilia.
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Según el Observatorio de Complejidad Económica, plataforma centrada en la dinámica de las actividades económicas, en el 2022 Brasil exportó USD 47 200 millones en Soja, de los cuáles USD 31 900 millones tuvieron como destino la RPC, seguido de España por un valor de USD 1890 millones. Cifras que, si bien reflejan la creciente competitividad y productividad de la agricultura brasileña, también dejan al descubierto la dependencia que ha generado Pekín en la economía de este país.
“Se podría argumentar que China depende de la soja brasileña para alimentar a su creciente población; sin embargo, la realidad es que Brasil no es el único ni exclusivo vendedor del grano a la RPC, mientras que Brasil sí le exporta a China prácticamente la totalidad de su producción de soja, siendo un volumen que no puede sustituir ningún país del mundo, ni siquiera si se dividiera entre varios,” dijo de Aragão.
En términos generales, cerca de un tercio de las exportaciones del sector agroindustrial están destinadas a la RPC a lo que se suma el hecho de que Brasil ha disfrutado de un superávit en su balanza comercial con China, que ha sido constante durante los últimos 20 años, vital para la economía de Brasil que ha estado en recesión desde el 2014 con un crecimiento que no supera el 2 por ciento. “Si se perdiera el mercado de exportación con China, esto sería devastador para el sector agroindustrial de Brasil,” comentó de Aragão.
Dependencia que también se refleja en ciertos riesgos y amenazas, para la seguridad del sector agrícola de ese país sudamericano. “Las decisiones que se toman en Pekín son más importantes que aquellas que se toman en Brasilia respecto a la estrategia de exportación de bienes básico o commodities para el próximo año, porque esta dependencia ha dado lugar a que el éxito de los principales rubros de la canasta exportadora de nuestro país va a depender más de Pekín que de nuestro propio país”, explica de Aragão.
Preocupa a los expertos de Brasil, además, lo que llaman “diplomacia coercitiva” que se desprende del poder y dependencia de la RPC en todas las actividades comerciales como lo explica de Aragão. “Dado que cualquier proceso de decisión en China está unificado entre lo que ellos llaman sector privado, gobierno y partido, existe un miedo constante y una amenaza silenciosa sobre cómo podrá reaccionar el Gobierno chino frente a las decisiones que toman los productores y gobiernos brasileños. Situación que lleva a que cada movimiento sea fríamente calculado para no ofender a Pekín”.
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Una preocupación que no es infundada porque si la decisión no le gusta a la RPC puede tomar retaliaciones que afecten la economía de los países en cuestión. “Algunos de los comportamientos alarmantes que hemos visto en nombre de China es la coerción económica: si un país no apoya la política exterior de China o toma acciones en contra del país asiático, Pekín no duda en impactar la relación económica y dañar a ese país, incluso en economías tan fuertes como la australiana”, expresó en entrevista con Diálogo Leland Lazarus, director asociado de Política de Seguridad Nacional del Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Florida.
En el 2020, la RPC impuso aranceles de hasta más de un 200 por ciento de impuestos al vino importado por Australia, como respuesta a la petición de ese gobierno de abrir una investigación internacional sobre el origen del COVID-19. Según informó la BBC, antes de estas medidas el producto australiano acaparaba el 35,5 por ciento del mercado del vino de importación en China, dos años después ni siquiera aparecía entre los 10 principales exportadores de esa bebida al país asiático.
“Algo similar ya sucedió en Brasil durante el Gobierno de Jair Bolsonaro, quien se mostró inicialmente poco amigo de una política pro-China. Fue así, como durante sus primeros años de gobierno la inversión directa en Brasil disminuyó de USD 11 000 millones en el 2017 a USD 300 millones en el 2018. Si bien no podemos decir que fue una casualidad directa, si fue una correlación desafiante”, añadió Lazarus.
Y esta relación económica tan desigual, asimétrica y coercitiva que denuncian los expertos, pone en riesgo a sectores estratégicos como las nuevas tecnologías y las energías renovables, cruciales para el desarrollo y la seguridad del país. Sectores muy apetecidos por la RPC y que hacen parte de lo que Pekín ha llamado “las nuevas infraestructuras”.
BRI: Brasil, presa perfecta
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En el 2013, como parte crucial de la estrategia de proyección global de Pekín, Xi Jinping lanzó la iniciativa conocida como la Franja y la ruta, o BRI por sus siglas en inglés. A través de inversiones y préstamos desorbitantes a cambio de infraestructura, la RPC hoy cuenta con proyectos de alto impacto en 147 países del mundo. Sin embargo, las dificultades de los países para pagar sus deudas y las críticas que se dieron sobre los proyectos del BRI por la falta de transparencia, fallas de ingeniería en las obras, violación de derechos laborales, así como impacto ambiental, la RPC busca recalibrar su presencia en la región. “No es que China esté dejando de lado su ambición, sino que está buscando canalizar por nuevas vías el afán de mantener su hegemonía mundial”, dijo Berg.
Según un reciente estudio del centro de pensamiento estadounidense Inter-American Dialogue, las nuevas áreas prioritarias de la RPC incluyen, tecnologías de información y comunicación, energías renovables y vehículos eléctricos entre otros negocios estratégicos.
Interés que dejó claro el miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) y ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, durante su visita a Brasil a mediados de enero de 2024 donde habló de la importancia de reforzar alianzas en estos sectores, según informó el portal digital de noticias argentino Infobae.
Mientras Pekín planea estratégicamente cómo aumentar su presencia en estos sectores, la relación comercial de Brasil con la RPC no hace más que aumentar. Según datos oficiales del Gobierno de Brasil, el 30,7 por ciento de las exportaciones brasileñas tuvieron como destino Pekín durante el 2022. Una cifra que preocupa a expertos y tomadores de decisiones porque consideran que Brasil podría estar cediendo sectores estratégicos a la RPC a cambio de mantener sus buenas relaciones comerciales.
“La dependencia que ha creado China en Brasil ha generado cierta “fuerza de buena voluntad”, en otras palabras: darle gusto a tu mejor cliente. Y esto ha permitido que China avance en sectores estratégicos muy diversos, al tiempo que Brasil se esmera por desarrollar productos que satisfagan las necesidades y gustos de China”, resaltó de Aragão.
El caso Huawei
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En marzo de 2021, el diario estadounidense The New York Times (NYT) publicó un revelador artículo sobre cómo China habría aprovechado la pandemia para influir en la toma de decisiones de Brasil, cuando el gigante sudamericano se resistía a incluir a Huawei, en la lista de ofertas para desarrollar la red 5G.
Según el NYT, Brasil estaba listo para construir una ambiciosa red inalámbrica 5G por valor de miles de millones de dólares que garantizara la seguridad cibernética y libre de espionaje. Una decisión que excluía de entrada a la empresa del país asiático Huawei, por considerarse una extensión del sistema de vigilancia chino, y la cual ya había sido vetada por varios países entre ellos Australia, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda y Estados Unidos entre otros.
Pero la decisión coincidió con la pandemia del COVID-19 que ocasionó un gran número de muertos. En medio de la crisis, el Ministro de comunicaciones de Brasil, Fábio Fara, viajó a Pekín para reunirse con los ejecutivos de Huawei, informó el diario. Dos semanas después, el Gobierno brasileño anunció las reglas para la subasta 5G, y Huawei, empresa a la que el país había vetado, sorpresivamente apareció dentro de los posibles proveedores. Días después, decenas de millones de envíos de vacunas aterrizaron en Brasil, así como los ingredientes para producirlas en ese país sudamericano, reveló el NYT. “Este cambio de posición, ilustra como China es capaz de hacer uso represivo de sus ventajas para alcanzar sus objetivos han denunciado los expertos”, dijo de Aragão.
Pero no sólo fue la pandemia el detonante del cambio de postura, también se registró un importante lobby pro-china. “A pesar de no ser una democracia, los chinos saben y comprenden muy bien cómo opera el congreso de Brasil. Así, que, en lugar de presionar directamente al Gobierno brasileño, utilizaron como intermediarios a los jefes de los grupos agrícolas, quienes, ante el temor de nuevas normas fitosanitarias e inspecciones a las exportaciones agrícolas, abogaron a favor de Huawei”, dijo Berg.
Influencia que también llegó hasta las altas esferas de grandes empresas privadas tanto en el sector de la agricultura como la minería, añadió de Aragão. “Huawei ofreció kits 5G a empresas privadas influyentes, lo que hizo más difícil para el Gobierno brasileño excluir a este proveedor, dado que varios actores clave en importantes sectores de producción en Brasil ya estaban usando su tecnología”.
Como resultado, Huawei es hoy uno de los principales proveedores de tecnología en el despliegue de la red 5G en Brasil.
En la segunda parte de este reportaje, veremos cómo la RPC ha avanzado en éste y otros sectores estratégicos como por ejemplo el energético. “Si lo quisiera, China podría dejar a Brasil sin luz en cualquier momento”, alertó Berg. Así como la alarmante cifra que domina Pekín sobre la explotación y producción de un mineral mucho más preciado que el oro: el niobio; crítico para el desarrollo de misiles hipersónicos y el sector aeroespacial, y el cual abunda en tierras brasileñas. ¿Está Brasil impulsando, involuntariamente, la modernización del Ejército Popular de Liberación de la RPC?