Tras la salida del exministro venezolano de Petróleo Tareck el Aissami en marzo, el régimen de Nicolás Maduro acentuó su dependencia de Irán para mantener a flote a la industria petrolera.
En junio, el presidente de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y ministro de Petróleo Pedro Tellechea, firmó un memorándum de entendimiento con su homólogo iraní Javad Owji, para “impulsar la cooperación en materia petroquímica entre ambas naciones”, de acuerdo con la información de PDVSA.
“[Los iraníes] aportan algunos catalíticos para mejorar los procesos de refinación. En Amuay [estado de Falcón] solo funcionan tres de las más de 20 plantas [24], una de ellas es la catalítica”, explicó a Diálogo el 9 de agosto Iván Freites, secretario de Profesionales y Técnicos de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela. “También hicieron algunas reparaciones en El Palito, adonde llega el crudo que ellos traen para su refinación (…). Están metiendo dos millones de barriles mensuales a Venezuela y se cobran el equivalente a seis millones de barrilles, pero ya procesados”.
Venezuela es el país con las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, con 304 000 millones de barriles, de acuerdo con el portal alemán Statista. No obstante, desde 2014 la industria petrolera venezolana colapsó, debido a la corrupción y la politización en el manejo de su nómina.
Mientras que los representantes de ambos países firmaban este convenio, en las calles permanecían largas colas de vehículos alrededor de las estaciones de servicio de PDVSA, debido a la escasez de combustible, informó la Voz de América. Automovilistas que viven cerca de Colombia, cruzan la frontera para abastecerse de combustible en las gasolinerías de ese país.
Desde febrero, los iraníes incrementan paulatinamente su presencia en la principal industria venezolana. Ese mes, se conoció que el régimen de Maduro otorgó a la Compañía Nacional de Refinación y Distribución de Petróleo de Irán (Niordc) un contrato por casi USD 120 millones para iniciar la reparación de la refinería de El Palito, en Carabobo, a 150 kilómetros al oeste de Caracas.
Freites indicó que los equipos de trabajo procedentes de Irán se manejan en forma discreta en Venezuela. Tienen dos ejes de acción: en la urbanización La Campiña, de Caracas, donde está el centro de decisiones sobre comercio internacional de la industria petrolera; y en la refinería de El Palito.
Gracias a esto, la producción venezolana de combustibles como gasolina y gasoil para uso del transporte público fue elevada de 40 000 a 70 000 barriles diarios, lo que apenas logra cubrir la demanda del mercado nacional, advirtió Freites. El problema, añadió, es que Venezuela envía el 20 por ciento de esa producción a Cuba, debido a un convenio de cooperación firmado a principios de este siglo.
“Los iraníes son actualmente quienes más están metidos en la industria petrolera. Esto no es solamente un tema de negocios para hacer que Venezuela dependa de los iraníes. También es una forma que tiene Irán para incomodar a los países occidentales, y en especial a los Estados Unidos”, remarcó Freites.
Escudo ideológico
Las industrias petroleras de Irán y Venezuela cuentan con sanciones del Departamento de Estado de los EE. UU., debido a que son usadas por sus respectivos regímenes como instrumentos para la opresión y la persecución política. En el caso venezolano, además, PDVSA está señalada de pertenecer a un sistema que respalda a organizaciones terroristas como disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
En 2018 Maduro acentuó su aproximación a la república islámica, con el propósito de eludir las referidas sanciones. Un operador clave en esta materia fue el empresario colombiano Alex Naín Saab, detenido en Cabo Verde cuando hizo escala en un viaje aéreo entre Venezuela e Irán, en junio de 2020. El régimen venezolano sostiene que Saab era un “enviado oficial” de Maduro.
De acuerdo con el expresidente de la junta administradora de PDVSA Horacio Medina, la insistencia de Maduro en estrechar la relación con los iraníes “suena más a cuestiones políticas”, y no a la búsqueda de mejorías en la industria.
“Esto se ve desde la época de [Hugo] Chávez, cuando empezaron a repartir sectores de la faja petrolífera del Orinoco a empresas chinas y rusas” dijo a Diálogo el 9 de agosto Medina. “Era una forma de protegerse. Para los iraníes, esto es un negocio y a la vez una cabeza de playa para molestar a los EE. UU. Ellos podrían aportar algunas cosas, pero la industria petrolera padece de problemas estructurales, que no se resuelven con paños calientes pues requieren de grandes inversiones”.
Para elevar la producción nacional a un millón de barriles diarios sería necesaria una inversión superior a USD 4000 millones, lo que no está negociado con Irán, agregó Medina. Además, la insistencia en relacionarse con naciones asiáticas como Irán ocasiona pérdidas para el país.
“Es paradójico, pero ningún mercado valora más el petróleo venezolano que los Estados Unidos. Esto se puede saber por inteligencia de negocios. El crudo venezolano se coloca en los mercados asiáticos con 35 a 40 por ciento de descuentos. En cambio, en los EE. UU. lo compran a precio real”, remachó.