En la periferia de Tegucigalpa, Honduras, militares hondureños colocan carne en unos arboles dentro de un recinto. De pronto, un jaguar sale de su cubil, se acerca y salta en una rama para robarse la comida. Cerca, unos biólogos observan con aprobación –el felino demostró habilidades positivas para su liberación.
Los militares y científicos son parte del equipo del Centro de Rescate, Rehabilitación y Liberación de Vida Silvestre, un proyecto único en Centroamérica implementado por las Fuerzas Armadas de Honduras, bajo el liderazgo del Comando de Apoyo al Manejo de Ecosistemas y Ambiente (C-9). El proyecto, lanzando en enero de 2019, busca proteger y preservar la fauna nacional a través de un programa integral que rehabilite a los animales rescatados, víctimas del tráfico ilegal de especies silvestres.
El proyecto, explicó a Diálogo el Teniente Coronel del Ejército de Honduras Edwin Francisco Pacheco Palma, jefe de Operaciones del C-9, originó después que un incendio a finales de 2018, en el complejo turístico Little French Key en la isla de Roatán, reveló que jaguares se mantenían de forma ilegal y en condiciones inadecuadas. Sin recinto, personal técnico y equipo para sedar y trasladar los animales, las Fuerzas Armadas tomaron la decisión de implementar este proyecto con el objetivo de rescatar y dar una oportunidad a animales aptos de poder ser liberados. El C-9 tomó el programa a cargo e invirtió en la infraestructura.
“Nosotros [en Honduras] somos personas que no tenemos en la mente el manejo de vida silvestre”, dijo el Tte. Cnel. Pacheco, quien espera que el proyecto provocará un cambio en la sociedad y despertará la conciencia ambiental. “Cuando los ciudadanos agarran a una guara [ave nacional], que es ilegal en nuestro país, están cometiendo un delito que es el tráfico de fauna”.
Especies en riesgo de extinción
Según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, tratado multilateral para proteger las especies de las amenazas del comercio internacional, más de 20 especies estarían en riesgo de extinción en territorio hondureño. Entre ellos, están el jaguar, tapir, iguana verde y guara roja.
Con sus selvas tropicales, bosques, montañas y manglares –y con dos sitios declarados como patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura– Honduras cuenta con cientos de reptiles, aves, especies anfibias y mamíferos en espacios naturales que cubren casi la mitad del territorio. Si bien el entorno es favorable para la flora y fauna silvestre, sus áreas de difícil acceso también permiten que la criminalidad, como el tráfico y la caza ilegal de vida silvestre, la deforestación y los incendios, prospere y diezmara a algunas especies.
unque organizaciones criminales transnacionales involucradas en el narcotráfico han sido culpables de participar en el tráfico ilegal de vida silvestre, el problema también, explica el Tte. Cnel. Pacheco, tiene que ver con la cultura y falta de educación de la población.
“El hondureño tiene la costumbre de comer ese tipo de animales. La famosa sopa de garrobo [reptil], la iguana en coco, es una costumbre de sobreexplotación ya que algunas [especies] están en peligro y estamos resolviendo [ese problema]”, dijo el oficial.
Rehabilitar y liberar
Más de 100 animales exóticos –incluyendo jaguares, yaguarundíes, tigrillos, iguanas y guaras rojas– se encuentran en el centro de rehabilitación del C-9 como parte del programa que los reintroduce a su hábitat. Desde que empezó el proyecto, unos 20 fueron liberados, dijo a Diálogo Olvin Andino, biólogo coordinador del programa de manejo de rehabilitación y transporte de fauna silvestre del C-9.
“No son animales rescatados de una jaula para vivir en otra jaula”, dijo Andino. “Si el animal aprendió, siendo alimentado, también puede desaprender ese acondicionamiento”.
El proceso de liberación incluye un entrenamiento para ejercitar los animales para que recuperen su fuerza después de haber perdido la musculatura en cautividad. Las aves, por ejemplo, reaprenden a extender y agilizar sus alas, mientras los felinos aprenden a olfatear y cazar su presa como lo hicieran en la naturaleza.
Parte del proyecto, incluye utilizar las habilidades técnicas de ingenieros militares que desde de un principio se han dedicado en desarrollar collares de rastreo para los felinos que permitirán monitorear sus movimientos y estudiar sus hábitos. En un futuro, los miembros del proyecto también desarrollaran un banco de datos genéticos de los felinos con la ayuda de un genetista para poder detectar los niveles de consanguinidad, entre otros factores, antes de liberarlos en una zona especifica.