El cuerpo médico que trabaja en el extranjero desde hace décadas para ayudar a comunidades afectadas o a países pobres es un gran orgullo para la Cuba comunista.
Pero el doctor Orazal Sánchez no quiere ni oír hablar de eso; pasó gran parte de su vida profesional en esa brigada y fue desilusionándose con lo que considera un sistema opresivo, fuerte en ideología y de falsa solidaridad hacia las naciones que visitan.
Decidió renunciar durante una campaña en el desierto de Kalahari, en Botswana, harto de seguir las reglas arbitrarias que le imponían: ser obligado a entregar su pasaporte y delatar a sus colegas.
Incluso después de abandonar el cuerpo médico se sintió oprimido por el Gobierno cubano, que le prohibió regresar a su hogar y le negó sus credenciales profesionales, lo que significa que debe comenzar su carrera de nuevo.
“Lo triste de todo esto es que somos esclavos. Creemos que somos libres, pero mientras tengamos familiares en Cuba trabajaremos para el sistema”, dijo Sánchez, un endocrinólogo de 40 años.
Sánchez y otros dos médicos que trabajaron en el programa y hablaron con AFP bajo identidades ficticias compartieron experiencias similares al hablar del cuerpo sanitario, que es uno de los estandartes de la revolución que encabezó Fidel Castro en 1963.
Ahora es uno de los programas más lucrativos del Gobierno cubano, ya que ingresaron al país USD 11 000 millones entre 2011 y 2015. Hacia fines de 2018, trabajaron 34 000 profesionales para el cuerpo médico cubano en 66 países.
El mes pasado, la agrupación Defensores de los Presos Cubanos y el partido político Unión Patriótica de Cuba presentaron un reclamo ante la Corte Penal Internacional (CPI) sobre el programa.
La demanda ante la CPI incluye el testimonio público de 64 médicos del programa y otros 46 que declararon en privado.
En esta denuncia, tres médicos que hablaron con AFP son demandantes y acusan al ex presidente Raúl Castro y al actual presidente Miguel Díaz-Canel de crímenes contra la humanidad, y de encabezar un programa que ejerce una forma moderna de esclavitud.
Familias en riesgo
Según los médicos, el personal sanitario que rechaza unirse a una misión en el extranjero sufre terribles consecuencias en su carrera. Es más, el Gobierno cubano considera traidores a quienes abandonan el programa, y amenaza con tomar represalias contra sus familiares que viven en la isla; una forma de tortura a la distancia.
Delia Estelles, de 37 años de edad, dijo que mientras trabajó en Guatemala sufrió acoso sexual y adoctrinamiento político forzado, además de tener que enviar dinero al partido comunista de Cuba; todo esto mientras sobrevivía con casi nada, porque su salario era muy bajo: el Gobierno cubano se lleva todo el dinero que pagan los países por la atención médica.
Estelles se amparó en un programa de los EE. UU. que ya no existe: Admisión Condicional para Profesionales Médicos Cubanos.
Bajo este programa pudo ingresar a los EE. UU. pero no pudo llevar a su familia, que vive en Cuba, donde es común la falta de productos de primera necesidad.
“Les mando de todo, incluso desodorante y jabón”, comentó.
Yolanda García trabajó en Venezuela, en donde la influencia cubana es tan grande que “los cubanos controlan todo”, aseguró.
García agregó que las autoridades le pedían que manipulara estadísticas y documentos, que inventara nombres y números de documentos de identidad para que el cuerpo médico cumpliera con el número de pacientes programado cada semana. Pero lo más desagradable fue cuando le pidieron que tirara a la basura medicamentos traídos desde Cuba, en donde hay escasez, para que los inventarios concordaran con la cantidad de tratamientos que decían ofrecer.
Después de que García comenzó a trabajar en Brasil junto a 8000 médicos, Cuba canceló el programa al asumir Jair Bolsonaro el cargo como presidente de la nación.
Bolsonaro demandó nuevas condiciones para los médicos cubanos, como por ejemplo que sus familias puedan encontrarse con ellos en Brasil y que reciban todo el dinero que el Gobierno brasileño les paga.
García decidió quedarse en Brasil y no volver a Cuba, país que la desilusionó.
“No puedo creer que todo ese dinero vaya a estas misiones y que el país esté así”, dijo. “La última vez que fui no había ni huevos”.