La Iglesia Católica ha estado bajo ataque en Nicaragua bajo la dictadura de Daniel Ortega-Rosario Murillo, experimentando una problemática realidad marcada por la persecución, el encarcelamiento y el exilio. Los administradores y las personas afines al régimen han acosado sistemáticamente al clero y a los fieles católicos.
Entre las últimas acciones del régimen se encuentra la expulsión de 12 sacerdotes católicos que fueron enviados a Roma a mediados de octubre, una medida que, según los críticos, demuestra la represión nicaragüense contra la Iglesia. El grupo no incluía a Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa, acérrimo crítico de los Ortega-Murillo, condenado a 26 años de prisión por traición a la patria.
Para la exiliada investigadora nicaragüense Martha Patricia Molina, el envío de los sacerdotes a Roma fue un traslado forzoso, declaró a Reuters. “El traslado no significa el fin de las hostilidades; los ataques continuarán y posiblemente también más detenciones”, dijo.
Leonardo Paz, investigador del Centro Internacional de Prospección e Inteligencia, de la Fundación Getúlio Vargas, explica que el clima no siempre ha sido de conflicto entre Ortega y la iglesia nicaragüense, que estuvo cerca del régimen a finales de los años 70 cuando se produjo la transición de la dictadura de la familia Somoza a la dictadura sandinista, siendo muy activa y ayudando a negociar la liberación de presos políticos. Sin embargo, la relación cambió rápidamente porque los sandinistas tenían problemas con la capacidad de la Iglesia para influir en la mayoritaria población católica.
“Aunque en los últimos años, como en otros países, las denominaciones evangélicas han crecido mucho. El catolicismo en Nicaragua sigue siendo muy fuerte. Tiene una gran permeabilidad en la población, en el sentido de que conforman comités eclesiásticos en todos los barrios e iglesias; una penetración muy fuerte en el tejido social, no sólo en términos de ir a la iglesia, sino [en términos de] estructurar redes”, explica Paz.
El investigador cuenta que la relación entre la Iglesia católica y el régimen de Ortega-Murillo empeoró tras las protestas contra la dictadura sandinista en 2018, que exigían el fin de su mandato. En ese momento, Ortega pidió a la Iglesia que ayudara a mediar con los principales líderes. La Iglesia católica, sin embargo, adoptó inicialmente una postura neutral, en el sentido de que no participaría. Pero la fuerte represión, que se saldó con la muerte de más de 300 personas, llevó a la Iglesia a condenar la actuación de Ortega.
“Hay pruebas con acusaciones de que algunas iglesias han acabado escondiendo a personas que huían de la represión. Entonces el [régimen] acaba diciendo que las iglesias están ayudando a los terroristas. Cargan parte de la culpa a la iglesia por el proceso de las protestas y su continuación y por salvaguardar a estas personas que se manifestaban que, [según el régimen] eran como terroristas” analiza Paz. Así comenzó la persecución y el enfrentamiento entre el régimen y la Iglesia.
El investigador dice que, con la posición de la Iglesia en contra de las acciones de la autocracia, los Ortega-Murillo comenzaron a asediar gradualmente a los opositores, con una serie de acciones como el cierre de emisoras de radio y televisión católicas; la cancelación de las personerías jurídicas de organizaciones misioneras, impidiendo a algunas de ellas operar, recibir fondos y poder tener cuentas bancarias; la expulsión del país de eclesiásticos y clérigos; así como la prohibición de procesiones y la escenificación del viacrucis en las calles, como se hacía tradicionalmente. Según Paz, el temor de la dictadura es que la población comience a unirse en torno a lo que consideran clara injusticia y persecución de la Iglesia católica.
“Entonces, una parte de la población en realidad no está movilizada por la represión (…), pero sí está unida a la Iglesia en este contexto”, subraya Paz, que cree que la única forma de mejorar la situación de los derechos humanos en Nicaragua es a través de la presión internacional. “Son los principales países de la región los que tienen una relación directa con Nicaragua, ya sean acreedores, socios comerciales o países que prestan ayuda al desarrollo con préstamos subvencionados, para financiar las infraestructuras y el presupuesto. Son ellos los que van a tener que presionar a Nicaragua para que los Ortega-Murillo aflojen un poco, no sólo en relación con la Iglesia católica sino en relación con la forma en que avergüenzan y reprimen las protestas”.