A principios de junio de 2021, la presencia de dos buques de guerra iraníes en aguas del extremo meridional de África, que presuntamente se dirigían a Venezuela, hizo que sonaran las alarmas en toda Latinoamérica y el Caribe. Lo que antes parecía imposible se tornaba ahora inevitable; personal de inteligencia de la región se apresuraba a determinar las implicaciones de la presencia de embarcaciones navales iraníes en aguas del Caribe.
En julio, luego de semanas de especulaciones, los buques de guerra iraníes IRINS Makran y el IRINS Sahand cambiaron de rumbo hacia el norte a través del Canal de la Mancha, en dirección al mar Báltico, con destino a Rusia. Esta situación alarmante merece analizar la injerencia de Irán en Latinoamérica. Afortunadamente, los analistas poseen sustancial evidencia empírica en la cual basarse, luego de casi 40 años de una prolongada presencia iraní en la región. Esta presencia estableció un modus operandi con respecto a las actividades de Irán en la región, cuyo análisis denota un esfuerzo multidimensional y de varias fases, que he denominado “patrón de infiltración iraní”.
Fase uno: adoctrinamiento
A nivel estratégico, esta infiltración implica la transición gradual de una presencia informal hacia una formal, además del incremento de actividades militares en forma simultánea y sistemática. Durante la década de 1980, Irán inició esta estrategia estableciendo una presencia encubierta en algunos países latinoamericanos, bajo supuestos intercambios comerciales y culturales. Esta infiltración cultural y religiosa permitió a Irán –y a Hizbulá–, integrarse dentro de las pequeñas pero relevantes poblaciones islámicas chiitas en países elegidos. Más aún, estableció una infraestructura a través de la cual Irán podría infiltrar espías y otros agentes subversivos en la región, operadores que en los años posteriores organizarían redes de inteligencia en toda la región.
Esta fase podría considerarse una etapa de adoctrinamiento de la presencia de Irán en Latinoamérica, en la cual Teherán se abocó a entender factores políticos, poblaciones y sociedades locales, y tendencias socioeconómicas y demográficas predominantes, para encontrar la mejor forma de influir en Latinoamérica en favor de la revolución iraní.
A principios de siglo, el ascenso al poder de Hugo Chávez y el surgimiento del bloque de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), ayudaron a formalizar la presencia encubierta de Irán con una fachada más formal, diplomática y económica, por lo cual el régimen iraní duplicó su número de embajadas en Latinoamérica, y estableció líneas de crédito con media docena de países de la región. Esta presencia formal hizo que creciera la red informal de mezquitas y organizaciones benéficas islámicas apoyadas por Irán, estableciéndose una estructura de mando y control en toda Latinoamérica, bajo la órbita del Ministerio de Inteligencia y Seguridad de Irán y su ejército clerical, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI).
Para Teherán, su mejor enfoque en Latinoamérica ha sido destacar los aspectos sociales de la revolución iraní, presentándola como un movimiento cuyo objetivo es proteger los recursos naturales de las potencias occidentales, en referencia a los agravios históricos contra la Anglo-Iranian Oil Company, posteriormente British Petroleum, en Irán. Este enfoque les abrió las puertas en muchos países latinoamericanos, en donde los florecientes movimientos comunistas y las sociedades locales detentan un largo historial de enfrentamientos por los recursos naturales en contra de corporaciones multinacionales occidentales. En 2015, el entonces jefe del Comando Sur de los Estados Unidos (SOUTHCOM en inglés), el General del Cuerpo de Infantería de Marina de los EE. UU. John F. Kelly, declaró ante el Comité de Servicios Armados del Senado de los EE. UU. que Irán había instalado más de 80 centros culturales islámicos chiitas en Latinoamérica.
Alberto Nisman, el fallecido fiscal especial asignado al caso del atentado terrorista de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido en Buenos Aires en 1994, había dicho que estos centros islámicos chiitas respaldados por Irán eran como “antenas” de la revolución iraní. En la actualidad, se asemejan más bien a torres de telefonía móvil, que transmiten y reciben una gran cantidad de mensajes estratégicos en favor de Irán, Siria, Hizbulá, Hamas y su “eje de resistencia”, y promueven la desinformación en detrimento de los EE. UU., Israel y socios regionales.
En marzo de 2021, el Almirante de la Marina de los EE. UU. Craig S. Faller, entonces comandante de SOUTHCOM, declaró que “Teherán mantiene un canal en español [HispanTV], que llega a 17 países de la región”. HispanTV comenzó a operar en 2010, primero utilizando la infraestructura del medio de comunicación regional estatal venezolano TeleSUR. Recientemente, el Instituto de Estudios Estratégicos Nacionales publicó un estudio de Douglas Farah, académico en materia de seguridad nacional, donde el catedrático identificaba dos metodologías de desinformación empleadas por Irán en Latinoamérica. La primera se aboca a “fomentar la buena voluntad, la solidaridad, la afinidad cultural y a encontrar puntos en común”, mientras que la segunda “manifiesta la necesidad de generar un cambio radical en el orden mundial, siendo los EE. UU. el principal obstáculo para lograr ese cambio”.
Fase dos: asimilación
El 8 de diciembre de 2020, la Oficina de Control de Activos Extranjeros de los EE. UU., que depende del Departamento del Tesoro de los EE. UU., impuso sanciones a una masiva red universitaria de la ciudad sagrada chiita de Qom, Irán, por su presunta participación en el reclutamiento de estudiantes afganos y paquistaníes para combatir en la guerra civil siria. La Universidad Internacional Al-Mustafá, principal entidad sancionada, también ha capacitado a miles de latinoamericanos desde que inició sus operaciones en 2007. Recientemente, muchos graduados de los programas de adoctrinamiento iraní de la Universidad Internacional Al-Mustafá comenzaron a ganar influencia política en Latinoamérica, en países como Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México y Perú. Por ejemplo, en Perú, un líder del centro islámico chiita llamado Inkarrislam se postuló en reiteradas ocasiones para un cargo político municipal en Apurímac, una región rica en minerales, ubicada en la parte centro-sur del país.
Una vez que la presencia informal de Irán en Latinoamérica cobra suficiente influencia, se utiliza para reforzar su presencia diplomática formal y así obtener mayor acceso a las élites políticas y económicas del país. Irán aprovecha esta ventaja para establecer compañías ficticias que ayuden a facilitar la implementación de los programas nucleares y de misiles secretos de Irán. Este proceso es más evidente en Venezuela, donde Irán aprovechó su relación con el ahora difunto Chávez –y ahora con Nicolás Maduro–, para erigir un complejo industrial militar, que combine la creciente presencia comercial de Irán con la importante actividad militar de doble uso, que encabeza la Fuerza Quds, unidad de élite del CGRI.
Además de Venezuela, esta segunda fase de asimilación con la cultura, instituciones y élites políticas y económicas del país anfitrión tuvo diferentes niveles de éxito en Cuba, Nicaragua y Bolivia, en donde Irán goza de un estatus privilegiado como miembro observador del bloque de ALBA. Pero probablemente sea Bolivia en donde Irán haya logrado mayores avances en Latinoamérica, ya que logró avanzar con éxito a través de las diversas etapas de infiltración estratégica, en consonancia con el “proceso de cambio” (promesas de cambios sociales, culturales, económicos y políticos) del régimen de Evo Morales.
Bolivia: socio preferencial de Irán
Morales, activista indígena convertido en líder político socialista, ganó las elecciones presidenciales de Bolivia en 2005 y gobernó al país durante 14 años, hasta que dimitió en 2019 tras acusaciones de fraude electoral a gran escala. Durante este tiempo, Irán pasó de tener una presencia insignificante en Bolivia, a convertirse en uno de los principales socios del entonces presidente Morales y del partido político oficialista, el MAS. Posteriormente, tras la apertura de una nueva embajada en 2008, Irán firmó varios acuerdos bilaterales con Bolivia en sectores como hidrocarburos, agricultura, salud, forestación, cultura, minería, espacio, seguridad y nanotecnología.
En el año anterior, en 2007, Irán había comenzado a reclutar y adoctrinar a determinados ciudadanos bolivianos, a través de sus programas de extensión de la Universidad Internacional Al Mustafá. Estos militantes allanaron el camino para que Irán pudiera extender su alcance cultural en las artes, la televisión y los deportes en Bolivia, lo que acentuó la presencia iraní en la nación andina. En 2011, una controvertida visita que realizó a Bolivia el exministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi, puso de manifiesto las incipientes relaciones entre Teherán y La Paz. Vahidi, sobre quien pesa una notificación roja de Interpol por su participación en el atentado terrorista de la AMIA, es el nuevo ministro del Interior de Irán, e integra el gabinete del presidente Raisi. Posteriormente en 2016, y nuevamente en 2019, las múltiples visitas de alto nivel a Bolivia que realizó el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Irán Mohammed Javad Zarif, sirvieron para consolidar los fuertes lazos. Durante una de estas visitas, Zarif recibió la Orden del Cóndor de los Andes, una medalla que el Estado otorga a los extranjeros por sus excepcionales contribuciones a Bolivia.
Antes de que Irán y Bolivia comenzaran a forjar fuertes lazos bilaterales, Venezuela firmó en 2006 un acuerdo militar con el Gobierno de Morales, para construir bases militares conjuntas en la ciudad de Puerto Quijarro, ubicada en el interior del país junto al río Paraná, y en Riberalta, cerca de la frontera con Brasil. Irán se sumó a este acuerdo militar para que el CGRI, bien atrincherado en Venezuela, pudiera extender sus tentáculos hacia Bolivia. El diplomático iraní Hojatollah Soltani, ideólogo del triángulo Teherán- Caracas-La Paz, se desempeñó en La Paz de 2008 a 2010, y actualmente es el embajador de Teherán en Caracas.
Fase tres: ¿conflicto?
Algunos analistas creyeron que la muerte de Chávez truncaría la incursión iraní en Latinoamérica. Ocho años después esto claramente no ha sucedido, debido a que Irán adoptó un enfoque sistemático de largo plazo, para forjar y mantener una presencia estratégica en Latinoamérica.
El viejo refrán “la inteligencia impulsa las operaciones” indica que las operaciones de inteligencia, por su naturaleza, brindan apoyo a tomadores de decisiones que planifican políticas y cursos de acción específicos. En este contexto cabe destacar que las actividades iraníes en Latinoamérica, mencionadas en las dos primeras fases descritas en este artículo, se centraron en la aplicación de una diplomacia agresiva y tareas de recopilación y análisis de inteligencia. Sin embargo, como en otros lugares, esta preparación tiene como finalidad impulsar las operaciones en el futuro.
La advertencia que significaron los dos buques de guerra iraníes ingresando al Atlántico Sur en el verano de 2021, es una muestra no muy sutil de que la República Islámica considera a Latinoamérica un escenario estratégico importante, digno de operaciones militares avanzadas. Durante mucho tiempo, Irán se sintió sin poder por su desventaja geográfica en un posible conflicto con los EE. UU. Se acerca el día en que Irán habrá disminuido esta desventaja para convertirse en una amenaza de mayor envergadura en el hemisferio occidental.