En la avenida Río de Janeiro del municipio Baruta de Caracas, desde finales de noviembre hay cierto frenesí por la adquisición de pinos naturales importados directamente de Canadá.
Las tiendas en las que venden estas coníferas, las guirnaldas y los juguetes de Navidad fueron instaladas en lugares donde antes operaban otros comercios, que debido a la crisis económica, tuvieron que cerrar.
Estos pinos se venden a un precio mínimo de USD 100, si son naturales. Los artificiales pueden comprarse a partir de USD 120. Las luces y otros adornos pueden costar hasta USD 50 dólares. En las tiendas que venden este tipo de mercaderías en Las Mercedes, un barrio comercial de lujo cercano, los precios son similares.
Los compradores entusiasmados son parte de una minoría en Venezuela, burócratas que devengan sus riquezas gracias a sus puestos con el régimen de Nicolás Maduro. Para los demás, uno de estos arboles sin adornos equivale a 12,6 salarios mínimos mensuales. Solo un reducido sector de la sociedad puede darse este lujo.
“A la gente le gusta el olor del pino. Eso como que les recuerda la navidad”, explicó Diego, el joven encargado de una de estas ventas.
En su local, el fin de semana del 23 y el 24 de noviembre fueron vendidos ocho pinos. Todavía le quedan otros 30. A este ritmo, espera que para mediados de diciembre todos habrán sido despachados.
En otros tiempos, el movimiento alrededor de estas tiendas era de gran magnitud, y solía indicar que las navidades se aproximaban. Los profesionales de clase media gastaban allí los ingresos adicionales de fin de año. Ahora, según el diputado Ángel Alvarado, miembro de la Comisión Permanente de Finanzas y Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional de Venezuela, estos compradores representan un grupo privilegiado que no rebasa una pequeña parte de la población del país.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional al cierre de 2019, la inflación acumulada en Venezuela superará el 200.000 por ciento.
“Venezuela es mucho más que el este de Caracas [donde está Las Mercedes], y eso es bueno recordarlo. La economía del PIB [producto interno bruto] no petrolero cayó en 78 por ciento. Eso quiere decir que la economía privada en general está destruida”, afirmó el diputado.
A 3 kilómetros al norte de la avenida Rio de Janeiro se encuentra el mercado municipal de Chacao. En uno de los puestos, el encargado ofrecía un kit para preparar hallacas (tamales venezolanos) con los condimentos básicos (pasas, aceitunas, alcaparras y manteca) para el plato tradicional de las festividades decembrinas por USD 10. Aparte, sería necesario comprar las hojas para los envoltorios, la gallina y los trozos de carne de res y porcina.
Una compradora, Maria Eugenia, iba de un lado a otro para comparar los precios. Recordó que hasta 2017 se daba el lujo de contratar a dos asistentes para elaborar hasta 500 hallacas. Para esta Navidad, la situación será distinta: dos de sus cuatro hijos se fueron del país, y solo tiene ánimos para hacer unas pocas hallacas, que comerá con los familiares que todavía quedan en Venezuela.
Mientras Maria Eugenia terminaba sus compras, Ernestina deambulaba por los pasillos de este popular sitio de compras, arrastrando una pequeña carretilla. No compraba nada, pues no tenía con qué pagar.
“Estoy vendiendo todo lo que queda en mi casa para poder comer”, confesó la señora de 75 años de edad, agregando que su único sustento lo obtiene de la venta de sus propios enseres.
Al llegar las fiestas de fin de año, queda en evidencia la situación de desigualdad por la que atraviesan los venezolanos.
Según Janeth Márquez, la directora de la ONG Cáritas Venezuela, el 2019 cerrará con más de 7 millones de personas padeciendo por falta de necesidades básicas. Esto implica no solo la imposibilidad de adquirir medicinas para enfermedades crónicas, sino básicamente alimentos para alcanzar un mínimo diario de calorías.
De ellos, 1,2 millones son menores de edad. Para toda esta población, no habrá Navidad.