El Teniente General del Ejército de Brasil Carlos Alberto dos Santos Cruz, comandó las misiones de paz en Haití y en la República Democrática del Congo, y acaba de ser nombrado secretario brasileño de Seguridad Pública.
Nacido en la ciudad de Rio Grande (estado de Rio Grande do Sul), e hijo de un oficial de la Brigada Militar, el Teniente General del Ejército de Brasil Carlos Alberto dos Santos Cruz, de 64 años, es reconocido internacionalmente por compañeros y subordinados como uno de los militares brasileños más brillantes. Su trabajo en Haití se convirtió en una referencia. Fue tan importante que pocos meses después de haberse retirado a la reserva lo convocaron para regresar al servicio activo con la finalidad de comandar la mayor y más compleja misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la República Democrática del Congo (RDC) y la primera en tener una Brigada de Intervención. En la selva africana comandó de la línea de frente, desde donde lideró unidades de combate en operaciones de alta complejidad y con medios tecnológicos hasta entonces inexistentes en la Fuerza Terrestre de Brasil. Fue exitoso en vencer al enemigo y abrir un espacio para la construcción de la paz, lo que trajo una vez más el reconocimiento de la comunidad internacional.
Diálogo: Su primera misión de mando en el extranjero fue en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, por su sigla en francés), en la que inició un cambio radical en la situación de seguridad del país, llamando la atención de la ONU sobre su mando y su estrategia para resolver el problema de la criminalidad en el país. ¿Cómo fue su experiencia en esa misión?
Teniente General Carlos Alberto dos Santos Cruz: Mi primera participación en la ONU fue en Haití, como comandante de las tropas de las Naciones Unidas en ese país. Cumplí esa función durante dos años y tres meses, de enero de 2007 a abril de 2009. Cuando llegué a Haití los grupos criminales, las famosas pandillas callejeras, estaban concentradas en el barrio de Cité Soleil y ejercían un control completo sobre el área desde algunos años atrás. Las tropas de la ONU ya tenían algunos puntos establecidos en el interior del área, denominados puntos fuertes. Justo después de llegar se decidió acabar con ese dominio de las pandillas sobre el área y sobre la población local para posibilitar el restablecimiento de la autoridad pública. No se pueden tolerar grupos criminales que tengan dominio sobre un área, que exhiban armamento, que no permitan el acceso del Estado y que sometan a la población a secuestros, extorsiones, violaciones, etc. Diariamente había ataques contra las tropas de la ONU. Esa situación significó una gran ventaja para las tropas, porque los militares están preparados exactamente para situaciones de conflicto. La idea de los grupos armados de que podían defender el territorio y enfrentar a las tropas de la ONU en combate fue determinante para nuestro éxito. La decisión inmediata fue el enfrentamiento. Las tropas son profesionales, tienen mejor entrenamiento, material, tecnología, logística y un liderazgo mucho mejor. En esas situaciones el liderazgo y la determinación son fundamentales. Es importante mantener la operación a un ritmo intenso y constante contra los grupos hasta su completo desmantelamiento y eliminación. No puede haber descanso. Eso lo hicieron tropas bien comandadas y entrenadas de varios países, entre las que el contingente brasileño era el más numeroso. En realidad, las acciones no se llevaron a cabo para resolver el problema de la criminalidad, sino para eliminar el poder de los grupos armados que habían sido explotados políticamente en un cierto momento de la historia reciente del país. La reducción de los problemas normales de seguridad pública, de los delitos que suceden en el día a día de la sociedad, fue una consecuencia natural. En este punto es bueno destacar que la tasa de homicidios en Haití, por ejemplo, es mucho más baja que la de Brasil. Normalmente, el objetivo de la ONU es eliminar la violencia de origen político y no así los delitos que existen en la dinámica social, que son un problema de seguridad pública. Sin embargo, en el caso haitiano, la eliminación de las pandillas también acarreó el aumento de la seguridad en las áreas bajo control de la fuerza militar de las Naciones Unidas. Y todo eso se logró sin los llamados daños colaterales, gracias a la calidad de las tropas responsables de las acciones.
Diálogo: En 2013 usted fue convocado de nuevo y asumió el mando de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO, por sus siglas en francés), incluso de la primera Brigada de Intervención en la historia de las misiones de paz. ¿Podría hablarnos un poco más sobre su trabajo en la RDC? ¿Cómo eran las misiones? ¿Cómo logró vencer al M23?
Tte. Gral. Santos Cruz: Yo había dejado el servicio activo del Ejército de Brasil en diciembre de 2012 y en abril de 2013 me sorprendieron con la posibilidad de comandar las tropas de la ONU en la RDC. La MONUSCO era, y todavía es, la mayor misión de la ONU y también la que tiene el presupuesto más alto. En ese momento había una fuerza de más de 20.000 hombres y un presupuesto de cerca de US$ 1.400 millones. Los problemas del Congo son extremadamente complejos, en especial en la franja este, donde limita con Sudán del Sur, Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania. Toda esa área tiene una historia marcada por la violencia, donde el genocidio de 1994 es uno de los eventos más conocidos, cuando cerca de 500.000 personas de la etnia tutsi y más de 300.000 de la etnia hutu murieron en un período de aproximadamente tres meses en Ruanda. Muchos de ellos huyeron hacia el Congo. Posteriormente, ya en el interior del Congo, un número incontable de hutus y de otras etnias también fueron masacrados durante varios conflictos. Se estima que murieron entre cinco millones y seis millones de personas debido a la violencia en el Congo en los últimos 20 a 25 años. La imprecisión de los números muestra la pérdida de la dimensión humana del problema.
En 2012 se creó otro movimiento rebelde en el Congo, el M23. Básicamente era un grupo de la etnia tutsi con una formación militar sólida, entre los cuales gran parte eran desertores del propio Ejército congolés. Estaban fuertemente armados y tenían apoyo externo. Después de algunos combates este grupo ocupó Goma, una de las principales regiones del Congo, al este del país, con más de un millón de habitantes, en la frontera de Ruanda. El Ejército del Congo se replegó y la ONU no impidió la ocupación, lo que acarreó una situación de desprestigio y vergüenza para las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad emitió un nuevo mandato con una autorización más contundente en cuanto al uso de la fuerza, además de reforzar la misión con la llamada Brigada de Intervención, compuesta por cerca de 3.000 militares de Tanzania, Sudáfrica y Malaui. Llegué al Congo los primeros días de junio de 2013, justo después de la llegada del primer contingente de la Brigada de Intervención que venía de Tanzania. Posteriormente llegaron los militares de Sudáfrica y Malaui. En el Congo existían cerca de 45 grupos armados, pero la principal atención en ese momento era liberar a la ciudad de Goma de la presencia del M23, en el norte de la ciudad. Ese grupo armado, por presión política de la ONU, había salido de la ciudad y se había establecido en las primeras elevaciones del norte, en los suburbios del área urbana, unos seis a siete kilómetros del centro de la ciudad. Sin embargo, el M23 poseía una artillería con alcance de 18,5 kilómetros. En cuanto al área política, se había abierto una ronda de diálogos de paz entre el Gobierno del Congo y el M23 en la ciudad de Kampala, la capital de Uganda.
La decisión inmediata fue apoyar al Ejército congolés en la lucha contra el M23 a fin de liberar a la ciudad de Goma, derrotar el movimiento y recuperar el área del norte que estaba bajo el control y la administración del movimiento rebelde, pues el M23 había hecho una especie de gobierno paralelo en esa región. La batalla para liberar a Goma tuvo lugar a finales de agosto de 2013 y el Ejército del Congo contó con el apoyo de la ONU. El M23 ocupaba unas posiciones muy sólidas, en elevaciones difíciles de conquistar, y la batalla duró ocho días, que culminaron con la derrota y la retirada del M23, pero también con muchas bajas del lado congolés y algunas bajas y heridos de la ONU. Fue un combate clásico, con infantería de ataque y un apoyo extremadamente fuerte de artillería, morteros y helicópteros de ataque. El M23 se retiró hacia posiciones más al norte y en octubre de 2013 hubo un nuevo enfrentamiento en las localidades de Rutshuru-Kiwanja, cuando tuvimos bajas, pero derrotamos al M23 una vez más, haciendo que el grupo rebelde ocupara una posición defensiva extremadamente difícil de conquistar en las cercanías de la frontera con Uganda. Después de algunos intentos del Ejército del Congo y el apoyo de la ONU, usando infantería, artillería y morteros, el grupo rebelde fue derrotado con un bombardeo masivo con helicópteros de ataque y los [rebeldes] que quedaron se escaparon a Uganda.
Durante las operaciones en marcha se desencadenaron acciones contra otros grupos armados en áreas de la selva que eran completamente distintas del área de combate contra el M23. El combate pasó a ser de pequeñas patrullas y pelotones en un área similar a la selva amazónica, contra grupos que evitaban la confrontación directa y actuaban en base a emboscadas. Uno de esos grupos se llama ADF; se originó en Uganda y sigue una ideología islámica radical. Aterroriza a la población con una violencia indiscriminada contra civiles y asesina de manera cruel incluso a niños, mujeres y hombres, casi exclusivamente con hachas y machetes; apenas usan las armas de fuego. La utilización de la técnica de emboscadas y el asesinato de civiles (cerca de 500 asesinatos en un año), trajo también muchas bajas en el Ejército congolés y algunas en la ONU. En otras áreas del país también teníamos otras operaciones contra diferentes grupos rebeldes.
Diálogo: En la República Democrática del Congo usted usó varias veces equipos que hasta hoy el Ejército de Brasil (EB) no posee, como helicópteros de ataque y aeronaves remotamente pilotadas. ¿Cuál es la importancia de esos sistemas, cómo los usaba y qué ventaja operativa tenían? ¿Qué enseñanzas pudo traer al EB sobre su empleo?
Tte. Gral. Santos Cruz: Para entrar en combate hacen falta equipo, entrenamiento y conocimiento; pero principalmente determinación, deseos de vencer, liderazgo, percepción y decisión. Hay que mantener un ritmo fuerte en las acciones y tener la capacidad de escalonar el conflicto si hace falta. Hay que usar todo el aparato militar de tecnología, armamento, logística y apoyo de fuego en su eficiencia máxima. En el ambiente de la ONU eso es muy difícil de conciliar, pues las motivaciones y las influencias en la organización son muy distintas. Tiene que haber confianza en la percepción, pues no hay tiempo para analizar todo de manera clásica. No hay tiempo disponible. Tiene que haber una dinámica operativa, pero también hay que seguir todas las reglas del Derecho Internacional de los Conflictos Armados, los principios de los derechos humanos, y no generar efectos colaterales. Todo eso es posible, es solo una cuestión de percepción. Equipo como helicópteros de ataque, artillería eficiente, tropas especiales con equipos también especiales, aeronaves remotamente pilotadas con buena resolución de imagen son esenciales para la inteligencia, para el conocimiento de la situación y del área de operaciones, para la toma de decisiones con menor riesgo y para destruir al oponente, proteger la infantería y la caballería en su avance por el terreno. Cuando tenemos tropas y equipo de calidad la sensación de seguridad al tomar decisiones de riesgo es mucho más grande. La gran lección personal que puedo transmitir es que el EB puede multiplicar muchas veces su capacidad si estuviera equipado con lo que solicita, pues el EB ya posee el principal componente: la calidad de su personal. Tuve la oportunidad de comandar a nuestra gente en acción, junto a combatientes de otros países también excelentes. Los soldados, cabos, sargentos, oficiales, en la línea de frente son extremadamente intrépidos, valientes, cuidadosos, técnicos, precisos, disciplinados. En cierta ocasión tuve la oportunidad de mencionar en una reunión en la ONU que el mejor “show” no era en Broadway, en Nueva York. El mejor de todos era ver a los soldados, cabos, sargentos y oficiales en acción en la línea de frente. Y tuve la oportunidad de ver a nuestra gente en acción. Les dejo aquí mi reconocimiento y homenaje a ellos y a los militares de otros países también.
Diálogo: Si lo invitaran otra vez, ¿usted estaría listo y dispuesto a regresar al servicio activo y comandar otra misión de paz o de combate en el exterior? Si considera los conflictos de la actualidad, ¿qué preferiría y qué estrategia implementaría?
Tte. Gral. Santos Cruz: Sin duda. Si tuviera una nueva oportunidad, iría. Disposición no me falta. Y creo incluso que, aún con el paso inexorable del tiempo, todavía estoy en condiciones. Pero las oportunidades también tienen su momento justo para darse. En una situación de conflicto no podemos tener predilecciones, pero sin duda tiene que ser una labor que transmita la sensación de que contribuimos en la defensa de inocentes, en la defensa de los más vulnerables, en la protección de los que sufren violencia debido a grupos políticos y grupos criminales armados. Debemos tener la sensación de que colaboramos para la defensa de los más débiles. Por eso no es tan sencillo identificar una “preferencia”. Cada situación es única, pero la estrategia que se implemente en cada situación sigue algunos principios: planificación, entrenamiento específico, iniciativa y determinación para el enfrentamiento.
Diálogo: Ya en la reserva, usted fue invitado a administrar la FT-35 (Fuerza Terreste), trayendo su experiencia operacional en pro de la reestructuración del Ejército. ¿Qué importancia tiene este trabajo? ¿Cuáles serían los principales cambios que habría que implementar según su entendimiento? ¿Cómo debería ser el EB en 2035?
Tte. Gral. Santos Cruz: Todas las organizaciones, entre las que se incluye el Ejército [de Brasil], de vez en cuando necesitan hacer una planificación a mediano y largo plazo. La sigla FT-35 es una pequeña parte de los proyectos que tienen como finalidad sugerir y realizar las modificaciones del Ejército con una perspectiva hacia 2035. En determinados momentos hay que verificar el desfase tecnológico, la modernización estructural y el cambio de contextos de posibles empleos de la Fuerza Terrestre. El material militar está en constante evolución en el rubro de vehículos, equipos individuales, armamentos individuales y colectivos, comando y control, cibernética, medios aéreos, municiones, etc. Y el Ejército de Brasil tiene este proceso en curso. Me siento útil por participar en este proceso y poder contribuir con algo. Es un trabajo importante pues moderniza, racionaliza, aumenta la eficiencia del Ejército de Brasil.
El Ejército de Brasil sigue el ritmo de la sociedad y de la disponibilidad de presupuesto. Por ende, la evolución se realiza dentro de lo que se puede. Los cambios que hay que implementar, particularmente en el área de equipos, seguirán las perspectivas presupuestarias. Es evidente que no se pueden hacer todos los cambios deseados, como sucede en cualquier área de la administración pública, pero hay ciertos puntos que el Ejército de Brasil ha mantenido en un nivel de excelencia: la selección de personal y el sistema de enseñanza y entrenamiento son puntos de excelencia del Ejército de Brasil, reconocidos nacional e internacionalmente; la conducta disciplinaria de su personal; la presencia nacional, que le posibilita a la población la confianza en la institución; la rectitud en los actos administrativos y la buena aplicación de los recursos asignados; la participación en todas las emergencias a fin de prestar auxilio a la población; el mantenimiento de las tropas listas para una reacción estratégica inmediata; la actualización de tecnología en el empleo de medios aéreos del Ejército, de elementos de fuerzas especiales, de sistemas de comando y control, de sistemas de artillería, de caballería mecanizada y blindada, de mecanización de elementos de combate básico, de defensa cibernética y de sistemas de vigilancia e inteligencia. Dieciocho años hacia el futuro (2035) no es un tiempo tan largo, y yo pienso que el EB llegará a ese momento con el mismo perfil de una institución altamente confiable, ejemplar, prestigiosa, una referencia en muchos puntos para la población brasileña y con mayor poder de combate en algunos núcleos internos seleccionados para ello.
Diálogo: Si hablamos en cuanto a equipo, ¿en su opinión qué sistemas habría que introducir para mejorar la capacidad de combate del Ejército de Brasil?
Tte. Gral. Santos Cruz: Esta es una opinión exclusivamente personal, pues estas definiciones dependen del comandante del Ejército, asesorado por el Estado Mayor. Pienso que son importantes las evoluciones en las áreas de helicópteros de ataque, en los sistemas de artillería –como en la búsqueda de objetivos y municiones modernas guiadas/inteligentes–, en la mecanización y en los vehículos blindados, en las áreas de detección, comando y control, aeronaves remotamente pilotadas, inteligencia y cibernética. Estos son ejemplos de áreas donde el desarrollo de los sistemas es fundamental.
Diálogo: Usted ha participado en muchas operaciones de combate urbano. ¿Cómo ve la posibilidad de usar la Fuerza Terrestre en misiones de este tipo? ¿De qué manera podrían proteger las fronteras y pacificar el país en lo que se refiere al combate a la criminalidad?
Tte. Gral. Santos Cruz: El Ejército de Brasil está extremadamente bien preparado para misiones de combate en zonas urbanas. Ya tuvimos enfrentamientos de alta intensidad, con intercambio de miles de disparos con grupos armados y nunca hubo ningún daño físico ni del patrimonio de personas inocentes. El EB es perfectamente apto para este tipo de misión y también está muy bien preparado para operaciones de tipo policial.
No hay ninguna dificultad en que se emplee al Ejército de Brasil en misiones de combate urbano o en operaciones de tipo policial. Eso no quiere decir que el Ejército pueda o deba reemplazar a la policía. El problema del nivel de criminalidad en [Brasil] es mucho más amplio que la mera actuación policíaca o la participación eventual del Ejército. En su raíz hay temas de administración, liderazgo, impunidad, corrupción, mal ejemplo y desequilibrio social, entre otros. Los delitos que incluyen violencia componen solo una parte de los graves problemas que existen. El combate a la criminalidad es una cruzada que debe hacerse con todos los tipos de crímenes, en todos los niveles, y no solo contra los crímenes de violencia directa contra la integridad física o el patrimonio. El espectro es mucho más amplio. Hay que combatir la criminalidad contra todos los tipos de crímenes y criminales. Eso va más allá de la capacidad de una fuerza armada empleada en apoyo a una acción o en una situación de Garantía de la Ley y el Orden, durante una emergencia.
Sobre la expectativa de la participación del Ejército de Brasil en el combate a la criminalidad, sea donde fuere, en la zona de frontera o no, es importante hacer algunas consideraciones. En cualquier lugar del mundo se emplean las fuerzas armadas en situaciones de emergencia en apoyo a las demás instituciones responsables por el área donde tiene lugar la emergencia. No se debe desplegar al Ejército de Brasil de manera rutinaria para el combate a la criminalidad o en cualquier otro aspecto de la seguridad pública. Hay órganos específicos para eso. El frecuente empleo de la Fuerza Terrestre en la seguridad pública es un síntoma de problemas crónicos, de desequilibrio social y no una situación de emergencia. La situación alarmante de la criminalidad en Brasil tiene razones que van más allá de la seguridad pública. La seguridad pública tiene tres pilares: policía, justicia y sistema carcelario. En una sociedad equilibrada esos tres pilares tienen que funcionar de manera eficiente. Esta armonía no se logra si no hay ejemplo, liderazgo y eficiencia en la alta administración. Mientras estos tres pilares no funcionen de modo eficaz no habrá soluciones. El deterioro de la seguridad pública sucede, en parte, debido al mal funcionamiento y a la falta de sincronización de puntos que van de un extremo al otro.
En el nivel de la ejecución de la seguridad las policías civiles y militares tienen que ser valoradas, equipadas, recibir inversiones, ser capaces de equilibrar bien sus problemas económicos y sociales con una propuesta profesional adecuada, y recibir apoyo para poder realizar su trabajo con eficacia y seguridad. Este no es un problema que se resuelva con fuerzas armadas. Los problemas de justicia, actualmente, están en evidencia en la primera plana de los periódicos. De la misma forma, las cuestiones del sistema carcelario se difunden como catastróficas. Todos estos temas tienen sus razones que sucedieron a lo largo del tiempo y por distintos motivos. Por eso hay que distinguir muy bien lo que es una situación de emergencia de lo que es el deterioro a largo plazo, lo que se puede identificar perfectamente como una catástrofe anunciada. La definición de responsabilidad por los problemas existentes es tan importante como la ejecución directa de la seguridad. No le es difícil a cualquier ciudadano con un nivel medio de conocimiento identificar los problemas existentes, sus orígenes, causas y lo que hace falta hacer.
La Fuerza Terrestre es un recurso para emergencias y su empleo en actividades que le competen a otros órganos no debe ser frecuente ni usarse de forma rutinaria. Eso puede servir como una cortina de humo para empañar la visión de los problemas reales o incluso usarse para otras finalidades.
En cuanto a la participación del Ejército de Brasil en el combate a los actos delictivos que se llevan a cabo en la zona fronteriza, las organizaciones militares participan en la seguridad normalmente como apoyo a los órganos responsables, como la Policía Federal, el ministerio de Hacienda, el Instituto Brasilero del Medio Ambiente y de Recursos Naturales Renovables, las policías estatales, etc., como una acción subsidiaria cuando así se le determina. Este es un tema que está perfectamente estandarizado, pues existe una legislación específica que concede el poder de policía al EB en la zona fronteriza.