Las últimas semanas han quedado marcadas por el accionamiento del Batallón de Defensa Química, Biológica, Radiológica y Nuclear del Ejército de Brasil y de sus escuadrones anti-bombas. Claramente, varias de sus actividades fueron pruebas para verificar la capacidad de reacción de la estructura organizada para los Juegos Olímpicos Rio 2016. Buscando ampliar la capilaridad de los vectores que identifican los posibles atentados, se hicieron entrenamientos con los profesionales de seguridad y de otros segmentos tales como el sector de hotelería. Esta acción permitió que más personas participaran activamente en la prevención de atentados. Es importante porque el nivel de sofisticación en la ejecución de los atentados terroristas en las últimas décadas ha sorprendido a los analistas. El nivel de detalle que se toma en consideración para la planificación no se limita a lograr el máximo número de muertes, sino en cómo estas acciones aumentan la visibilidad y la sensación de inseguridad en el público. De esa manera, las organizaciones terroristas consiguen que una acción táctica sobrepase los niveles operacionales y estratégicos y que lleguen directamente al nivel político. La metodología de planificación para un atentado sigue un modelo de siete fases, cualquiera que sean las técnicas, las tácticas y los procedimientos (TTP) seleccionados para llevar a cabo la ejecución de un atentado terrorista. La primera fase de un atentado comprende buscar información sobre los posibles blancos que tengan mayor visibilidad en los medios de información de dominio público. Se priorizan los blancos que causen el mayor impacto posible en los medios de comunicación internacionales según los objetivos estratégicos de la organización. La segunda fase comprende vigilar y reunir inteligencia de los blancos seleccionados en la fase anterior. Se invierten más esfuerzos en blancos que tengan mayor potencial de vulnerabilidad. Durante la vigilancia, se da prioridad a observar a las personas, instalaciones, prácticas, procedimientos, rutinas, transporte, itinerarios de desplazamiento, viajes y medidas de seguridad existentes. Si todo sale bien, se selecciona el blanco específico en la tercera fase que a su vez será el objeto de la verdadera planificación para llevar a cabo alguna actividad. Para llegar a esta selección es necesario responder a los siguientes interrogantes: – ¿El éxito de la acción afecta a un gran público, independientemente de las víctimas inmediatas? – ¿El blanco en cuestión atraerá atención de alto perfil de los medios de comunicación? – ¿El éxito de la acción transmite el mensaje correcto para el público principal? – ¿El efecto generado será congruente con los objetivos estratégicos de la organización? – ¿El blanco brinda una ventaja marcada para la organización, en términos de darle la oportunidad de demostrar su capacidad operacional? – En un análisis de costo-beneficio, ¿el resultado favorece la ejecución de la operación? La cuarta fase incluye la vigilancia que precede al atentado para concretar la planificación final. En esta fase, la información debe redundar en un alto nivel de detalle buscando definir aspectos críticos tales como la logística y los procedimientos operacionales. Esta fase puede demorar varios días, semanas, meses e incluso años, hasta que se consolide todo y todo va a depender de la complejidad del blanco. Por lo tanto, es vital verificar la seguridad que se encuentre presente; la realización detallada de las operaciones de preparación, especialmente las que respectan a la concentración de recursos personales y materiales; reclutar elementos capacitados según las necesidades; establecer una o más bases de operaciones en el área de interés que contenga el objetivo; definir, evaluar y practicar las rutas de escape y evasión; y definir, detalladamente, lo que será utilizado agresivamente en el atentado contra el blanco. La quinta fase es en la que los supuestos terroristas contra los Juegos Olímpicos Rio 2016 se encuentran en este momento. Así como para cualquier operación militar, principalmente las operaciones especiales, se hacen simulacros para corregir fallas que no se hayan identificado anteriormente en la planificación. De esta forma, aumenta la posibilidad de éxito en el atentado. Estas prácticas son esenciales porque permiten que se confirmen los datos de la planificación de la operación y permiten generar alternativas tácticas para las decisiones de conducta. En un principio es necesario tener algún dispositivo en el área del objetivo; saber cuáles acciones se van a realizar respecto a la acción del objetivo; conocer las rutas de escape y evasión; y el desempeño del equipo, armamento, municiones y explosivos. Esta fase constituye la última oportunidad para los que manejan la seguridad, valiéndose del sistema de inteligencia establecido, de identificar las células terroristas, los lobos solitarios o el blanco seleccionado y para frustrar el atentado terrorista en ejecución. La sexta fase comprende la acción en el objetivo. En realidad, podemos ver que han sucedido varios atentados simultáneos en blancos distintos. Esta característica de las campañas terroristas contemporáneas dificulta la capacidad de prevención y de reacción de los órganos de inteligencia y de las fuerzas de seguridad que estarán en gran desventaja por no haber identificado los preparativos para el atentado. Se puede observar que las fuerzas de reacción sólo han llegado a los lugares de los atentados después de que hubiera desencadenado el atentado con un gran factor sorpresa. Los terroristas tienen la ventaja seleccionando el lugar, la sorpresa táctica, las acciones de bloqueo para retardar a las fuerzas de reacción, e incluso, la selección del momento y la manera en que se va a ejecutar el atentado (especialmente si se trata de un atentado suicida). La séptima y última fase cubre tres procedimientos básicos: la fuga, la evasión y el aprovechamiento o explotación. Normalmente, hay que entrenar y practicar mucho las técnicas, las tácticas y los procedimientos de una fuga y evasión. Cuando son exitosas, contribuyen como factor multiplicador para generar terror. Aunque los hombres suicidas mueran en el atentado con bombas, siempre habrá el caso de la fuga y la evasión del personal de apoyo operativo, que debido a su entrenamiento, son más difíciles de reemplazar que a los propios suicidas. Para entender mejor esta dinámica, estos elementos de apoyo operativo muchas veces son responsables por ubicar a los suicidas en el local más adecuado para el atentado o indicar el momento ideal para accionar un explosivo, por ejemplo. El aprovechamiento posterior al atentado es la razón de ser de todo acto terrorista, que busca usar todos los medios disponibles para difundir el evento. Hay toda una preparación que busca agilizar la diseminación y el aprovechamiento del momento. La planificación del uso de los medios de comunicación, los textos preparados anticipadamente, el uso de la Internet, radio, videos editados, televisión, podcasts y otros, contribuyen decisivamente. El despliegue de las acciones terroristas bien hechas causan efectos significativos sobre distintos públicos a los que se quiere llegar, incluso se refleja en el reclutamiento de personal y el apoyo financiero. Por otro lado, los atentados frustrados o sin éxito tienen el efecto contrario. Destruyen la imagen de la organización, mostrando que es vulnerable e ineficaz. En el escenario actual, se ve claramente el alto grado de sofisticación en la planificación, organización, creatividad y capacitación técnica de las organizaciones terroristas como el Estado Islámico, Hamas, Hezbollah y Al Qaeda. Muchas operaciones tienen características simulares a las llevadas a cabo por las fuerzas de operaciones especiales. Por ello, aunque se aumente el espectro de las operaciones de inteligencia, los principales países que son blanco de atentados terroristas se dieron cuenta de que es prácticamente imposible impedir que se implemente esta nueva manera de llevar a cabo actos terroristas. Para compensar eso, se decidió invertir en la capacitación de las fuerzas de reacción y de control de daños. En líneas generales, son con esas características que la seguridad de Rio 2016 se ha estructurado para hacer frente al terrorismo. Teniendo en cuenta que el país no tiene una tradición reciente de atentados terroristas, muchos residentes de Rio de Janeiro han vuelto a repetir un dicho popular, según el cual, “Dios es brasileño”. Ojalá que realmente lo sea, porque los Juegos Olímpicos, infelizmente, tienen una triste historia de ser blanco de acciones terroristas. *El Coronel (R) del Ejército Brasileño Fernando Montenegro, Fuerzas Especiales, fue Oficial de Operaciones del grupo Contra el Terror, y actualmente es catedrático del curso de posgrado en Manejo y Dirección de Seguridad de la Universidad Autónoma de Lisboa, Portugal.
Rio 2016 está en la 5 ª fase de los preparativos para un posible atentado terrorista
agosto 05, 2016