El Programa Antártico Brasileño (PROANTAR) fue creado oficialmente a través del Decreto N.º 86 830 el 12 de enero de 1982, mientras que el 20 de diciembre del mismo año tuvo lugar la primera expedición oficial brasileña a la Antártida. A 40 años de la creación del PROANTAR, parece oportuno recordar la historia del interés en la Antártida y de qué modo Brasil comenzó a tener presencia en el continente helado.
Interés en la Antártida
La Antártida es un continente de extremos. La temperatura media en verano es de -30°C, mientras que en invierno es de -60°C. Aproximadamente el 98 por ciento del continente está cubierto de hielo durante todo el año. Es también el continente más árido y alto del mundo, con una altitud media de 2160 metros y una superficie total de 13 661 000 kilómetros cuadrados, mayor que la de Canadá. La flora se compone de briófitas y algas; la fauna de aves y mamíferos marinos y de ciertas especies de moluscos e insectos terrestres, además alberga una de las comunidades biológicas más variadas y abundantes del planeta, el zooplancton, cuyo representante más destacado es el krill. Este crustáceo parecido al camarón mide entre 5 y 7 centímetros y es rico en proteínas. Es considerado fundamental dentro del ecosistema antártico, ya que sirve de alimento a diversos animales como focas, ballenas y pingüinos.
En cuanto a riquezas minerales, se estima que en la Antártida abundan las reservas de petróleo, gas, cobre y uranio, entre otros minerales de alto valor comercial. Además, cuenta con el 70 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta. Debido a sus adversas condiciones climáticas, la Antártida es el único continente que carece de población autóctona, razón por la cual fue el último en ser explorado en forma eficaz. En invierno, la ocupación en las estaciones llega a las 1000 personas, mientras que en verano es de casi 5000.
Existe cierto consenso de que el oficial de la Armada de Rusia Fabian Gotlieb von Bellinghausen (1778-1852), en expedición con los buques Vostok y Mirny, fue el primer explorador en avistar el continente antártico el 28 de enero de 1820. La explotación depredadora de mamíferos marinos (por el aceite de ballena y la piel de foca) fueron grandes atractivos para los exploradores de este continente durante casi todo el siglo XIX.
Intereses de Argentina y Chile
En 1908, el Reino Unido inició el primer reclamo formal de territorio en la Antártida. Posteriormente, reclamaron territorio Nueva Zelanda, en 1923; Francia, en 1924; Australia, en 1933; y Noruega, en 1939.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) terminó por reducir considerablemente las expediciones a la Antártida, pero no impidió que en 1940 Argentina y Chile, neutrales en el conflicto, formalizaran sus intereses en el continente. Las áreas reclamadas por ambos países se superponían entre sí, y en parte también con el territorio reclamado por el Reino Unido.
A partir de ese momento comenzó un período de tensiones entre estos tres países, debido a las zonas en disputa en el continente blanco. En febrero de 1952, un destacamento de la Armada Argentina abrió fuego contra la tripulación del buque británico John Biscoe, impidiéndole acercarse a su posición en tierra, en la península Antártica. Este incidente se resolvió, pero la tensión generada aceleró las negociaciones por la necesidad de un tratado.
Argentina y Chile, los dos países geográficamente más próximos a la Antártida, siempre mostraron un gran interés por el continente. Ya en 1904, los argentinos habían instalado una estación meteorológica de ocupación permanente en la isla Laurie, en el archipiélago de las Orcadas del Sur. En 1947, Chile abrió su primera estación en la Antártida, mientras que en 1948 recibió al presidente chileno Gabriel González Videla, quien inauguró la Base General Bernardo O’Higgins, en lo que fue la primera visita oficial de un jefe de Estado a la Antártida.
Operación Highjump
Desde agosto de 1946 hasta febrero de 1947, los Estados Unidos llevaron a cabo la Operación Highjump, la expedición más grande de la región en la que participaron 13 buques y unos 4500 militares. Posteriormente, ciertos documentos revelaron que su principal interés radicaba en incrementar el entrenamiento de operaciones navales en áreas polares, ya que había gran preocupación por posibles incursiones soviéticas contra los EE. UU. a través del Ártico.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la URSS organizó en 1946 una nueva expedición a la Antártida, la flotilla Slava, cuyo interés se centraba presuntamente en la caza de ballenas. La postura del país en relación al continente era la de garantizar su participación en cualquier foro que abordara el futuro de la Antártida.
El Año Geofísico Internacional (AGI), cuyo origen se remonta a 1950, se denominaba Tercer Año Polar Internacional y estaba orientado a la investigación polar. Se había escogido el período comprendido desde julio de 1957 a diciembre de 1958. En 1953, los países que lideraban la organización del evento decidieron ampliar el alcance de la iniciativa, y realizar investigaciones en distintas partes del planeta, no solo en los polos; por lo que pasó a denominarse Año Geofísico Internacional. En el AGI, participaron unos 67 países y miles de científicos de todo el mundo, los cuales también realizaron investigaciones en zonas no polares, como las realizadas por Brasil.
El 2 de mayo de 1958, con el fin de establecer un régimen legal único y temiendo el avance de iniciativas de internacionalización en la Antártida, el presidente de los EE. UU. Dwight Eisenhower invitó a otros 11 países, incluyendo la URSS, a participar en una conferencia en Washington, DC. El 1.º de diciembre de 1959, 12 países firmaron el Tratado Antártico, que entró en vigor el 23 de junio de 1961.
Voto y veto
El Tratado Antártico se compone de 14 artículos que abordan lo siguiente: el uso de la Antártida con fines pacíficos, prohibiéndose cualquier tipo de ensayos armamentísticos, la instalación de bases militares o la realización de ejercicios militares, pero quedando habilitada la presencia de personal militar y materiales militares solo en favor de la investigación científica u otros fines pacíficos; la libertad de investigación científica en la región y la cooperación internacional en la Antártida, así como también la suspensión de aquellos reclamos territoriales anteriores al Tratado, que si bien no gozan de reconocimiento, no han claudicado.
Tal como lo establecía su Artículo 8, el Tratado quedaba abierto a adhesión, pero en la práctica había diferencias entre los países. A las 12 naciones que habían firmado en 1959 se les consideraba “países originalmente signatarios”, mientras que los adherentes que demostraban haber realizado “investigaciones científicas sustanciales” pasaban a ser considerados “partes consultivas”, también con poder de voto y veto en los procedimientos. En teoría, la diferencia radicaba en que éstos podían perder su estatus si dejaban de realizar investigaciones importantes, algo que en la práctica nunca ocurrió. La tercera categoría de países hacía referencia a aquellos que se habían adherido pero no gozaban oficialmente del reconocimiento de haber hecho “investigaciones científicas sustanciales” por parte de los demás miembros. Por eso, no tenían derecho a voto, aunque sí podían participar en las reuniones.
En 1961 tuvo lugar el primer encuentro de los miembros del Tratado, la Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA). A partir de entonces, el evento comenzó a celebrarse cada dos años hasta 1994, cuando el evento pasó a ser anual.
Durante los primeros años de vigencia del Tratado en la década de 1970, se incrementaron las conversaciones sobre exploración minera, y comenzaron a surgir preocupaciones en torno a la preservación del medioambiente. En la década de 1980, estas discusiones sobre exploración minera activaron el inicio de una nueva carrera hacia la Antártida, lo que supuso una posible revisión del Tratado en 1991 que finalmente no se concretó, pero que dio lugar al Protocolo Ambiental o Protocolo de Madrid, un instrumento que entró en vigor en 1998 y reglamentó la prohibición de la exploración minera en el continente. Dicho acuerdo prohíbe toda exploración minera con fines comerciales en el continente antártico hasta 2048, año en el que podría volver a debatirse este tema en el ámbito de la RCTA, en donde solo bastaría con una mayoría simple para revertir la situación. Hasta entonces, solo mediante acuerdo unánime entre las partes consultivas.
Desde los primeros exploradores, pasando por cazadores de focas hasta científicos, las naciones fueron poco a poco descubriendo y ocupando parcialmente la Antártida a lo largo de los siglos XIX y XX, hasta que un acuerdo legal estableció las reglas que gobernaban el continente. Pero, ¿y Brasil? El séptimo país más cercano a la Antártida y, por tanto, afectado por los frentes fríos y corrientes marinas que parten de ella, ¿acaso no estaba interesado?
Brasil y la Antártida
No existe registro de la existencia de intereses oficiales o comerciales brasileños sobre el continente antártico a lo largo del siglo XIX. No obstante, autores como la profesora Therezinha de Castro consideran un hecho relevante la expedición científica hacia Punta Arenas, Chile, que encabezaron en 1882 el entonces Capitán de Fragata Saldanha da Gama, comandante de la corbeta Parnahyba; y el Dr. Luiz Cruls, director del Observatorio Astronómico Imperial, por haber ocurrido en la región subantártica (Punta Arenas, Chile). Luego de la expedición de la corbeta Parnahyba, no se registraron actividades de interés hasta la década de 1950.
El primer brasileño en llegar a la Antártida fue el médico y periodista Durval Sarmento da Rosa Borges, quien por iniciativa propia consiguió una invitación de los EE. UU. para participar en la travesía. Entre febrero y marzo de 1958 el cronista visitó las estaciones científicas Little America (de los EE.UU., y actualmente fuera de servicio), Mc Murdo (EE. UU.) y Scott (Nueva Zelanda). A su regreso, Borges escribió el libro Un brasileño en la Antártida, publicado en 1959.
Recién en 1961, la ciencia brasileña llegó a la Antártida de la mano de la operación estadounidense Deep Freeze, junto al meteorólogo Rubens Junqueira Villela. De enero a abril de 1961, el profesor Villela visitó las estaciones científicas Mc Murdo y Scott. Después, participó en la operación Deep Freeze en 1962 y se convirtió en el primer brasileño en visitar el Polo Sur el 17 de noviembre de 1961, donde se encuentra ubicada la estación Amundsen-Scott (EE. UU.).
Comandante Ferraz
La crisis internacional de los precios del petróleo de 1973, la presión de intelectuales y políticos, la posible revisión del Tratado Antártico en 1991 y, por ende, la posibilidad de realizar incursiones mineras en el continente sin la presencia de Brasil, hicieron que el presidente Ernesto Geisel firmara los términos de adhesión al Tratado, remitiéndolo al Gobierno de los EE .UU., su país depositario.
De diciembre de 1975 a marzo de 1976, el Capitán de Corbeta de la Marina de Brasil (MB) Antônio de Carvalho Ferraz se embarcó en el HMS Brainsfield para participar en una expedición británica a la Antártida. Luego de la adhesión del país sudamericano al Tratado, Ferraz se convirtió en el primer brasileño en llegar a la Antártida en misión oficial. Murió repentinamente a los 42 años, mientras asistía a la Quinta Asamblea Oceanográfica Conjunta y a la Reunión General del Comité Científico de Investigaciones Oceánicas, en Halifax, Canadá, cuatro meses antes de que partiera la primera expedición brasileña a la Antártida.
Programa Antártico Brasileño
Como parte del proceso de reestructuración administrativa de la MB para garantizar el cumplimiento del Programa Antártico, el 19 de diciembre de 1979 se creó la Secretaría de la Comisión Interministerial para los Recursos del Mar (SECIRM), por orden del Almirante Maximiano da Fonseca, quien por entonces se desempeñaba como Ministro de Marina. El 12 de enero de 1982 se creó el PROANTAR, dirigido hasta la actualidad por la CIRM e incluido en la estructura administrativa de la SECIRM. El 28 de septiembre de 1982, la MB incorporó al buque Thala Dan, con capacidad para realizar operaciones polares, el cual fue bautizado “Barão de Teffé”.
El 20 de diciembre de ese año comenzó la primera expedición científica brasileña a la Antártida, en la que participaron el Buque de Apoyo Oceanográfico (NApOc) Barão de Teffe y el Buque Patrullero Professor W. Besnard, de la Universidad de São Paulo. El 5 de enero de 1983, el Barão de Teffé atracó en la estación científica polaca Arctowski, ubicada en la isla Rey Jorge, en lo que fue la llegada oficial de la primera expedición brasileña al sexto continente. Uno de los objetivos de esta primera expedición fue realizar tareas de reconocimiento de la región, para elegir el lugar donde se construiría la estación científica brasileña.
La Fuerza Aérea Brasileña se hizo presente en la Antártida por primera vez el 23 de agosto de 1983, con el aterrizaje del Hércules C-130 en la Estación Chilena Presidente Eduardo Frei. Desde entonces, la fuerza tiene un rol fundamental en el PROANTAR: la responsabilidad de realizar un promedio de diez vuelos anuales en aeronaves C-130 para transportar personal y materiales del programa.
El Tratado Antártico y los países latinoamericanos
El 12 de septiembre de 1983, durante la Quinta Reunión Consultiva Especial celebrada en Canberra, Australia, aceptaron a Brasil como miembro consultivo del Tratado Antártico, junto con India. Anteriormente, solo Polonia y Alemania habían alcanzado el estatus de miembros consultivos. De los otros países sudamericanos Uruguay se convirtió en miembro consultivo en 1985, mientras que Perú lo hizo en 1989 y Ecuador, en 1990. Colombia y Venezuela continúan como observadores, habiéndose adherido al Tratado en 1989 y en 1999, respectivamente.
El 3 de enero de 1984, el NApOc Barão de Teffé suspendió sus operaciones en Río de Janeiro para participar en la segunda expedición brasileña a la Antártida, esta vez con la colosal misión de construir la estación científica brasileña. El equipo seleccionó un área en la bahía Almirantazgo, isla Rey Jorge, y el 6 de febrero de 1984, Brasil inauguró la Estación Antártica Comandante Ferraz, su estación científica en el continente blanco, en homenaje póstumo al comandante Ferraz. En un principio solo operaba en verano, pero a partir de marzo de 1986 pasó a operar de forma permanente. ¡Así comenzaba la historia de Brasil en la Antártida!
*El Capitán de Navío Leonardo Faria de Mattos es profesor de Geopolítica y coordinador del Centro de Evaluación Coyuntural de la Escuela de Guerra Naval. Es magíster en Ciencias Navales de la Escuela de Guerra Naval y magíster en Estudios Estratégicos, de la Universidad Federal Fluminense.