Durante mucho tiempo, puede decirse que China, a diferencia de Rusia, buscaba ser amada en lugar de temida; que quería seducir, proyectar una imagen positiva de sí misma al mundo y despertar admiración. En la actualidad, Pekín no ha renunciado a su seducción, a su atracción y a su ambición de dar forma a las normas internacionales. No “perder la cara” sigue siendo muy importante para el Partido Comunista Chino (PCC). Sin embargo, Pekín también se siente cada vez más cómodo con la infiltración y la coerción: sus operaciones de influencia se han reforzado considerablemente en los últimos años y sus métodos se parecen cada vez más a los de Moscú. El Partido-Estado ha entrado en un “momento maquiavélico” en el sentido de que Pekín parece creer ahora que, como escribió Maquiavelo en El Príncipe, “es mejor ser temido que amado”. Estos acontecimientos muestran una “rusificación” de las operaciones de influencia china. Y nuestro estudio [véase el estudio completo] analiza esta evolución, con la ambición de abarcar todo el espectro de sus herramientas de influencia, desde las más benignas (diplomacia pública) hasta las más malignas, que suponen la injerencia en los asuntos de otros países (actividades clandestinas). Para ello, nuestro análisis se desarrolla en cuatro partes, presentando sucesivamente los conceptos, los actores y las acciones relativas a este momento, y termina con varios estudios de casos.
- Entre los conceptos importantes para entender las operaciones de influencia chinas se encuentran el de “Frente Unido” –una política del PCC de eliminar tanto a sus enemigos internos como externos, controlar a los grupos que podrían desafiar su autoridad, construir una coalición en torno al Partido para servir a sus intereses y proyectar su influencia en el extranjero– y el de las “tres guerras”, que representa la esencia de la “guerra política” china, una forma no cinética de conflicto destinada a ganar sin luchar, configurando un entorno favorable a China. Llevada a cabo tanto en tiempos de guerra como de paz, se compone de guerra de opinión pública, psicológica y jurídica (que se asemeja, sin coincidir del todo, a lo que se llama en inglés lawfare).
Otro concepto de importación soviética también es útil para describir el repertorio utilizado por Pekín: el de las “medidas activas”, que incluyen en particular la desinformación, las falsificaciones, el sabotaje, las operaciones de descrédito, la desestabilización de gobiernos extranjeros, las provocaciones, las operaciones de falsa bandera y las manipulaciones destinadas a debilitar la cohesión social, el reclutamiento de “idiotas útiles” y la creación de estructuras de frente (empresas de fachada).
- Los principales actores que llevan a cabo las operaciones de influencia china proceden del Partido, el Estado, las fuerzas armadas y también las empresas. Dentro del Partido, son, en particular, el Departamento de Propaganda, responsable de la ideología, que controla todo el espectro de los medios de comunicación y toda la producción cultural del país; el Departamento de Trabajo del Frente Unido (DTFU), que se subdivide en doce Secciones, que reflejan sus principales objetivos; el Departamento de Enlace Internacional (DLI), que mantiene las relaciones con los partidos políticos extranjeros; la “Oficina 610”, que tiene agentes en todo el mundo, que actúan fuera de cualquier marco legal para erradicar el movimiento Falun Gong. Es necesario incluir en este grupo a la Liga de la Juventud Comunista (JYL), a la vez correa de transmisión de la juventud, semilla de futuros cuadros del Partido y fuerza movilizable en caso de necesidad, aunque no sea formalmente una estructura del partido sino una organización de masas.
Dentro del Estado, dos estructuras en particular se emplean en las operaciones de influencia: el Ministerio de Seguridad del Estado (MSE), que es la principal agencia de inteligencia civil, y la Oficina de Asuntos de Taiwán (BAT), que es responsable de la propaganda dirigida a Taiwán.
Dentro del Ejército Popular de Liberación (EPL), es la Fuerza de Apoyo Estratégico (SAF), y en particular el Departamento de Sistemas de Red, el que tiene las capacidades y misiones en el campo de la inteligencia. Más concretamente, el principal actor identificado en este campo es la Base 311, que tiene su sede en la ciudad de Fuzhou y se dedica a la aplicación de la estrategia de las “tres guerras”. También gestiona empresas de comunicación que actúan como tapaderas civiles y un falso hotel, que en realidad es un centro de formación.
Por último, las empresas públicas y privadas desempeñan un papel importante en la recogida de datos, de la que depende la eficacia de las operaciones de influencia, ya que es necesario saber a quién influir, cuándo y cómo. En particular, pueden servir para recopilar datos de infraestructuras extranjeras, especialmente instalaciones y cables submarinos; así como de nuevas tecnologías, entre ellas las plataformas digitales WeChat, Weibo y TikTok, y empresas como Beidou y Huawei, con bases de datos que ofrecen información sobre lo que los investigadores denominan “tecnoautoritarismo” o “autoritarismo digital” chino, y que se utilizan para alimentar y preparar operaciones de influencia en el extranjero. También habría que añadir el Departamento de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, que parece haber heredado las misiones de inteligencia humana de la antigua 2APL. Por falta de fuentes, esto no se discute en este estudio.
- Las acciones llevadas a cabo por Pekín en sus operaciones de influencia en el extranjero se enmarcan en dos objetivos principales y no excluyentes: por un lado, seducir y subyugar a las audiencias extranjeras elaborando una narrativa positiva de China, con el fin de promover, especialmente, cuatro ideas clave: el “modelo” chino, la tradición, la benevolencia y el poder; por otro lado, y sobre todo, infiltrar y coaccionar. La infiltración tiene como objetivo penetrar lentamente en las sociedades adversas para obstaculizar cualquier intento de actuar en contra de los intereses del Partido. La coerción corresponde a una extensión de la diplomacia “punitiva” o “coercitiva” para convertirse en una política de sanciones sistemáticas contra cualquier estado, organización, empresa o individuo que amenace los intereses del Partido. Ambos recurren a una nebulosa cadena de intermediarios. Estas prácticas se dirigen en particular a las siguientes categorías:
– Las diásporas, con el doble objetivo de controlarlas para que no supongan una amenaza para el poder (Pekín emprende una campaña de represión transnacional que, según la ONG Freedom House, es “la más sofisticada, exhaustiva y completa del mundo”) y de movilizarlas al servicio de sus intereses.
– Medios de comunicación, siendo el objetivo explícito de Pekín establecer “un nuevo orden mediático mundial”. Para ello, el Gobierno ha invertido USD 1400 millones al año desde 2008 para controlar mejor su imagen en todo el mundo. Los medios de comunicación chinos están presentes en todo el mundo, en varios idiomas, en varios continentes y en todas las redes sociales, incluidas las bloqueadas en China (Twitter, Facebook, YouTube, Instagram), e invierten mucho dinero para ampliar artificialmente su audiencia online. Pekín también trata de controlar los medios de comunicación en lengua china en el extranjero, con éxito, ya que el PCC tiene, de hecho, una situación de casi monopolio, y los principales medios de comunicación. Por último, el Estado-Parte también está interesado en el control de los contenidos, tratando de influir en cada paso de la cadena de suministro de información mundial, con la televisión, las plataformas digitales y los teléfonos inteligentes.
– La diplomacia y especialmente dos aspectos. Por un lado, la influencia en las organizaciones y normas internacionales: Pekín no sólo desarrolla esfuerzos diplomáticos clásicos, sino también operaciones de influencia clandestinas (presión económica y política, cooptación, coerción y corrupción) para reforzar su influencia. Por otro lado, la llamada “diplomacia del lobo guerrero”, que indica las posturas de los portavoces del Ministerio de Asuntos Exteriores y de una docena de diplomáticos cada vez más agresivos. Los ataques adoptan formas clásicas, pero también relativamente nuevas, que se apoyan sobre todo en el uso de las redes sociales de forma desinhibida y agresiva, las amonestaciones o incluso las intimidaciones. En general, este giro agresivo de la diplomacia china es contraproducente y ha contribuido en gran medida a la degradación de la imagen de China en el mundo en los últimos años, pero la evolución es sin duda duradera, porque el objetivo de esta estrategia es menos ganar corazones y mentes que complacer a Pekín.
– Economía, siendo la dependencia económica de China el primer recurso utilizado. La coacción económica china adopta formas muy variadas: denegación de acceso al mercado chino, embargos, sanciones comerciales, restricciones a la inversión, contingencia del turismo chino a las regiones que dependen de él, organización de boicots populares. Pekín está convirtiendo cada vez más la censura en un requisito para acceder a su mercado. Y muchas empresas acaban cediendo a esta presión.
– Política, con el objetivo de penetrar en las sociedades objetivo para influir en los mecanismos de elaboración de políticas públicas. Mantener relaciones directas con partidos y personalidades políticas influyentes permite infiltrarse en las sociedades objetivo, recabar apoyos oficiales y extraoficiales y sortear posibles bloqueos dentro del poder jugando a ser políticos de la oposición o “retirados”. Pekín también practica intromisión electoral (en la última década, China habría interferido en al menos 10 elecciones en siete países).
– La educación, en primer lugar a través de las universidades, que son uno de los principales objetivos de los esfuerzos de influencia del Partido. Sus principales palancas son la dependencia financiera, que engendra la autocensura en los establecimientos afectados; la vigilancia y la intimidación, en los campus extranjeros, de los estudiantes chinos, pero también de los profesores y administradores de las universidades, para que modifiquen el contenido de los cursos, el material didáctico o el calendario de actos; y dan forma a los estudios chinos, incitando a la autocensura y castigando a los investigadores que son críticos con ellos. El Partido-Estado también utiliza las universidades para adquirir conocimientos y tecnología, por medios legales y manifiestos, como los programas de investigación conjunta, o por medios ilegales y encubiertos, como el robo y el espionaje. En un contexto de integración cívico-militar, algunos programas conjuntos, en los que los investigadores que ocupan puestos en decenas de universidades occidentales ayudan involuntariamente a Pekín a desarrollar armas de destrucción masiva o tecnologías de vigilancia que servirán para oprimir a la población china. Sobre este tema, en 2020 y 2021 estallaron varios escándalos. Por último, hay otro actor importante de la influencia china en el ámbito de la educación, que también está vinculado a las universidades: los Institutos Confucio, que están repartidos por todo el mundo y que, con el pretexto de la enseñanza de la lengua y la cultura chinas, aumentan la dependencia o incluso el sometimiento de ciertos establecimientos, socavan la libertad académica y también pueden utilizarse ocasionalmente para el espionaje.
– Los centros de estudios [think tanks], la estrategia china en este campo es doble. Pekín busca desplegar en el extranjero sucursales de centros de estudios chinos y operar redes locales que puedan ser a su vez centros de estudios, con tres escenarios: socios ad hoc que sirvan de caja de resonancia para los “mercados” locales de ideas, aliados circunstanciales que trabajen con el PCC de forma regular y cómplices que compartan una visión del mundo común y tengan intereses convergentes.
– La cultura, primero a través de la producción y exportación de productos culturales, como películas y series de televisión, música o libros, que son poderosos vectores de seducción. La influencia también se ejerce sobre las producciones culturales extranjeras, en particular en el cine, con el ejemplo de Hollywood: para no molestar a Pekín y mantener su acceso al gigantesco mercado chino, muchos estudios cinematográficos estadounidenses practican la autocensura, cortando, modificando escenas y, a veces, procurando que los personajes chinos hagan el papel de “buenos”. La denegación del acceso al mercado chino es una práctica generalizada contra todos los artistas críticos con el Partido-Estado. Mediante otro tipo de presiones, Pekín también espera animar a los artistas a modificar sus obras, o a quienes las distribuyen por todo el mundo a dejar de hacerlo, o incluso a hacer el trabajo de los censores chinos.
– Manipulación de la información mediante la creación de identidades falsas para difundir la propaganda del Partido en los medios de comunicación, utilizando cuentas falsas en las redes sociales, troles y astroturfing (para simular movimientos populares espontáneos), utilizando un gran número de “comentaristas de Internet” pagados (mal llamados “ejército de los 50 centavos”) para “orientar” a la opinión pública. Normalmente controlados por el ELP o la LJC, los troles defienden, atacan, alimentan la polémica, insultan y acosan. Otra forma de simular autenticidad es hacer que terceros publiquen contenidos a cambio de un pago (fábricas de contenidos, compra de un mensaje puntual, influencia sobre una cuenta, una cuenta o una página, o contratación de un “influencer”). Desde 2019, Twitter, Facebook y YouTube ya no dudan en identificar las campañas coordinadas y originadas en China. Por ello, se han suspendido decenas de miles de cuentas falsas, algunas “inactivas” desde hace tiempo, otras compradas o robadas, que amplían la propaganda china y atacan a Estados Unidos, en chino y en inglés. Algunas cuentas tienen fotos de perfil generadas por la inteligencia artificial, una práctica que ahora se observa regularmente en las operaciones chinas en las redes sociales. Un aspecto importante de estas campañas es que no se conforman con defender a China: promover el modelo chino implica denigrar otros modelos, en particular el de las democracias liberales, tal y como vienen haciendo las operaciones de influencia rusas desde hace años. El ELP está en el centro de estas maniobras: utiliza las redes sociales para ejercer, por un lado, una influencia “abierta” a través de la difusión de propaganda, a menudo con fines de disuasión y guerra psicológica, y, por otro lado, para operaciones clandestinas y hostiles contra objetivos extranjeros.
– Otras herramientas utilizadas por Pekín en sus operaciones de influencia son los movimientos ciudadanos, en particular los movimientos independentistas (Nueva Caledonia, Okinawa) y los grupos pacifistas (No Cold War), los turistas chinos, los influenciadores, en particular los Youtubers occidentales y los académicos extranjeros, pero también los rehenes, ya que Pekín practica la “diplomacia de los rehenes”.
- Los estudios de caso adoptan la forma de círculos concéntricos. Taiwán y Hong Kong constituyen el primer frente de la “guerra política” de Pekín: son los puestos de avanzada, los campos de entrenamiento, los “laboratorios de I+D” de las operaciones chinas, que luego pueden perfeccionarse y aplicarse a otros objetivos en todo el mundo, como lo fueron Georgia y Ucrania para las operaciones rusas. La primera etapa de ampliación del círculo de operaciones chinas se centró en Australia y Nueva Zelanda. La segunda etapa se dirigió al resto del mundo, en particular, pero no sólo a Europa y Norteamérica. Esta parte presenta cuatro situaciones: Taiwán, Singapur, Suecia, Canadá y dos operaciones: la dirigida a los manifestantes de Hong Kong en 2019 y la que pretendía hacer creer el origen estadounidense de COVID-19 en 2020.
Finalmente, la conclusión vuelve sobre el “momento maquiavélico” en dos etapas. En primer lugar, confirmar que se trata de una “rusificación” de las operaciones de influencia china a partir de 2017, más o menos: el paralelismo ya se había trazado en 2018, en el momento de las elecciones municipales de Taiwán; luego en 2019, durante la crisis de Hong Kong, y fue en 2020, durante la pandemia de COVID-19, cuando el mundo entero tomó conciencia del problema. Esta “rusificación” tiene tres componentes, que se desarrollan así: Pekín se inspira en Moscú en varios registros (y la literatura militar china reconoce que Rusia es un modelo para la LEA en este sentido); evidentemente, siguen existiendo diferencias entre ambos; y también hay un cierto grado de cooperación.
Por último, la conclusión también trata de evaluar la eficacia de esta nueva postura china y concluye que, aunque tiene algunos éxitos tácticos, es un fracaso estratégico. China es su mayor enemigo en materia de influencia. La brutal degradación de la imagen de Pekín desde la llegada de Xi Jinping, especialmente en los últimos años, ha representado un problema de impopularidad para China, adquiriendo proporciones que podrían, a largo plazo, debilitar indirectamente al Partido, incluso ante su propia población.
*El Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar de Francia (IRSEM en francés), organismo independiente de la Dirección General de Relaciones Internacionales y Estrategia (DGRIS en francés) del Ministerio de las Fuerzas Armadas francés, es el principal centro de investigación de estudios bélicos del mundo francófono.
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