“Estamos ante la confirmación de la ruptura total entre el Gobierno nicaragüense con las democracias de Latinoamérica. A Ortega no le interesa seguir los cánones establecidos de seguridad internacional, actúa en consecuencia de sus necesidades políticas”, dijo a Diálogo Jorge Serrano, académico del Centro de Altos Estudios Nacionales de Perú. “Él sabe que violenta el ordenamiento democrático al nacionalizar a fugitivos”.
Nicaragua firmó en 1987 un tratado de extradición con los países centroamericanos. Sin embargo, el más reciente fugitivo en obtener la ciudadanía, en julio de 2019, fue el expresidente salvadoreño Mauricio Funes (2009-2014), asilado en el país desde 2016, indica el Diario Oficial nicaragüense.
La Corte Suprema de Justicia de El Salvador solicitó a las autoridades nicaragüenses, el 22 de marzo, la extradición de Funes por lavado de dinero y el desvío de USD 351 millones del presupuesto público. Tanto él como su hijo, Diego Roberto Funes Cañas, aparecen en la lista de empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua con altos salarios, apunta el diario nicaragüense La Prensa.
En agosto de 2018, el empresario y operador político guatemalteco Gustavo Adolfo Herrera Castillo, con orden de captura girada por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala por delitos de lavado de dinero y corrupción, también consiguió asilo político en Nicaragua. Otro jefe de Estado perseguido que halló protección de Ortega es el exprimer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, acusado de corrupción y de estimular protestas violentas en la capital, Bangkok, que dejaron varios muertos y más de 100 heridos.
“Ortega da asilo a grupos de dudosa reputación. El país se llena de narcotraficantes, terroristas, corruptos y violadores de derechos humanos”, indicó Marcos Carmona, director de la ONG Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua, al sitio web Nicaragua Investiga. Por otro lado, el libro La guerra de Reagan contra el terrorismo en Nicaragua, de Phillip W. Travis, profesor de la Universidad Estatal de Florida, expone que varios integrantes del grupo terrorista vasco ETA llegaron a Nicaragua en la década de 1980 bajo el resguardo sandinista.
“Ortega no actuaría de esa manera sino contara con el apoyo directo de Venezuela, la orientación estratégica de Cuba y atrás Rusia y China, como una forma para desestabilizar el continente americano”, finalizó Serrano. “El régimen nicaragüense busca prolongarse a través de la represión mientras protege a delincuentes, sin importar la imagen que proyecta el país al mundo”.