La visión de mundo del Partido Comunista de China (PCC) y su búsqueda por lograr la hegemonía interna e internacional, amenaza con revertir los principios económicos democráticos y de mercado que contribuyeron a lograr una estabilidad regional por casi 30 años.
La política de Beijín sobre Latinoamérica y el Caribe se basa en el poder económico de China, algo que hizo a muchos observadores afirmar que su creciente influencia en la región tenía objetivos económicos, por lo cual era benigna. Sin embargo, el Comité Permanente del Politburó (CPBP) del PCC, núcleo de la dirigencia de la República Popular China (RPC), está llevando a cabo una estrategia ambiciosa empleando diversas instrumentalidades políticas, económicas, psicológicas y militares, para alcanzar una hegemonía global.
Para muchos observadores, el concepto de estrategia ambiciosa se limita a concepciones militares, lo que genera una predisposición para atribuir implicancias benignas a políticas no militares, dando como resultado una actitud indulgente hacia la gravedad de las amenazas, e incluso dudas sobre su existencia. Esto es así porque, a diferencia de lo que ocurre en los sistemas políticos democráticos tradicionales, el control que ejercen los gobiernos totalitarios en sus países les permite emplear todos sus recursos en el apoyo de su estrategia ambiciosa.
En consecuencia, dividir la diplomacia de la RPC en categorías instrumentales económicas, políticas y militares y, al mismo tiempo, desestimar los propósitos y objetivos subyacentes de la RPC, podría afectar las reacciones regionales unificadas hacia los esfuerzos de la RPC por convertir su diplomacia económica en influencia política.
El PCC justifica su dominio en China porque “solo el socialismo puede salvar a China”. Ideológicamente los principios democráticos, los derechos humanos y la economía de mercado, constituyen una amenaza directa a su control sobre la RPC. Las tres décadas de desarrollo económico de China permitieron que el partido mantuviera y extendiera su control sobre la sociedad china y aumentara su poder militar, contrario a lo que pensaban muchos observadores, de que se harían reformas internas y que moderarían su política exterior.
La composición militar del CPBP, la intensificación del control interno y la reciente política exterior expansionista, indican que la RPC opera simultáneamente según sus ambiciones hegemónicas globales y su sentido de inseguridad nacional e internacional. Entonces, la pregunta es la siguiente: ¿qué convencerá a la RPC de que el mundo es un lugar seguro para el partido?, en lugar de ¿qué podría convencer a la RPC de convertirse en parte interesada responsable del orden político global? Es aquí en donde aparece la diplomacia económica de Beijín en Latinoamérica y el Caribe, para asegurar el control del partido sobre China y lograr una hegemonía global.
La ideología comunista del PCC sostiene que la inestabilidad interna provocará injerencias externas de países capitalistas que busquen destruir al partido. La RPC necesita extender su influencia económica de forma constante para satisfacer a la sociedad china lo suficiente, de modo tal que su descontento se reduzca y el partido no tenga que reprimir. El politburó puso en riesgo el control socioeconómico comunista cuando implementó políticas capitalistas para lograr su incansable búsqueda de cuatro décadas de crecimiento económico, solo para mantener el sentimiento antipartidista al mínimo, corriendo el riesgo de fragmentarse ante la mínima señal de estancamiento.
Lecciones aprendidas
El rápido colapso del imperio soviético en 1991 demostró al politburó que las crisis económicas combinadas con reformas políticas podían desatar un sentimiento

popular antipartidista, y que la popularidad del partido y su habilidad para mantener la estabilidad no debían sobreestimarse. La crisis de Tiananmen de 1989 también concientizó al politburó sobre la fragilidad organizacional del partido en tiempos de crisis sociopolítica, luego de que su cúpula dirigente se fracturara cuando comenzaron a proliferar las protestas antigubernamentales, antes de la masacre y la represión desatada contra las manifestaciones antipartidistas.
La avidez de desarrollo económico que tiene el politburó en un sistema ideológica y geopolíticamente hostil lo lleva a tener una perspectiva de suma cero sobre las relaciones comerciales con Latinoamérica y el Caribe.
Para el politburó, asegurar los mercados latinoamericanos y caribeños con métodos legales e ilegales se justifica por su intención de control nacional. De este modo, la RPC recurre a políticas comerciales neomercantilistas: el uso de recursos estatales y del partido para subsidiar exportaciones e inversiones en el extranjero, mientras protege a las industrias nacionales de la competencia extranjera.
Las políticas mercantilistas de la RPC aseguran el acceso a materias primas para sostener las exportaciones de manufacturas de bajo costo subsidiadas, que tienen como destino las economías latinoamericanas y caribeñas y que, a su vez, hacen que las industrias de la región sean poco competitivas ante los productos chinos. Es probable que los esfuerzos de Latinoamérica y del Caribe para mejorar su balanza comercial con China sean limitados, ya que exigirían el final de las políticas económicas y comerciales de Beijín, necesarias para mantener los costos de producción más bajos de sus adversarios extranjeros, y que utiliza el PCC para mostrarle a su población progresos concretos.
La ideología y determinación comunistas del politburó para asegurar el control del partido hacen que éste promueva la corrupción como un instrumento para garantizar los productos y mercados de Latinoamérica y el Caribe. Según el PCC, los conceptos democráticos como la responsabilidad ciudadana, la transparencia gubernamental y los principios económicos de mercado, obstaculizan los intereses del partido.
Todos los partidos comunistas han recurrido a premiar la lealtad de sus miembros con el acceso a recursos del Estado y del partido. Lo que según estándares políticos democráticos se consideraría un acto de corrupción, es un mero instrumento para mantener la unidad del partido, e incluso la seguridad nacional. De hecho, la ideología comunista define al delito como un fenómeno capitalista. El control del partido sobre la economía china también conlleva que funcionarios de alto rango de la institución recurran al comercio latinoamericano y caribeño para su enriquecimiento personal y el patrocinio político.
La RPC aspira a traducir esta diplomacia económica en poder político para influir en la orientación política a largo plazo en la región, y así concretar los objetivos geopolíticos del partido. Las frecuentes declaraciones de funcionarios de alto rango del partido sobre el inminente ascenso de China hacia una hegemonía global, la acelerada acumulación de armas de Beijín, una política exterior cada vez más asertiva y el tono triunfalista de sus publicaciones, indican que la RPC calcula estar ahora más cerca de lograr sus objetivos hegemónicos que en el pasado.
Es probable que el CPBP no quiera arriesgarse a ponerse en contra a toda la región buscando una contienda; su estrategia ambiciosa es tomar ventaja de las oportunidades que existen para desmembrar gradualmente a todo el sistema hemisférico sin generar una resistencia coordinada. El hecho de que Beijín recurra al oportunismo significa que depende de la región limitar la capacidad de expansión del poder chino y poner en riesgo la estabilidad y seguridad de Latinoamérica y el Caribe.
* Fred Quintana es analista sénior y director del Programa de Lucha Contra las Drogas en Sudamérica, de la Dirección de Recursos y Análisis del Comando Sur de los EE. UU.