El 8 de mayo de 2020 se cumplieran 75 años del Día de la Victoria en Europa (V-E Day en inglés), de la Segunda Guerra Mundial. En este aniversario, honramos los esfuerzos de Brasil por derrotar el mal y restaurar la paz, ya que no podemos ignorar la importancia que tienen los vínculos de camaradería militar.
Con frecuencia, los relatos de las contribuciones de los Aliados que figuran en la historia estadounidense y mundial giran en torno a las fuerzas británicas. Se sabe que los esfuerzos de las tropas británicas fueron masivos, al igual que los esfuerzos globales de la Mancomunidad de Naciones, con el compromiso absoluto de las tropas canadienses, sudafricanas, australianas y neozelandesas. Solo el Ejército de la India tuvo 90 000 militares que murieron en combate. Menos frecuentes son los relatos históricos de la Resistencia Francesa y las Fuerzas Francesas Libres, que peleaban bajo las órdenes de Charles de Gaulle. Aún más raro es encontrar hazañas de las Fuerzas Polacas Libres, de la Resistencia Neerlandesa, de la Resistencia Griega, y de las prolongadas incursiones cuerpo a cuerpo de las Fuerzas chinas, bajo el mando de Chiang Kai-shek a lo largo de la carretera de Birmania a Manchuria, que comenzaron mucho antes, en 1931.
Si bien con frecuencia tenemos en cuenta las arduas e insuperables proezas de las fuerzas europeas y norteamericanas para derrotar a las fuerzas del Eje, seríamos negligentes si no nos detuviéramos a reflexionar sobre la camaradería de los países sudamericanos que apoyaron a los Aliados. Sorprendentemente, existen pocos relatos históricos de los esfuerzos bélicos de uno de los socios más cercanos de los Estados Unidos: Brasil.
Brasil, igualmente comprometido en la lucha contra el fascismo, brindó a las tropas de los EE. UU. un necesario alivio, que solo un hermano en armas de los Aliados podría proporcionar, no solo en lo práctico sino también, y más importante aún, en lo espiritual; sabiendo que combatir era lo correcto y lo justo. Es claro que los EE. UU. y Canadá no estaban solos en el hemisferio occidental, en la lucha contra la opresión y la brutalidad que acechaba a sus semejantes.
Brasil, una ubicación crítica
Después de Pearl Harbor, muchos de los socios de los EE. UU. en Latinoamérica respondieron al llamado de lealtad, y tomaron el juramento de ayudar a la causa Aliada. Solo semanas después del ataque japonés en Hawái, Brasil rompió su postura neutral hacia las fuerzas del Eje. Esta nueva alianza acordó colaborar con la preparación de medidas defensivas. La ubicación geográfica de Brasil fue crítica para apoyar los esfuerzos de guerra aliados. Con este objetivo y en base a la Declaración de Panamá de 1939, que consideraba al noreste de Brasil como un punto estratégico para la defensa del continente americano, Brasil y los Estados Unidos se comprometieron a fortalecer aún más las instalaciones militares, incluyendo el primordial Campo Parnamirim de Natal, ubicado en el estado de Río Grande do Norte, en el noreste brasileño, que funcionaba como punto de apoyo a la línea de comunicación al sudeste del Atlántico.
A lo largo de 1942, tanto la ruta de reabastecimiento transpacífica como la transatlántica nororiental en dirección al teatro de operaciones europeo, se vieron seriamente amenazadas por las interdicciones marítimas del Eje. En consecuencia, el corredor transatlántico sudoriental que pasaba por el Campo Parnamirim, que el presidente de los EE. UU. Franklin Roosevelt denominó “trampolín de la victoria”, se convirtió en la ruta principal y crítica de reabastecimiento para las campañas de los Aliados en el norte de África y el Mediterráneo, e incluso para el teatro de operaciones China-Birmania-India.
Casi inmediatamente después de la manifestación de Brasil en favor de la causa de los Aliados, submarinos alemanes comenzaron a atacar a buques mercantes brasileños en el Atlántico. En respuesta a ello, Brasil declaró la guerra a las fuerzas del Eje, y hacia agosto de 1942 había reunido una fuerza expedicionaria de 25 000 soldados. Sin embargo, no fue hasta el verano de 1944 que el presidente brasileño Getúlio Vargas envió a la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB), bajo el mando del General João Baptista Mascarenhas de Morais, a la campaña italiana. La FEB participó en la incursión aliada al norte de Italia, combatiendo de forma continua a las fuerzas alemanas en toda esa zona, con acciones contundentes a lo largo de la fortificada Línea Gótica (una línea de defensa alemana), firmemente defendida por las fuerzas más experimentadas del Eje.
Sólida fuerza expedicionaria
Las filas de los 25 000 soldados de la FEB incluían a la División Expedicionaria N.º 1, al Escuadrón Aéreo de Reconocimiento N.º 1 y al Grupo de Combate Brasileño N.º 1, compuesto por cuatro escuadrones de la recientemente constituida Fuerza Aérea Brasileña (FAB). Estos pioneros aviadores brasileños operaron junto a la unidad aérea del Grupo de Combate N.º 350 del Ejército de los EE. UU., y realizaron misiones de reconocimiento e interdicción en toda Italia y el sur de Europa.
Para la FAB la guerra fue un verdadero bautismo de fuego, y la mayoría de las misiones operacionales también sirvieron como oportunidades de entrenamiento. No obstante, hasta el V-E Day la FAB ya había colaborado en aproximadamente el 5 por ciento de todas las misiones aéreas aliadas, lo que representó la destrucción del 15 por ciento de los vehículos enemigos, el 28 por ciento de los puentes claves, el 36 por ciento de los depósitos de combustible del enemigo y el 85 por ciento de los suministros de municiones enemigas. Además, la interdicción aérea de la FAB, en conjunto con las fuerzas expedicionarias terrestres de la FEB bajo el General Mascarenhas de Morais, desempeñó un papel fundamental para romper el estancamiento a lo largo de la Línea Gótica, con las victorias brasileñas en Monte Castello y Montese.
En abril de 1945, el Gral. Mascarenhas de Morais dirigió la incursión brasileña en Collecchio, que evitó el escape de las tropas alemanas por el valle del Po, que intentaban replegarse hacia el Reich. La rendición de las fuerzas alemanas en la región, el 29 de abril de 1945 –en una semana, el General brasileño capturó 1500 vehículos del Eje y unidades de campo, y tomó 14 700 prisioneros–, precipitó tres días después la total capitulación del Eje en Italia, el 2 de mayo.
En un momento en que la mayoría de las fuerzas aliadas se reunían para la gran invasión que tendría lugar en Normandía, las contribuciones de la FEB fueron invaluables para continuar el embate contra las tropas del Eje en Italia, sometiendo a las experimentadas fuerzas alemanas para evitar que reforzaran el estratégico Muro Atlántico, una cadena defensiva alemana de más de 3000 kilómetros, a lo largo de la costa norte europea. Las hazañas de la FEB tuvieron su costo. Durante la campaña, las tropas brasileñas sufrieron bajas significativas entre 1944 y 1945, estimadas en unas 2300; es decir, un 11 por ciento del total de su fuerza. Más allá de la campaña de Italia, Brasil también perdió miles de marinos y 36 buques en diversos enfrentamientos durante la campaña del Atlántico.
Brasil fue el único país de Sudamérica en enviar tropas para la causa aliada. Su participación ayudó a sentar las bases de una próspera y duradera relación, así como también de un frente unido contra las recíprocas amenazas que acechan a nuestra región. Vemos los efectos duraderos a través de ejercicios militares anuales para incrementar la colaboración y la interoperabilidad, como por ejemplo UNITAS, Tradewinds, Fuerzas Comando y PANAMAX. Además, las bases de colaboración militar e interoperabilidad pasaron de la práctica a la realidad en las 47 misiones de paz de las Naciones Unidas en las que ha participado Brasil con más de 50 000 militares.