La matanza de jaguares que realizan rancheros para proteger a su ganado, la escasez de presas naturales y la deforestación de su hábitat, son factores que reducen desde hace décadas la población de estos felinos en Centroamérica y Sudamérica. Sin embargo, desde mediados de la década de 2010, existe otra causa que explica su amenaza que lo coloca al borde de la extinción: el comercio ilegal de partes de jaguar con destino a China.
Según la revista National Geographic, basada en un estudio de la Sociedad para la Biología de la Conservación, una organización internacional con sede en Washington, “desde 2012 y hasta principios de 2018, en Centroamérica y Sudamérica se mataron más de 800 jaguares para introducir por contrabando sus dientes, pieles y cráneos a China”. Según la organización, esta cifra solo representa las remesas que interceptaron las fuerzas de seguridad y que fueron difundidas en medios de comunicación. Como ejemplo, el 15 de octubre de 2021 las autoridades detuvieron a cinco ciudadanos chinos en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Durante el arresto, la policía encontró colmillos y pieles de jaguar, cinturones elaborados con piel de serpiente, y otros objetos elaborados con partes de animales silvestres.
“Los resultados sugieren semejanzas con los patrones de caza ilegal observados en el sudeste asiático y África, donde una presencia creciente de empresas chinas que trabajan en importantes proyectos de desarrollo coincide con el aumento del comercio legal e ilegal de vida silvestre, incluyendo grandes felinos”, destacó un reporte de The New York Times.

La investigación que en octubre de 2021 propició el arresto de los chinos en Bolivia fue posible gracias a la Operación Jaguar, un proyecto conjunto de tres organizaciones internacionales en el área ambiental: La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, Earth League International, y el Fondo Internacional para el Bienestar Animal. Según reveló la operación, los contrabandistas chinos actúan a través de ciudadanos chinos residentes en Latinoamérica, y se comunican con los compradores principalmente a través de las redes sociales.
Los delincuentes también operan a través de restaurantes de comida asiática de distintos países de Latinoamérica. En Bolivia, donde se centró la investigación, se identificaron al menos dos restaurantes que vendían carne de jaguar. La Operación Jaguar descubrió que, para el transporte internacional a China, estas organizaciones suelen sobornar a agentes del aeropuerto para enviar cargamentos ilegales, especialmente desde Brasil, Surinam y Guyana.
El jaguar es el felino más grande de América. Se estima que el 90 por ciento de su población está en la Amazonía y el otro 10 por ciento se encuentra disperso en las selvas desde la frontera de los EE. UU. y México hasta el norte de Argentina. Se considera a los jaguares una especie casi amenazada. Sin embargo, en países como El Salvador y Uruguay su disminución hizo que se declarara especie extinta.
Como carnívoro, el jaguar se encuentra en la cima de la cadena alimentaria, por lo cual tiene un rol fundamental en el equilibrio de los ecosistemas, ya que interviene “en la regulación del tamaño poblacional de otras especies animales”, destaca el plan de acción para la preservación del jaguar del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil.
En China, las partes de jaguar, en particular pieles, dientes, carne y huesos, se utilizan como objetos de decoración y joyería; se consideran además alimentos de lujo y se emplean en la medicina tradicional.