La guerra híbrida actual abarca el concepto de combate en múltiples dominios. Algunos lo llaman guerra no militar. El aspecto cibernético es uno de ellos y puede conducir a la neutralización o degradación de muchos medios técnicos del enemigo o de las fuerzas opositoras. Ya en 1998, Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte interfirieron equipos electrónicos en Serbia antes de intervenir en ese país e hicieron lo mismo en 2003 en Irak.
Hoy en día, cuando se utiliza el término ciberguerra, se refiere a las maniobras agresivas en el ciberespacio en tiempos de paz. Estas acciones siguen siendo limitadas porque, de momento, el arma cibernética es demasiado poco controlable para permitir maniobras masivas como la destrucción de los seis sistemas de información que hacen funcionar a las sociedades modernas: militar, sanitario, bancario, de transporte, de abastecimiento y energético. Una acción de este tipo provoca el colapso de una sociedad sin haber disparado un tiro, como los apagones, por ejemplo.
Cibervirus

Sin embargo, existen armas cibernéticas limitadas muy eficaces. El virus Stuxnet, lanzado en 2010 por estadounidenses e israelíes contra los centros nucleares iraníes, destruyó decenas de miles de ordenadores.
Otro tipo de acción agresiva consiste en piratear los sistemas del Pentágono para robar información. Pueden hacerlo personas normales, pequeños grupos o Estados. Los países más evolucionados se toman muy en serio este tipo de ataques. El Libro Blanco de la Defensa de Brasil (2010) indica que los esfuerzos en materia de ciberseguridad deben ser liderados por el Ejército brasileño; otros países, como Francia, han establecido una prioridad desde 2008 en la contribución de recursos financieros al segmento.
En 2019, Israel fue el primer país en responder a un ciberataque con una fuerza militar. Tras una ofensiva cibernética de Hamás, los israelíes lanzaron un ataque aéreo contra un edificio de la Franja de Gaza, de donde procedían los ataques del grupo terrorista.
Empleo militar
Los escenarios fragmentados del campo de batalla también registran el acceso de nuevas armas a pequeños grupos de combatientes con capacidad para interferir en escenarios tradicionalmente equilibrados.
Gracias a Internet, se ha desarrollado una dinámica de difusión generalizada de las técnicas de empleo militar. Durante décadas, fue posible mantener en secreto el conocimiento de cómo producir un artefacto nuclear o incluso un explosivo improvisado. Los drones, inicialmente menos amenazadores, se extendieron más rápidamente, entre otras cosas porque ya existía una industria de aeromodelismo.
El uso ilegal de drones
Es posible que pronto se produzca alguna contienda entre Hezbolá e Israel en el espacio aéreo de Oriente Medio entre drones armados. En este sentido, cabe decir que las facciones del crimen organizado ya están utilizando simples drones comprados en el mercado para infiltrarse en los teléfonos móviles de las cárceles brasileñas. Las nuevas tecnologías también son más ligeras y accesibles.
La asimetría del conflicto moderno se presenta de muchas maneras. Para fabricar un helicóptero se necesitan quizás cientos de personas, matemáticos, ingenieros, agentes de seguridad, y hay toda una industria detrás. Las fuerzas irregulares no suelen necesitar armas sofisticadas como un sistema de lanzacohetes múltiples Astros, un caza como el Gripen o un submarino nuclear. Sin embargo, necesitan rifles y misiles portátiles; y precisamente, estos dispositivos proliferan en la superficie del planeta.
Aunque la preocupación por los agentes químicos, biológicos, radiológicos y nucleares no está siempre en los titulares de las noticias, esto no quiere decir que sea una vertiente obsoleta. Las epidemias, como la del Coronavirus, muestran la necesidad de contar con militares y profesionales permanentemente formados, incluso en tiempos de paz, y muestran un breve ensayo de algunas hipótesis que no se descartan.
Conviene recordar que un perturbado mental, una facción terrorista extremista o un dirigente sin escrúpulos que se vea acorralado, puede utilizar uno de estos vectores de forma intrascendente.
Guerra de relatos

También existe otra dimensión de la lucha: la guerra de narrativas, que tiene lugar en el campo de las operaciones psicológicas, donde se disputa la percepción que predominará en los corazones y las mentes de la gente. En una democracia, esto tiene una importancia capital, porque interfiere directamente en los comicios.
La propaganda siempre ha sido un elemento fundamental en la guerra. No es de extrañar que facciones como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), Daesh, Aqmi (Al-Qaeda en el Magreb Islámico) o Aqpa (Al-Qaeda en la Península Arábiga) inviertan en profesionales, con un extraordinario dominio técnico en tecnologías de la información y publicidad. Hace tiempo que estas fuerzas irregulares comprendieron que no basta con enviar SMS o correos electrónicos llenos de errores. Producen vídeos y mensajes técnicamente notables, con una calidad similar a la de un canal de streaming.
A pesar de todos estos avances, las armas convencionales, como los aviones de combate, los carros de combate y las fragatas, habituales en las guerras clásicas, siguen teniendo su lugar en la actualidad. En este escenario, las circunstancias no han hecho más que obligar a la industria bélica de los países a flexibilizar estos equipos para que puedan adaptarse más fácilmente a los diferentes formatos de conflictos que se presentan.
Armas nucleares
En cuanto a los artefactos nucleares, las potencias militares se enfrentan a una paradoja: estas armas tienen muy pocas posibilidades de ser utilizadas, pero su propia existencia garantiza el extraño equilibrio de que los países que las poseen no se vean obligados a utilizarlas. En otras palabras: estos países están comprometiendo parte de sus presupuestos para responder a supuestos que no son actuales. Pero si no lo hacen, tal vez la suposición se haga realidad. Abandonar esa opción es una decisión difícil. Además, conviene recordar que una característica fundamental de las tecnologías militares es que tardan mucho en producirse. Ningún país construye un avión, un coche de combate o un misil en quince días. La competencia tecnológica, la planificación, la logística industrial y otros requisitos son necesarios con mucha antelación.
En el caso de la tecnología nuclear, muchos países probablemente no abandonen el sector por razones estratégicas y técnicas. Abandonar la producción de ciertos segmentos de la industria y la investigación científica supondría perder rápidamente o quedar desfasado en relación con ciertos conocimientos. Recuperar la vanguardia tecnológica llevaría años o décadas.
En cuanto al espacio, podemos decir que la tendencia es que sea cada vez más relevante. En 2019, Estados Unidos creó el Comando Espacial, caracterizando una abierta militarización del espacio. “Van a pasar muchas cosas en el espacio, porque el espacio es el dominio bélico más nuevo del mundo”, declaró el expresidente estadounidense Donald Trump durante la firma del acta de creación del nuevo mando.
Por su parte, ese mismo año, Emmanuel Macron, presidente de Francia, también anunció la creación de una Fuerza Espacial Francesa. Estas acciones fueron acompañadas por protestas de China y Rusia, en las que se llegó a declarar que se estaba violando el consenso internacional sobre el uso pacífico del espacio.
Lo cierto es que gran parte de los sistemas de información de las sociedades actuales dependen de cadenas de satélites en órbita, lo que hace que esta cuestión sea prioritaria; sobre todo después de que los chinos entraran en la carrera espacial hace unas décadas. En caso de guerra entre Estados, los sistemas espaciales serían sin duda uno de los principales objetivos.
Guerras del futuro próximo
Las estadísticas han presentado nuevos factores de riesgo para los próximos quince o veinte años. Los europeos ya llaman a la migración una bomba humana, después de que las oleadas de refugiados se intensificaran desde 2015. Cifras recientes facilitadas por las Naciones Unidas indican que en el mundo hay unos 250 millones de emigrantes internacionales, es decir, personas que viven en países distintos al de su nacimiento. De este total, más de 68 millones se encuentran en situación de desplazamiento forzoso. Brasil y Colombia están recibiendo el impacto de millones de refugiados del régimen dictatorial venezolano, que ha llevado al pueblo de Venezuela a una situación miserable.
Boa Vista, capital del estado de Roraima, se salvó del colapso gracias a la Operación Acolhida, en la que el Ministerio de Defensa de Brasil creó una gran estructura logística para gestionar la crisis en la recepción de los refugiados y la internación de las familias en el período posterior.
Los cambios derivados del impacto ambiental de la acción humana, como la urbanización, son también factores desestabilizadores adicionales. Uno puede visualizar las futuras guerras de alimentos y de agua, por ejemplo. Todavía no se sabe cómo se alimentarán los 10.000 millones de habitantes de la Tierra en 2050.
Es probable que la apropiación de zonas ricas en recursos naturales sea un problema importante en las próximas décadas; al igual que los recursos energéticos y alimentarios. La competencia por el conocimiento de vanguardia tiende a ser cada vez más feroz porque, si el acceso a la tecnología es un factor de poder, no hay razón para que no sea la fuente de futuros conflictos.
Es necesario que los estadistas estén bien asesorados en la prospección de escenarios para que puedan garantizar siempre las capacidades mínimas de los países para responder a los distintos retos que se presenten. A su vez, también es esencial que las estructuras e instituciones actuales traten de ser cada vez más versátiles y capaces de ser utilizadas en diferentes contextos con un coste mínimo.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son los del autor. No necesariamente reflejan la política o posición oficial de ninguna agencia del gobierno de los EE. UU., la revista Diálogo o sus miembros. Este artículo de la sección de Academia fue traducido por máquina.