El 2 de mayo de 2020, el USS Lassen incautó más de 1500 kilogramos de marihuana durante un patrullaje de rutina en el mar Caribe.
Unas dos semanas más tarde, el USS Pinckney incautó más de 2700 kg de cocaína frente a las costas de Centroamérica.
El 2 de junio, el USS Preble confiscó 100 bultos de presunta cocaína, por un valor superior a los USD 40 millones.
Estos tres buques habían sido desplegados en el hemisferio occidental para llevar a cabo operaciones antinarcóticos y detener el flujo de drogas, en apoyo a los Objetivos de Seguridad Nacional de la Presidencia, anunciados el 1.º de abril.
Estas tres embarcaciones tienen otra particularidad en común: los tres son destructores lanzamisiles guiados clase Arleigh Burke.
En 1991, la Marina desplegó el primer destructor de esta clase, nombrada en honor al Almirante Arleigh Burke, famoso comandante del escuadrón de destructores de la Segunda Guerra Mundial y tres veces jefe de Operaciones Navales. Estos buques son grandes embarcaciones multimisión fuertemente armadas, que cuentan con una formidable gama de armamento para llevar a cabo diversas tareas como guerra antisubmarina, ataques con misiles crucero, recopilación de inteligencia y operaciones de abordaje, entre otras.
El destructor, no obstante, es óptimo para la defensa aérea de superficie, debido a sus potentes radares y arsenal de misiles antiaéreos. Estos radares de última generación proporcionan una cobertura permanente de 360 grados, y pueden detectar blancos tan pequeños como una firma de radar del tamaño de una pelota de golf, a unas 90 millas náuticas. Los blancos más grandes, como los misiles balísticos y las aeronaves no secretas que emplean los narcotraficantes, pueden detectarse desde mayor distancia.
La ventaja del empleo de destructores, además de su capacidad para el lanzamiento de helicópteros, es que pueden permanecer en el mar durante largos períodos sin tener que regresar a la costa. La capacidad de radar de un destructor constituye una herramienta eficaz para la lucha de los EE. UU. contra los narcotraficantes, y su intención de contrabandear drogas en vuelos que operan sobre el mar Caribe o las aguas abiertas del Pacífico.
El Comando Sur de los EE. UU. ha identificado varias amenazas en el hemisferio occidental, desde organizaciones terroristas como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y la creciente influencia del poder de persuasión de China y Rusia en Sudamérica. Sin embargo, las que han sido señaladas como las amenazas más desestabilizadoras de la región en reiteradas ocasiones son las organizaciones criminales transnacionales, financiadas por la venta de drogas ilícitas en los EE. UU.
“Es un negocio de USD 90 000 millones anuales en el hemisferio, impulsado principalmente por la cocaína y otros productos ilícitos”, expresó el Almirante de la Marina de los EE. UU. Craig S. Faller, comandante de SOUTHCOM, durante una conferencia de prensa en el Departamento de Defensa de los EE. UU., que tuvo lugar el 12 de marzo de 2020. “Al reconocer estos complejos desafíos en nuestro vecindario, veremos un aumento de presencia militar en el hemisferio.
Esa presencia ha incluido buques, aeronaves y fuerzas de seguridad que trabajan junto a fuerzas de naciones socias para combatir estas amenazas, incluyendo el narcoterrorismo.
Desde el anuncio efectuado el 1.º de abril, los EE. UU. han desplegado una fuerza rotativa de siete destructores: El USS Kidd, el USS Pinckney, el USS Halsey, el USS Preble, el USS Lassen, el USS Nitze y el USS Farragut.