La recesión financiera pronosticada por ecónomos, la continua crisis migratoria de refugiados venezolanos, la ola de protestas por fraudes electorales, la gran corrupción, las agobiantes medidas de austeridad y las tendencias actuales en nuestro hemisferio, indican que se avecina un período de desafíos para las democracias. Los últimos sondeos de AmericasBarometer de la Universidad de Vanderbilt y otros parámetros utilizados para medir la salud de las instituciones democráticas, también muestran un panorama alarmante. En base a todo lo que sabemos sobre las estrategias de China y Rusia en la región, podemos esperar que ambos países aumenten sus esfuerzos para aprovechar estos retos.
La disminución del apoyo a la democracia entre los ciudadanos latinoamericanos, que describe el AmericasBarometer, podría deberse a varios factores. Las democracias de la región son relativamente jóvenes y enfrentan serios desafíos: una élite política alejada de la realidad que enfrenta a diario la ciudadanía, una corrupción masiva y desmesurada, narcotraficantes transnacionales que proporcionan servicios estatales en áreas abandonadas (y que terminan convirtiéndose en el Estado) y las crisis migratorias en todo el hemisferio.
Los ciudadanos están hartos y los gobiernos, con frecuencia, buscan soluciones fáciles y de bajo costo para sus problemas. Todo esto crea condiciones propicias para que protagonistas extraestatales malintencionados, a menudo pensando en sus propios intereses, operen dentro de estos países. Tanto China como Rusia están explotando estos problemas con medios cada vez más sofisticados.
Las tres principales vulnerabilidades del hemisferio ante la dañina influencia del poder de persuasión de Rusia y China, se relacionan con las infructuosas políticas de desarrollo económico del pasado, una descentralización incompleta del poder gubernamental, y la dependencia de los regímenes antidemocráticos hacia operadores extranjeros para controlar a sus poblaciones.
Presión para garantizar un crecimiento económico ilimitado
Los gobiernos latinoamericanos están bajo una inmensa presión de la población, para continuar el crecimiento económico que se vio en la región en los últimos 20 años. Las últimas protestas demostraron que los ciudadanos se impacientan con las medidas de austeridad impuestas por los tradicionales prestamistas internacionales. China ofrece una solución rápida, sin los incómodos requisitos de austeridad que llevan al derrocamiento temprano de los dirigentes. No obstante, esta solución a corto plazo tiene muchas desventajas significativas: los términos de los préstamos chinos rara vez se debaten públicamente, o ni si quiera se hacen públicos. Una práctica habitual de los países con abundancia de recursos es el pago de deuda con materia prima y recursos, en lugar de una cantidad determinada de dinero. Renunciar a los futuros rendimientos económicos de un país es algo que sin duda debería debatirse en público.
La descentralización incompleta agudiza la falta de recursos y supervisión
El proceso incompleto de descentralización en toda Latinoamérica ha creado diversas situaciones en toda la región, en donde los gobiernos subnacionales recurren a China para conseguir inversiones en infraestructura y tecnología, particularmente en el área de telecomunicaciones y vigilancia.
Los países de todo el hemisferio han confiado en empresas de telecomunicaciones chinas para equipar municipios con nuevos sistemas de vigilancia, para monitorear mejor a la delincuencia. En realidad, el éxito de dichos sistemas depende principalmente de los recursos humanos disponibles, para aprovecharlos al máximo. Puede que una jurisdicción cuente con el sistema más reciente, pero si no hay suficiente presupuesto para capacitar al personal que lo utilizará, o incluso dedicar tiempo para monitorear la información, de nada servirá el sistema. Los países deben estar atentos a las eventuales puertas traseras que dichos sistemas de vigilancia podrían dejar abiertas a hackers y al espionaje. Por último, las naciones deben calcular el beneficio de dichos sistemas para mitigar el posible impacto del crimen organizado, sobre las libertades fundamentales de sus ciudadanos; ya que estos sistemas podrían violarse fácilmente para monitorear e intimidar a opositores políticos o disidentes.
Herramientas y asociaciones útiles para los regímenes autoritarios
Los regímenes autoritarios de la región continúan dependiendo de China y Rusia, para la desagradable tarea de reprimir a la oposición. Los lazos de Rusia con los sandinistas nicaragüenses datan de la década de 1970. El presidente nicaragüense Daniel Ortega, desde su reelección en 2006, ha intentado fortalecer su relación con el Gobierno y las fuerzas militares de Rusia, permitiendo que buques de guerra atraquen en puertos nicaragüenses e importen tanques, aviones y lanzacohetes móviles rusos. Rusia, por su parte, donó una flota de autobuses municipales y grandes cargamentos de ayuda para el desarrollo agrícola, y está construyendo una fábrica de vacunas. Al igual que la inversión china en sistemas de información y vigilancia, Rusia ha incrementado su inteligencia y la presencia de seguridad estatal en Managua para entrenar a las fuerzas policiales nicaragüenses.
A fines de 2019, Ortega cedió al Gobierno ruso un imponente edificio en la capital, para albergar su nueva embajada cerca del centro de entrenamiento conjunto, en donde policías rusos entrenan a sus homólogos nicaragüenses en estrategias para combatir al crimen transnacional y al narcotráfico. El apoyo de Rusia en ayuda militar, agrícola y de entrenamiento de las fuerzas de seguridad, constituyen un factor significativo para que el régimen de Ortega permanezca en el poder y siga reprimiendo los movimientos prodemocráticos dentro del país.
Más al sur, el interés y la participación de Rusia en el conflicto de Venezuela se ha documentado en detalle y, en 2019, el Kremlin adoptó un rol incluso más protagónico. La relación de Rusia con Venezuela tiene mucha similitud con la relación que cultiva con Cuba, incluyendo esfuerzos para reprimir los llamados a la democracia. Esta participación muestra los objetivos de Rusia en el hemisferio: además de su clara motivación para desestabilizar la influencia de los EE. UU. en el mundo, apoyar a Nicolás Maduro es clave, para sofocar los movimientos populares que apuntan a derrocar a los regímenes no liberales, corruptos y antidemocráticos que Moscú considera legítimos.
El apoyo a estos regímenes como el de Nicaragua es proporcionado con militares y vigilancia, pero también con mayor comercio. Desde 2013, el comercio ruso-chino creció a más del doble, mientras que el comercio de petróleo entre Rusia y Venezuela se incrementó del 40 al 66 por ciento entre julio y agosto de 2019, ofreciendo una vía de escape de las sanciones impuestas por los EE. UU.
Corrupción: un valor común
Subyacente a todos estos problemas hay un tema transversal de corrupción y opacidad. Los acuerdos que involucran a China deterioran a largo plazo o inmediatamente el bienestar democrático y económico de una nación. En los países en vías de desarrollo con democracias relativamente nuevas, incluyendo aquellos con líderes populistas, la sociedad civil es débil o está sometida; el marco legal de acceso a la información y transparencia es nuevo o experimental, ausente, o totalmente ignorado en la práctica; y el espacio de los medios es débil (suelen estar mal equipados para investigar, o incluso se autocensuran, supeditados al temor de perder financiamiento debido a los monopolios mediáticos).
Al mismo tiempo, las prácticas autoritarias en países como Rusia y China incluyen negociaciones poco transparentes, empresas estatales que desdibujan la línea entre secretos comerciales y seguridad estatal, y un control absoluto de la información y la toma de decisiones, lo que evita que los ciudadanos puedan supervisar y opinar.
Por lo tanto, es fundamental que el apoyo estadounidense en el hemisferio se destine a fortalecer a las instituciones democráticas, con un énfasis especial en la transparencia a través del acceso a las leyes de información, un sólido Estado de derecho y una cultura de responsabilidad a través de una sociedad civil firme.
A pesar de estos desafíos y las inevitables maniobras de protagonistas dañinos, la región no tiene un futuro sombrío. Tenemos esperanza en los movimientos sociales que se forjaron en 2019, que produjeron una gran participación ciudadana y exigieron la supervisión de elecciones, reclamaron transparencia y responsabilidad y demostraron su deseo generalizado de mayor inclusión y participación. Si equipamos a nuestros socios con las herramientas y la información que necesitan para combatir la influencia extranjera negativa, podemos salvaguardar las instituciones democráticas y apoyar un proceso de mayor paz y seguridad en todo el hemisferio.