La civilización griega, que se desarrolló entre los años 2000 y 500 a.C., veneraba la figura mitológica de Atenea, deidad relacionada con la sabiduría y las estrategias de batalla como antítesis de Ares, dios de la guerra y la violencia, lo que le confería a la diosa atributos como sabiduría y astucia; mientras que al dios le adjudicaban características como agresividad e impulsividad. En los constantes enfrentamientos disputados entre ellos, las victorias de Atenea ratificaban la superioridad de la inteligencia ante la fuerza bruta.
A lo largo de la historia de la humanidad, la guerra se ha considerado una empresa asociada casi exclusivamente al
género masculino, salvo una reducida cantidad de mujeres que debieron ocultar su verdadera identidad tras aventurarse al combate, entre las cuales se destacan Juana de Arco (Guerra de los Cien Años, 1337-1453); Frances Louisa Clayton (Guerra Civil de los Estados Unidos, 1861-1865); y Maria Quitéria de Jesus (Guerra de Independencia de Brasil, 1822-1824).
Si bien la condición de la mujer dentro de la sociedad en general ha mejorado considerablemente en las últimas décadas, gracias a lo cual lograron alcanzar posiciones sociales anteriormente reservadas exclusivamente a hombres, incluso en funciones de combate junto a fuerzas armadas de distintos países, la participación de las mujeres en las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOpEsp) sigue generando polémica, sobre todo por cuestiones relacionadas con la capacidad femenina para soportar los requerimientos físicos y psicológicos, propios del tipo de enfrentamiento enérgico que entablan las tropas de esa naturaleza.
PARTICIPACIONES PUNTUALES
Hasta 2016, año en el que el Comando de Operaciones Especiales de los EE. UU. (USSOCOM en inglés) brindó a
las mujeres acceso a todas las funciones de dicho comando de combate unificado en los EE. UU., cuya cultura de defensa y aprecio por las fuerzas armadas tienen mayor desarrollo que en los demás países del continente, la presencia femenina en operaciones de combate no convencionales, lideradas por tropas militares de élite, se daba en casos puntuales. Esta participación era motivada por las exigencias de los conflictos, como fue el caso de las agentes de la Oficina de Servicios Estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial, y del personal militar femenino del Equipo de Apoyo Cultural, debido a las exigencias propias de la Guerra de Afganistán.
Sin embargo, esta evolución de la mentalidad estadounidense en cuanto a la participación femenina dentro de la comunidad de Operaciones Especiales (OpEsp) no se observa en los países de Latinoamérica. De las 34 naciones de la región, solo México cuenta con una sola mujer en sus FOpEsp, quien integra las Fuerzas Especiales de Comandos, una tropa de infantería especializada y vinculada al Cuerpo de Infantería de Marina, que forma parte de la Armada de México.
Es importante aclarar que la resistencia de las sociedades latinoamericanas, en lo que respecta a la participación femenina en actividades militares, también se extiende a las tropas convencionales. La presencia de mujeres en el sector salud se da principalmente en situaciones de conflicto, como cuando la Fuerza Expedicionaria Brasileña luchó con los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, y relegó a las militares a tareas no combativas, lejos del campo de batalla.
CARACTERÍSTICAS FÍSICAS
La realidad actual del personal militar femenino demuestra que los países latinoamericanos aún tienen grandes desafíos por superar. Ya sea componiendo los mandos operacionales de tropas convencionales o de las FOpEsp, la participación femenina en las fuerzas armadas de naciones latinoamericanas sigue sufriendo las consecuencias de una visión estereotipada que, a pesar de las importantes conquistas sociales de los últimos 60 años, percibe a las mujeres como físicamente frágiles, cuya vocación principal son los roles familiares de esposa y madre dentro de la sociedad.
En cuanto a la capacidad femenina para soportar los esfuerzos del combate, cabe destacar que debido a las diferentes características antropométricas, fisiológicas y morfofuncionales entre hombres y mujeres, sigue predominando entre los militares la idea de que el perfil de las mujeres no es compatible con las extremas exigencias físicas y psicológicas requeridas para el combate, como el enfrentamiento directo con el adversario.
En este sentido, aunque los métodos de Acción Directa propios de las OpEsp son ideales para la contextura física y el
metabolismo del sexo masculino, las peculiaridades neurológicas y psicológicas femeninas favorecen a las mujeres en la aplicación de métodos de Acción Indirecta. Sin embargo, incluso cuando las diferencias entre hombres y mujeres benefician a alguno de ambos sexos en la ejecución del conjunto de actividades inherentes a uno de ambos métodos, estas particularidades no deben entenderse como una condición determinante para invalidar la actividad/desempeño de hombres y mujeres en tal o cual modo de acción.
Otra cuestión que obstaculiza la participación de las mujeres en las FOpEsp está relacionada con el modo en que las distintas sociedades, especialmente las occidentales, perciben las bajas durante un conflicto. Al considerarse las OpEsp como actividades de alto riesgo, se entiende que este tipo de operaciones pueden implicar el riesgo de lesiones y muerte, lo cual genera un gran impacto emocional en las distintas sociedades. Si la idea de que hombres de familia regresen heridos o sin vida de las zonas de conflicto genera una profunda conmoción, ¿qué ocurriría si se tratara de madres, hijas, hermanas y amigas?
Si bien los Estados más desarrollados también sufren los efectos de una mentalidad social que históricamente pone a las mujeres en desventaja frente a los hombres, el paulatino avance cultural de estas naciones ha dado lugar a una progresiva reformulación del rol femenino en la sociedad, incidiendo en la forma de pensar respecto de la participación de las mujeres en las fuerzas militares.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con las naciones latinoamericanas, cuya diversidad de problemas sociales, políticos
y económicos afecta la calidad de la educación/formación de la población, lo cual se traduce en un entendimiento colectivo apegado a conceptos arcaicos, desactualizados en lo que respecta a problemáticas actuales y futuras.
La realidad de los conflictos propios del siglo XXI impone a los diferentes protagonistas estatales la responsabilidad de tener que adaptarse a la Guerra de 5.a Generación, cuyo nebuloso estado entre guerra y paz debe necesariamente
considerar el entorno de forma tridimensional (dimensiones física, humana e informacional), lo que requiere un nuevo modelo de operaciones asimétricas que combine capacidades convencionales y no convencionales, para eliminar o reducir las ventajas del adversario. Para los países de Latinoamérica, muchos de ellos con una mentalidad de defensa estratégica centrada en la Guerra de 3.a Generación, que se basa en el movimiento de tropas convencionales en el campo de batalla, el desafío se vuelve aún más complejo, debido a la necesaria adecuación del pensamiento social/nacional previo a los ajustes doctrinarios y estructurales de sus fuerzas armadas.
En el ámbito de guerra actual, es fundamental que políticos y militares debatan sobre el papel que desempeñan las mujeres en los conflictos, ya que los atributos femeninos, según quedó demostrado en eventos bélicos del pasado, representan un recurso importante para que las tropas convencionales de las FOpEsp alcancen los objetivos asignados a ellas por los Estados que las patrocinan.
Sin embargo, la calidad del desempeño militar femenino en las OpEsp solo logrará resultados concretos cuando los
países empleen a las mujeres sin reservas, respetando sus especificidades y posibles aportes para que su participación sea aprovechada adecuadamente, en favor de los intereses de las naciones a las que dedican sus servicios, y no solo para rendir cuentas ante la sociedad por planteamientos relacionados con la igualdad de género.
Particularmente en las fuerzas armadas latinoamericanas, pareciera que alcanzar este nivel de conciencia sobre la importancia de la participación femenina en las FOpEsp es un proceso de maduración bastante prolongado, que implica un cambio de mentalidad radical en lo que respecta a actividades realizadas por las mujeres en la sociedad del siglo XXI.
* Profesor universitario, magíster en Historia Militar, doctorando de la carrera de Estudios Marítimos de la Escuela de Guerra Naval de la Marina de Brasil, que investiga sobre temas de la Guerra Especial Naval. Es autor del libro Guardianes de Neptuno: origen y evolución del Grupo de Buzos de Combate de la Marina de Brasil (2018), y coautor del libro Kid Preto: evolución histórica de las Operaciones Especiales del Ejército Brasileño (2021).
1 Operaciones ofensivas ejecutadas por las FOpEsp, realizadas con un alto grado de precisión, de pequeña escala y corta duración, llevadas a cabo como una acción cinética por tropas de constitución variable contra objetivos de valor significativo, ubicados en entornos hostiles o políticamente sensibles, con el objetivo de destruir, emboscar, sabotear, interceptar, neutralizar, capturar, eliminar, rescatar (personal o material), retomar, conquistar e identificar blancos para la realización de incendios terrestres, aéreos y/o navales.
2 Operaciones que involucran la organización, desarrollo, equipamiento, instrucción y asesoría de cualquier tipo de fuerza regular o irregular (vinculada a protagonistas estatales y no estatales), además de fuerzas auxiliares, con el propósito de lograr objetivos políticos, económicos, psicosociales y militares, en situaciones bélicas y no bélicas. Este método es un vector aplicable en todas las variedades de enfrentamiento debido a su efecto multiplicador. El espectro de actividades desarrolladas con base en el método de Acción Indirecta es muy amplio, y permite incluir: apoyo al progreso regional local; fomento de la integración cívico-militar; movilización de líderes; organización de redes de informantes; preparación de fuerzas convencionales; y entrenamiento de fuerzas auxiliares.